Sesenta años atrás, al país lo anegó una violencia inaudita e injustificable. La rápida y eficaz construcción de un imaginario social hazañoso y romántico desprendido de la llamada Revolución cubana, propio de la guerra fría en toda su peligrosa y muy atómica plenitud con la consabida crisis de los cohetes, dificultaba una respuesta contundente del gobierno de entonces. Y, no obstante, la dio con la convicción y el coraje necesarios, camino a una convincente pacificación que un poco más tarde reincorporó a los insurrectos a la vida republicana.
Intensificadas las acciones de octubre-noviembre de 1960 de una autoría y responsabilidad negada ante la opinión pública y el foro parlamentario, después las redoblaron entre octubre-noviembre de 1963, alzada la izquierda marxista nada más y nada menos que en armas, respaldada y financiada por la dictadura habanera. Esta vez, decidieron el sabotaje masivo de las elecciones generales de principios de diciembre, plagando de tachuelas la ciudad capital y con un literal como regular ametrallamiento público que también tuvo un saldo de muertos y heridos, por no mencionar los consabidos sucesos e inevitables efectos de El Encanto.
Las ediciones de El Nacional de aquellos días, dieron cuenta de los disturbios y del sorpresivo e indiscriminado tiroteo de hora y tanto por la céntrica y concurridísima esquina de Miracielos, replicados en otros lugares de Caracas y de las principales ciudades del país (https://lbarragan.blogspot.com/2013/04/las-otras-elecciones-luis-barragan-un.html). Un sesudo reportaje de Víctor Manuel Reinoso para la revista Élite (Caracas, N° 1992 del 30/11/63) daba también cuenta de los numerosos actos subversivos desarrollados que incluyó la curiosa caravana fúnebre supuestamente orientada hacia el Cementerio General del Sur, portadora de un ataúd sin cadáver.
Jamás ha ocurrido algo equivalente en el curso de los eventos plebiscitarios del presente siglo, pero el régimen exhibe a la oposición –subrayemos– desarmada, como expresión de una ilimitada violencia, heredera de los lejanos y represivos gobiernos democrático-representativos que el ardid publicitario los convierte en muy cercanos e inescrupulosos. Todavía tan rentable aquel imaginario, aún huérfanos de un eficiente y unitario contradiscurso opositor, actualizado y sustentable, luego de los comicios primarios, las víctimas devienen victimarias por el morbo de una fácil conversión propagandística.
Hay más de majadería y extorsión en la promoción de una paz que el poder establecido acepta sólo como circunstancial e irrisoria, exponiéndose como garante frente a la guerra civil y, ahora, la internacional que jura haber atajado y ataja a propósito del lenguaje empleado respecto a Guyana. Autoridad moral alguna tienen los socialistas de esta hora, obligada la oposición al desarrollo de una discursividad para la genuina, justísima y duradera paz reclamada por la Venezuela que sufre de la violencia dentro y fuera, explícita y también implícita a juzgar por el fallecimiento de una honesta e inocente familia que inhaló el gas doméstico carente del olor característico y preventivo de muy antes, mientras dormía; valga acotar, diciendo y mucho, la madre era ejecutiva de SenosAyuda, una institución voluntaria al servicio de las demás.
@luisbarraganj