Manicomio a locha, frase original del idioma español o castellano, critica con angustioso sarcasmo la locura convertida en acción y reacción criminales por sectores numerosos, especialmente las dirigencias de Estados Terroristas. Estos verdugos usan su demencia con plena naturalidad para dominar a través de monstruosas torturas físicas y mentales.
Nada que ver con pasajeras locuras por amor, la simpática chifladura del “loquito de carretera”, los trastornos esquizoides, autistas y de bipolaridad que ya tienen medicación de alivio y hasta curativa. La locua inocua para el entorno se vuelve tragedia nacional sangrienta en cerebros y manos militarizadas porque es, ha sido siempre, su arma rutinaria para conservar el poder absoluto. Los emperadores Nerón y Calígula, «locos de pila», muestran a sus discípulos cómo funcionan desde el trono.
La Venezuela post-28J padece los efectos de esta insania gubernamental en pleno brote y tiene diversos grados. El caso obvio que requiere urgente internado en hospicio psiquiátrico -mientras Fuerte Tiuna decide al sustituto similar- es el de Nicolás Maduro Moros, colombiano con cinco actas de nacimiento falsas. Sus padrinos cubanos comunistas lo eligieron heredero de Hugo Chávez Frías.
Pero el verdadero drama consiste en la falta de empatía con la gente que sufre y su pérdida total de contacto con la realidad, por una parte del alienado generalato, sector que somete a espionaje y amenazas al resto de las Fuerzas Armadas constitucionales mudas por temor a los criminales castigos que sufren sus compañeros presos. Enajenada cúpula de la Fuerza Armada Bolivariana crecida bajo el mando de estos recientes diez años por los desatinos de Vladimir Padrino López, admirador de Fidel Castro, lacayo del imperialismo ruso a través de su íntimo amigo y tocayo Putin.
Este mafioso fascismo se hizo el loco en nombre de la revolución chavista que destruyó al país democrático en crisis cuando sus partidos políticos, absortos en lucha interna personalista, se negaban a modernizar las políticas públicas. Vacío llenado por un paracaidista, cantinero, “comandante eterno” cuyos hijos se autoproclaman modelos ejemplares de la patria socialista, en verdad bolivarista con millonarios dólares robados a la nación y ganados primero en petrodólares, ahora en narcotráfico y minería.
A sangre y fuego, su delirio de grandeza suprime los derechos legales de la mayoritaria sociedad que votó en gigantesca masa electoral eligiendo a Edmundo González Urrutia para presidir el retorno democrático.
Su conducta es emblemática de la delincuencia organizada en disfraz de uniformes militares con soleadas medallitas, al fondo son de cartón manchado por sangre inocente. Es la Historia Oficial de alienados que a un mes del 28J están desnudos pero “locos de remate y de atar” porque siguen usando armas bélicas.
La batalla cívicomilitar constitucional está en lucha pacífica. Sus nuevos héroes son niños, discapacitados, dirigentes políticos, periodistas, mirones y participantes disidentes, miles secuestrados y depositados en celdas de presos comunes. Fechorías que una a una condenan a los desquiciados ejecutores.
Quizás llegó la hora de recordar que el proscrito, clandestino y terco sindicato portuario Solidaridad de Polonia se extendió y alcanzó como miembros a 10 millones de empleados públicos en aquella larga y cruel tiranía bajo el régimen marcial soviético, y triunfó resistiendo con paros parciales y al final una huelga general indefinida (1980).
Y en Suráfrica, el aviso capitalista del mundo libre enviado a los amos blancos militarizados del Apartheid, exigió finalmente la liberación de Mandela y prontas elecciones transparentes con asesoría internacional para decidir su destino político, pues en caso contrario romperían todo comercio y toda diplomacia con ese país (1994).
Así, en ambas naciones se inició el democrático proceso hasta alcanzar el pleno Estado de Derecho.
A paso lento, bien organizado y seguro, Venezuela victimizada prosigue su ruta hacia el rescate de su pacífica República Civil.