OPINIÓN

Maldiciones y supersticiones existen… si crees en ellas

por María Mercedes y Vladimir Gessen María Mercedes y Vladimir Gessen

La idea de un conjuro o hechizo, y los sortilegios, han sido parte de la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero ¿Por qué subsisten?

Desde las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia hasta las culturas modernas, la noción de que ciertas palabras, rituales o incluso miradas pueden desencadenar desgracias ha sido un tema recurrente en la historia humana y siguen provocando impacto en el comportamiento de las personas que las creen y en su percepción de la realidad.

El caso de Virginia

Psicóloga: ꟷBienvenida, Virginia. ¿Qué te trae hoy por aquí?

Virginia: ꟷPues… es sobre mi hijo menor, Mateo. Tiene cinco años y lleva meses enfermándose. Los médicos no encuentran nada claro y yo ya no sé qué hacer.

Psicóloga: ꟷDebe preocupar no tener respuestas claras… ¿Has previsto una segunda opinión médica?

Virginia: ꟷLa verdad no, porque es el médico que siempre lo ve. Pero… con un poco de vergüenza le digo que hace poco hablé con una adivina y, bueno… Ella me dijo que alguien le había “echado un mal de ojo”.

Psicóloga: ꟷ¿Y cómo te hizo sentir eso?…

Virginia: ꟷAl principio no le creí, pensé que era una tontería. Pero luego, después de que la señora me lo dijo, la fiebre de Mateo empeoró. Me asusté, y empecé a pensar…¿Y si es verdad? ¿Y si alguien le ha hecho algo malo a mi hijo?…

Psicóloga: ꟷEs natural que busques respuestas, especialmente cuando la salud de tu hijo está en juego. Las madres siempre queremos proteger a nuestros hijos, y cuando no encontramos una solución, es normal que busquemos en otras direcciones. ¿Me puedes decir qué más te dijo la adivina?

Virginia: ꟷMe aseguró que había alguien cercano a mí que estaba celoso de mi familia y que esa persona había enviado energía negativa hacia Mateo. Me habló de un ritual que podía hacer para eliminar el mal de ojo, pero… no sé qué creer o si es verdad o si solo estoy siendo ingenua.

Psicóloga: ꟷ¿Has intentado el ritual?

Virginia: ꟷNo… no lo he hecho porque me siento ridícula, pero la idea no se me va de la cabeza. Y es que en mi familia siempre hemos sido supersticiosos. Mi abuela decía que había que tener cuidado con el mal de ojo, y aunque yo nunca lo había tomado en serio, ahora que se trata de mi hijo… siento que no puedo ignorarlo. La verdad es que no se lo había comentado a nadie hasta ahora

Psicóloga: ꟷEntiendo. La superstición puede ser muy poderosa, especialmente cuando está arraigada en nuestra infancia y en nuestras creencias familiares. Pero dime, ¿qué te gustaría lograr al venir aquí? ¿Qué esperas encontrar?

Virginia: ꟷCreo que… necesito saber si estoy haciendo lo correcto. Me siento atrapada entre la medicina y las creencias de mi familia, y no quiero que mi hijo sufra por mi indecisión.

Psicóloga: ꟷEs un dilema muy válido. A veces, cuando no tenemos respuestas claras, nuestra mente busca en lo desconocido para encontrar una explicación. El problema es que esas creencias pueden convertirse en una carga adicional. Lo más importante ahora es enfocarnos en lo que puedes controlar. ¿Has considerado que, al creer en la posibilidad de una maldición, tal vez le estés transmitiendo esa ansiedad a Mateo?

Virginia: ꟷSí… lo he pensado. Últimamente, él me pregunta si hay «algo malo» con él, y eso me rompe el corazón. No quiero que crezca pensando que hay una sombra sobre él.

Psicóloga: ꟷEso es lo que suele ocurrir con las creencias en maldiciones. Generan miedo y se convierten en una profecía autocumplida. La mente de los niños es muy sensible a lo que los adultos transmitimos, y si tú te muestras ansiosa o asustada, él puede interiorizar esa sensación de que algo malo le está ocurriendo.

Virginia: ꟷ¿Entonces tú crees que lo del mal de ojo es solo mi imaginación?

