29 años son suficientes para una mirada objetiva, y realizar un análisis del tiempo histórico transcurrido del aciago 4 de febrero de 1992.
Recordamos como si fuera hoy las imágenes de los tanques irrumpiendo contra el Palacio de Miraflores para derribar a un gobierno constitucional. Se correspondían con las del imaginario- no las vivimos- de los madrugonazos militares, en particular, el perpetrado contra Rómulo Gallegos, un monumento a la dignidad e integridad, magnífico maestro de juventudes.
Formados en los principios republicanos de lo que significa vivir en democracia, rechazamos desde el principio la patética imagen de un hombre sombrío, que despedía hedores del nefasto pasado autocrático.
Los atrabiliarios vengadores no solo dejaron intactos los viejos mecanismos de la corrupción, principal causa de lucha, sino que crearon otros variopintos.
El usurpador acusaba a su compañero Ramírez, del círculo íntimo del galáctico, de llevarse todos los dólares, y constatamos como los farsantes autodenominados “los puros” fueron peores, resultando crueles violadores de los derechos humanos.
Insurgieron por el mal estado y debilidad de los servicios públicos y, 29 años después, padecemos los peores servicios en los bienes esenciales de la educación, la alimentación, el agua, la luz, la salud, la infraestructura y las telecomunicaciones.
Denunciaron la situación de las empresas básicas y nacionalizaron, un botón, Sidor, para que se perdiera y destruyera, hoy, ni la sombra de lo que fue.
Aquel 4 de febrero no nos produjo ninguna alegría porque veíamos claramente que un golpe militar le abriría espacio a la dictadura y los problemas de las capacidades de producción no se resolverían por el control directo de las armas.
Defendiendo al pueblo acabaron con las elecciones transparentes y sepultaron la alternabilidad. Permitieron la jamás vista corrupción de compañeros de partido y de armas. Y el presupuesto nacional considerado la mayor demostración de transparencia no se le presenta al país.
El asesino Fidel Castro resultó ser el gran estratega para dominarnos y abolir las libertades fundamentales. Un militar de tercera y nefasto, por sus afinidades políticas y personales, lo convirtió en el espejo que le gustaba reflejarse.
El falso viejo héroe sobreactuado con un fusil en el hombro, sin escrúpulos, lideró a los golpistas del 4F al desvalijamiento histórico del que ha sido objeto Venezuela, Esequibo incluido. Subordinarnos a Cuba ha sido la mayor afrenta, la insertaron aquí como si fuera potencia mundial. La corporación criminal la convirtió en exportador de petróleo a costa de nuestra ruina. Así pagan los forajidos el altísimo precio de una patente, consistente en la dominación y humillación de una nación que le hicieron perder hasta la soberanía.
La llamada Gran Colombia para distinguirla de Colombia, la actual, resultó la más ambicionada creación política del Libertador. En clave de dimensión abarcadora e integral, no dividiendo en parcialidades restringidas, sino ensamblado en unitaria estructura regiones y gentes que tenían un común origen y debían alcanzar un destino común independiente.
La decisión del presidente Duque de brindar un estatus temporal de protección a la diáspora venezolana es hija legítima de la visión noble del grande hombre. Somos naciones hermanas.
Fidel Castro se convirtió en maestro de estrategia de dominación permanente de una claque criminal, a costa de la muerte y miseria de una nación.
Lamentablemente la oposición del G4 no ha dado con la estrategia para alcanzar la reconquista de la libertad, ya es hora de que otro liderazgo lo intente y logre. Así lo creemos y apostamos.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!