La Unión Europea y los Estados Unidos de América aún mantienen el apoyo al interinato del presidente (e) Juan Guaidó, tras culminar —en teoría— su mandato, desconociéndose la usurpación que representa el sujeto de origen ignoto. Mala suerte.
Venezuela dio muestras de su arraigo, convicción y virtudes democráticas aquel día en que, en respuesta a las pretensiones de una reforma constitucional del desquiciado milico golpista echaba por la borda todo el andamiaje que sustenta al Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. Además, en diciembre de 2015 votó mayoritariamente por los candidatos de la alternativa democrática, alcanzando en buena lid la Asamblea Nacional. Que la peste la haya desconocido, bufete propio mediante, entre otros sumisos colaboradores, es otra cosa. Mala suerte, dirán algunos.
El ch… abismo anuló de facto la Asamblea Nacional elegida en 2015, bloqueó el referéndum revocatorio en 2016 y postergó ese año las elecciones regionales. Aun más, instaló una fraudulenta asamblea nacional constituyente en 2017 y adelantó a conveniencia las elecciones presidenciales en 2018. Y para más INRI, la chapuza del 6D próximo pasado, una farsa, un fraude, un simulacro. ¡Mala suerte!
Quien ocupa Miraflores habla mucho; sus peroratas intentan parecerse a las de aquel delirante empeñado como estaba en gobernar a troche y moche a Venezuela. Las interminables cadenas, ayer y hoy, no están dirigidas a informar a la nación sobre asuntos que expresamente indica la ley. Mala suerte.
Pobreza y desabastecimiento, anaqueles vacíos e invasiones de propiedad privada por falta de viviendas, o por diabólico fin de delinquir, niños de la calle en semáforos, indigencia y galopante inseguridad. Las farmacias convertidas en refugios de oración y los cementerios esperando a huéspedes, si es que la familia tiene recursos para unas modestas o dignas exequias y la pandemia lo permite. Mala suerte.
Insistimos, no se ataca la inseguridad con medidas adecuadas y con suficiente voluntad de gobierno; no se garantiza a la ciudadanía el derecho a la vida que es el único que nos permite hacer uso de los demás derechos inherentes a la persona humana, mala suerte.
La corrupción anda por sus fueros, campeando libremente; pareciera que la impunidad está garantizada para los saqueadores del erario; no se ha acabado el uso discriminatorio, injusto y desde luego infame de las nefastas listas, mala suerte. Quieres dólares, muy difícil; quieres un pasaporte, muy difícil; apareces en alguna lista, muy difícil, mientras a los maletines les han salido alas y vuelan, con alacranes como destinatarios, “libres al fin como una paloma”, mala suerte.
Se manipula con el hambre, la miseria y las calamidades del pueblo, mala suerte. Aún subsiste la idea peregrina de consolidar un régimen perpetuo, arbitrario, personalista y dominador de todos los poderes, a toda costa, a todo trance. Al fin y al cabo, sobran los verdes para ese maquiavélico propósito. Mala suerte; pero el pueblo es sabio.
Se vive con la permanente amenaza a la libertad de pensamiento, opinión y expresión que anuncia cierres de medio de comunicación, amenaza a periodistas y a medios, y a todo aquel que disienta. Para el ch…abismo, la oposición es semiológicamente culpable. Mala suerte.
Nos sitúan en una inexplicable guerra o conflicto con nuestros inmudables vecinos colombianos (ayer hermanos, hoy cachorros o vasallos del imperio), mala suerte. Condonamos deudas, mientras Venezuela vive tantas carencias, dificultades y asimetrías sociales, mala suerte.
Desde luego que nada de esta pava ciriaca (lo máximo en mala suerte, más fuerte que la «pava macha») nos alegra, pero sí nos llama a la reflexión acerca de lo que debemos hacer para que nos alcance el día de nuestra suerte.
¿Cuándo llegará, cuándo será?