Psicóloga: ꟷLo que creo, Virginia, es que las creencias son poderosas, pero no porque exista una maldición como tal, sino porque nos afectan a un nivel emocional y mental. Si tú crees que hay un mal de ojo, eso se convierte en tu realidad, y eso es lo que transmites a tu hijo. La verdadera pregunta es, ¿qué realidad quieres construir para Mateo?

Virginia: ꟷQuiero que sea un niño feliz, que crezca sin miedo ni limitaciones.

Psicóloga: ꟷEntonces, enfoquémonos en eso. Puedes proteger a Mateo reforzando lo positivo en su vida. Háblale de lo fuerte que es, de lo valiente que ha sido durante su enfermedad. Rodea su vida de amor y seguridad. Y si te sirve, podemos trabajar juntas para que encuentres maneras de dejar atrás esa sensación de maldición y enfocarte en lo que realmente está en tu control. Puedes comenzar buscando una segunda opinión médica si continúan las recaídas de Mateo.

Virginia: ꟷNo quiero vivir con miedo, ni que mi hijo crezca con miedo tampoco.

Psicóloga: ꟷEstás dando un gran paso al hablar de esto. Ahora empecemos a construir una nueva forma de ver la situación, una en la que tú y Mateo puedan sentirse seguros y fuertes.

Virginia: ꟷSí… creo que estoy lista para eso. Gracias.

El origen cultural de las maldiciones

En la antigua Grecia, se creía que los dioses castigaban a los mortales que los desafiaban, y muchos cuentos mitológicos giran en torno a la idea de la «hybris» o la arrogancia que lleva a la condena divina. Hybris era también personificada como un espíritu (daimona) que representaba la insolencia, violencia, y orgullo desmedido. Esta actitud generalmente llevaba a la condena y al castigo por parte de los dioses, ya que se consideraba una violación del equilibrio y el orden divino.

En la cultura egipcia, las maldiciones estaban a menudo inscritas en tumbas y pirámides para protegerlas de saqueadores, y se creía que invocarían la ira de los dioses a quienes osaran profanarlas.

En la tradición judeocristiana, la Biblia está llena de ejemplos de maldiciones, desde el relato de la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén hasta las plagas de Egipto y la salida de Moisés y del pueblo judío de la civilización de las pirámides. Estas narrativas han influido profundamente en la forma en que se perciben las maldiciones en la sociedad occidental, vinculándolas con la idea del castigo divino o la intervención de fuerzas malignas.

En general la mayoría de los libros antiguos de múltiples religiones incluyen un sinnúmero de eventos mágicos, de maldiciones y de supersticiones. Para los creyentes de estos credos los sucesos de conjuros o hechizos son posibles que ocurran, y en algunos casos se deben al mal o a algún personaje como el diablo en las regiones abrahámicas.

En la actualidad, muchas culturas aún mantienen creencias en maldiciones, aunque se han adaptado al contexto contemporáneo. Es el caso, en Hispanoamérica, de la «maldición de la brujería» o del «mal de ojo» que siguen siendo parte de la cosmovisión popular, mientras que en países asiáticos se cree en las fuerzas negativas que pueden ser desencadenadas por los espíritus o fantasmas. Las creencias de brujería atraviesan grupos sociodemográficos, pero están menos extendidas entre las personas más educadas y económicamente seguras.

La psicología de la creencia en las maldiciones

Desde una perspectiva psicológica, el poder de las maldiciones radica en gran medida en la sugestión y en el fenómeno conocido como profecía autocumplida. La mente humana es extremadamente poderosa, y nuestras creencias pueden influir significativamente en nuestra percepción de la realidad y, en consecuencia, en nuestras experiencias.

Cuando una persona cree firmemente que está bajo una maldición, su comportamiento y sus pensamientos pueden comenzar a alinearse con esa creencia. El miedo y la ansiedad asociados con la idea de estar maldecido pueden desencadenar una serie de respuestas fisiológicas, como el aumento de los niveles de cortisol, la hormona del estrés, que afecta la salud física y mental. Esta ansiedad puede llevar a errores de juicio, decisiones precipitadas y una predisposición a interpretar cualquier evento negativo como evidencia de una maldición.

Muchas personas responden a esta incertidumbre con creencias o acciones supersticiosas, desde llevar amuletos de buena suerte hasta golpear madera o cruzar los dedos. En términos psicológicos, esto se conoce como «sesgo de confirmación«, un proceso mediante el cual las personas tienden a buscar e interpretar información que confirme sus creencias preexistentes, ignorando o minimizando la evidencia que las contradice. Así, la creencia en la maldición se refuerza constantemente, creando un ciclo que parece validarla.

La influencia social y cultural

La influencia de la sociedad y la cultura también juega un papel crucial en la creencia en las maldiciones y supersticiones. Investigaciones determinan que la creencia en la suerte coincide con la de la superstición y se correlacionan con los rasgos de personalidad y que en la mayoría de los casos se presentan estados de estrés, ansiedad, la búsqueda de control, el pesimismo y la depresión.

Desde un punto de vista sociológico, el concepto de maldiciones puede funcionar como un mecanismo de control social. En muchas comunidades tradicionales, la amenaza de ser maldecido puede actuar como una forma de imponer normas y valores, disuadiendo comportamientos que se consideran indeseables o dañinos para la cohesión social.

En ciertas culturas, se cree que quien comete una traición sufrirá una maldición que le impedirá encontrar la felicidad. Esta creencia puede servir para desalentar este comportamiento y reforzar la importancia de la lealtad.

En la política

A lo largo de la historia ha habido regímenes dictatoriales que han utilizado la superstición y las creencias en maldiciones como herramientas para someter a los pueblos que gobiernan. Esta estrategia busca consolidar el poder al infundir temor y control sobre la población mediante la manipulación de creencias religiosas o sobrenaturales.

En Haití, donde se gobernó bajo la amenaza de las maldiciones ha sido uno de los casos más notorios en la historia donde se utilizó la superstición con François Duvalier, «Papa Doc”, dictador de este país desde 1957 hasta 1971 quien aprovechó las creencias populares en el vudú para consolidar su poder. Se autoproclamó un “houngan” (sacerdote vudú) y fomentó la idea de que tenía poderes sobrenaturales, utilizando símbolos y rituales vudú para infundir miedo en sus opositores y la población en general. Los “Tonton Macoute”, su fuerza paramilitar, contribuían a esta imagen aterradora al usar ropa y símbolos asociados con el vudú, reforzando la idea de que desobedecer a “Papa Doc” traería consecuencias sobrenaturales.

En Corea del Norte aunque no es exactamente superstición en el sentido tradicional, la familia Kim ha promovido una especie de «culto a la personalidad» que tiene aspectos similares a las creencias religiosas y supersticiosas. Los líderes, desde Kim Il-sung hasta Kim Jong-un, son presentados como figuras casi divinas, omnipotentes y omniscientes. Cualquier tipo de desobediencia o crítica es considerado un pecado contra el «culto» al líder y puede tener consecuencias terribles no solo para el individuo, sino también para su familia, lo que refuerza la obediencia y la sumisión.

También el caso de Idi Amin en Uganda quien gobernó Uganda entre 1971 y 1979, utilizó también la superstición para controlar a la población. Amin se rodeaba de hechiceros y practicantes de magia, y se presentaba a sí mismo como alguien que poseía poderes sobrenaturales. Se decía que usaba rituales mágicos para protegerse de sus enemigos y que aquellos que intentaban desafiarlo serían víctimas de terribles maldiciones.

La dictadura de Fidel Castro en Cuba hizo uso de simbolismo místico, en particular de la Santería, para reforzar su legitimidad y poder. Un caso destacado es la imagen de una paloma blanca posándose sobre el hombro de Castro durante su primer discurso televisado en 1959. En la Santería, la paloma blanca representa al orisha Obatalá, un símbolo de pureza y divinidad. Mientras que la prensa internacional interpretó este evento como un símbolo de paz, muchos cubanos lo vieron como una señal de que Castro había sido elegido por fuerzas sobrenaturales, reforzando su conexión con el pueblo cubano a través de esta manifestación simbólica de la religión afrocubana.

La «Letra del Año» es una tradición de la Santería cubana que se lleva a cabo anualmente y es uno de los eventos más esperados dentro de la religión yoruba. Cada 1° de enero, un grupo de babalaos (sacerdotes de la Santería) se reúne para realizar este ritual que contiene las predicciones o adivinaciones y recomendaciones para los próximos 12 meses. Este ritual se lleva a cabo principalmente por la Asociación Cultural Yoruba de Cuba y el Consejo Cubano de Sacerdotes Mayores de Ifá, que son dos de las instituciones más conocidas que emiten esta carta y el gobierno permite su publicación y la difunden, obviamente influenciada por la relación entre estas instituciones religiosas y el gobierno cubano.

En general buena parte de gobiernos en distintos países del mundo utilizan distintas creencias para lograr mayor control social. El uso de la superstición y las maldiciones por parte de dictadores es una forma de control social que explota las creencias culturales y el miedo al castigo sobrenatural. Al presentarse como seres que tienen acceso a poderes más allá de la comprensión humana, los dictadores refuerzan su autoridad y disuaden la resistencia. Esto convierte la lucha contra el régimen en no solo un acto político, sino también en un desafío contra fuerzas consideradas sagradas o misteriosas.

En la información

Las redes sociales y los medios de comunicación también contribuyen a perpetuar la creencia en las supersticiones. Historias de celebridades que supuestamente han sufrido maldiciones, películas de terror, y programas de televisión que exploran lo sobrenatural contribuyen a mantener vivo el mito de que las maldiciones son reales. La mente humana es propensa a la sugestión, y al ver estos relatos repetidos en los medios de comunicación social, la idea de las maldiciones se incrusta más profundamente en el subconsciente colectivo.

El poder del inconsciente colectivo

Carl Jung, un influyente psicólogo y psiquiatra suizo, desarrolló la idea del «inconsciente colectivo», un conjunto de creencias, imágenes y arquetipos compartidos por toda la humanidad. Según Jung, las maldiciones pueden ser vistas como manifestaciones de arquetipos profundamente arraigados en la psique humana, como pueden ser el «mago», la «adivina», la “bruja”, el “hechicero”, o el «chamán». Estos arquetipos representan los aspectos misteriosos y ocultos de la vida, y su presencia en el inconsciente colectivo puede explicar por qué la idea de las maldiciones sigue siendo tan poderosa y universal.

El inconsciente colectivo nos lleva a la idea de que, a un nivel profundo, la humanidad necesita creer en lo sobrenatural para dar sentido a las experiencias inexplicables y a otros aspectos de la existencia. En muchos casos, las maldiciones proporcionan una explicación para el sufrimiento y la adversidad, permitiéndonos externalizar nuestros miedos y frustraciones hacia un «otro» desconocido y amenazante.

La «protección» a las maldiciones

Dependiendo de sus creencias las personas pueden tener un rosario, un crucifijo, un escapulario, una estrella de David, los hindúes el símbolo Om (ॐ), que representa lo divino y la esencia del universo. Los budistas, en el mundo asiático, en general, donde predomina el budismo, es común ver en la mano izquierda de las personas pulseras de un hilo rojo. De acuerdo a lo que explican los entendidos en estas creencias, ese hilo protege de vibraciones o energías negativas el campo magnético de quienes lo portan.

Es común ver a musulmanes con el Jamsa, a menudo conocido como “la mano de Fátima” o “la mano de Miriam”. Es un símbolo ampliamente reconocido en varias culturas y religiones, principalmente en las tradiciones judías y musulmanas. Este amuleto con forma de mano abierta es un ícono cargado de historia, simbolismo y significado espiritual. Se cree que precede tanto al judaísmo como al islam.

En todos los casos muchos sus portadores se sienten más protegidos con estos talismanes, aunque no son las figuras o estos objetos quienes abordan la salvaguarda, en todo caso sería la deidad que representan. Sin embargo, algunos si no tienen la reliquia se sentirán inseguros y desprotegidos, atribuyéndole al amuleto un poder que no tiene.

La pregunta fundamental es: ¿Las maldiciones realmente existen?…

La respuesta depende en gran medida del contexto en el que se formule. Desde un punto de vista racional y científico, no hay evidencia que respalde la existencia de fuerzas sobrenaturales que puedan maldecir a las personas. Sin embargo, la psicología y la sociología sugieren que la creencia en las maldiciones puede tener un impacto real y tangible en la vida de quienes las experimentan.

Si una persona cree firmemente que está maldecida, su comportamiento, decisiones y salud pueden verse afectados de manera negativa, validando de alguna manera la «existencia» de la maldición. En este sentido, las maldiciones existen, no como entidades sobrenaturales, sino como constructos psicológicos que tienen un poder genuino sobre la mente y el cuerpo humano.

¿Cómo romper la «maldición»?

La clave para liberarse de una maldición radica en cambiar las creencias subyacentes que la sostienen. La terapia cognitivo-conductual (TCC), es una herramienta eficaz para desafiar y reestructurar las creencias irracionales que pueden llevar a la sensación de estar maldecido. La TCC ayuda a las personas a identificar patrones de pensamiento negativos y a reemplazarlos con interpretaciones más racionales y adaptativas. La neuroprogramación positiva permite cambiar las conductas y los hábitos cognitivos automáticos y negativos por los que conscientemente se deseen.

Además, el apoyo social y la conexión con otras personas que ofrezcan perspectivas diferentes y positivas pueden ayudar a contrarrestar el poder de alguna creencia en las maldiciones y será más factible desafiar y cuestionar estas ideas.

En cuanto a las supersticiones

Creencias como evitar pasar por debajo de una escalera, no abrir un paraguas bajo techo, o temer al viernes o martes 13 son casos de cómo los seres humanos, sin importar su nivel educativo, cultura o religión, se sienten atraídos por ideas que parecen desafiar la lógica y la razón. ¿Por qué, en un mundo donde la ciencia ha demostrado ser la herramienta más eficaz para explicar la realidad, una parte significativa de la humanidad sigue aferrándose a las supersticiones?

Desde una perspectiva evolutiva, los seres humanos están programados para identificar patrones, incluso cuando no existen. Esto tiene que ver con un mecanismo de supervivencia que permitió a nuestros ancestros reaccionar ante posibles amenazas en su entorno. Si un cazador prehistórico notaba que cierto tipo de planta estaba cerca de un lugar donde se habían registrado ataques de depredadores, podía asumir que había una conexión y evitar ese sitio, aunque en este casi la relación fuera meramente una coincidencia. La mente humana tiende a asociar eventos que ocurren de manera simultánea, generando creencias sobre causalidades inexistentes. Este mecanismo evolutivo persiste en la actualidad, influyendo en nuestra predisposición a creer en rituales, amuletos o prácticas que, supuestamente, nos protegerán de la mala suerte o atraerán la buena fortuna.

La necesidad de algún significado

Las supersticiones ofrecen un marco narrativo que proporciona explicaciones sencillas a lo que de otra manera parecería caótico y aterrador. Cuando una persona experimenta una serie de eventos desafortunados, puede sentir que está atrapada en una “racha de mala suerte”. En lugar de aceptar que la vida es impredecible y que las desgracias ocurren sin razón aparente, o que si juegas tienes más probabilidades de perder que de ganar, las supersticiones le ofrecen una explicación: «Hay algo que puedo hacer para cambiar mi suerte» y aparecen los patrones de las supersticiones, como “si no viajo en martes estaré a salvo”. De este modo, se crea un falso sentido de orden y significado, reduciendo la ansiedad y el miedo que genera la incertidumbre.

Las supersticiones también están profundamente arraigadas en la cultura y se transmiten de generación en generación. Crecer en un entorno donde ciertos rituales o creencias son parte del día a día refuerza su veracidad y relevancia. Las familias, las comunidades y las sociedades perpetúan las supersticiones a través de historias, costumbres y tradiciones, dándoles un aire de legitimidad.

Lo que dice la ciencia sobre las supersticiones

La psicología moderna ha estudiado ampliamente las supersticiones y ha demostrado que estas creencias se relacionan con la forma en que la mente humana procesa la información y enfrenta la incertidumbre. En términos de neurociencia, se ha observado que la actividad cerebral relacionada con las creencias supersticiosas activa áreas como el «sistema de recompensas» lo que genera una sensación de placer o alivio cuando se realiza un ritual o se usa un amuleto.

Un estudio realizado por el psicólogo B.F. Skinner en 1948 demostró cómo se forman las supersticiones a través del «condicionamiento operante». Skinner colocó palomas en jaulas y las alimentó a intervalos regulares, sin importar el comportamiento de las aves. Observó que las palomas empezaron a repetir ciertos movimientos, creyendo que estos rituales estaban relacionados con la llegada de la comida, a pesar de que no existía una relación causal. Esto demostró que, cuando los seres vivos asocian un evento con otro de manera arbitraria, pueden desarrollar comportamientos supersticiosos.

La psicología cognitiva también ha identificado un fenómeno llamado «ilusión de control» que es la tendencia a sobreestimar nuestra capacidad para influir en eventos que en realidad son aleatorios. Este sesgo cognitivo es una de las razones por las que las personas creen que tocar madera, usar un amuleto o evitar ciertos números puede cambiar su suerte, aunque no exista evidencia que respalde estas prácticas.

Recordemos que en los Estados Unidos una parte importante de los edificios no tienen el piso 13.

¿Por qué seguimos creyendo en las supersticiones?

A pesar de los avances científicos y la difusión del pensamiento crítico, las supersticiones siguen prosperando. Esto se debe a que, en muchos casos, proporcionan beneficios psicológicos genuinos. La gran mayoría de las supersticiones comunes son relativamente inofensivas, y pueden ayudar a reducir la ansiedad y proporcionar una ilusión de control. Las supersticiones pueden reducir la ansiedad, aumentar la confianza y ofrecer un sentido de seguridad en momentos de incertidumbre. En cierto modo, son una forma de «placebo psicológico» que calma la mente y el espíritu.

Sin embargo, también es importante reconocer que las supersticiones pueden tener un impacto negativo cuando se convierten en obsesiones o interfieren en la toma de decisiones racionales. Hay casos en los que las personas llegan a depender tanto de sus creencias supersticiosas que descuidan la realidad, evitando buscar soluciones basadas en evidencia científica o dejando que el miedo controle sus vidas o adquiriendo fobias.

Creer o no creer…

Pensamos que las maldiciones, rituales y reliquias pueden verse como una forma de reducir la incertidumbre y ejercer un grado de control sobre el entorno. La humanidad ha desarrollado un conjunto de creencias y prácticas como una forma de navegar por un mundo complejo y a menudo impredecible. Atribuirles poderes protectores a objetos físicos o situaciones puede funcionar como una “muleta” cognitiva, ayudando a las personas a mitigar el estrés y la ansiedad asociados con la percepción de amenazas potenciales. La psicología de la religión ofrece una explicación más rigurosa sobre cómo estas creencias podrían haber surgido y persistido.

Las religiones, en sus diversas formas, ofrecen una narrativa que explica los fenómenos del mundo, incluyendo la presencia de fuerzas benevolentes y malignas. La creencia en estas fuerzas y la utilización de talismanes y prácticas protectoras pueden servir para fortalecer la cohesión grupal y fomentar una sensación de pertenencia y seguridad en una comunidad. Desde el punto de vista de la psicología evolutiva puede argumentarse que la inclinación hacia la creencia en fuerzas invisibles y el uso de objetos protectores es un rasgo que ha sido favorecido por la selección natural. En un mundo primitivo lleno de peligros reales, la predisposición a percibir amenazas, incluso aquellas que podrían considerarse irracionales, podría haber ofrecido una ventaja de supervivencia, llevando a una mayor precaución y vigilancia. La prevalencia de, amuletos y prácticas protectoras a través de culturas y credos parece apuntar a una tendencia universal en la experiencia humana. Estas prácticas se explican como una manifestación de la profunda necesidad humana de seguridad y estabilidad, sirviendo tanto como una herramienta para navegar en medio de dificultades como una forma de fomentar la conexión y la comunidad entre los individuos. No obstante, a pesar de las explicaciones de las causas que lo inducen, lo cierto es que la humanidad cree que existen fuerzas o energías que pueden lograr protección y bendiciones o daños y perjuicios, a distancia en distintos espacio y tiempo.

Insistimos las maldiciones y las supersticiones existen… si ustedes creen en ellas. Preferimos creer en la Divina Providencia del Universo, a quien le invocamos que siempre nos siga acompañando a usted querido lector, a nosotros y a la humanidad.


María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad y de ¿Quién es el Universo?