Buenos Aires expresó el viernes “estupor y consternación” porque el régimen chavista revocó la invitación para que el expresidente de Argentina Alberto Fernández actuara como observador internacional en las presidenciales de ayer, lo que no fue solo una afrenta a la institucionalidad democrática de ese país, sino también una traición contra uno de los amigos más cercanos de Nicolás Maduro.
La medida se debió -según el exmandatario de Argentina- a unas declaraciones que dio instando a respetar el proceso democrático, que causaron molestias y generaron dudas sobre su “imparcialidad». Pero más bien reflejó la exasperación de Maduro, acosado en las calles por multitudes que gritaban los nombres de María Corina Machado y Edmundo González.
El lunes 18 de abril de 2022, cuando aún era presidente, Alberto Fernández anunció el restablecimiento de relaciones plenas con Venezuela porque los problemas de este país se habían ido «disipando con el tiempo”, lo cual fue visto como un intento de ocultar la realidad para echarle una mano al régimen de Maduro, investigado por crímenes de lesa humanidad.
Adicionalmente, Fernández buscaba aprovechar la presidencia pro tempore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) para aceitar el vínculo con el gobierno de Maduro, ansioso a su vez por conseguir reconocimiento internacional.
Pero todo desembocó en un amplio rechazo de la oposición argentina y el exilio venezolano con el fin de impedir la visita del chavista a Buenos Aires para asistir a la VII Cumbre de la Celac el 24 de enero de 2023 en el Shetaton Buenos Aires Hotel & Convention Center de la capital argentina.
Maduro denunció entonces un “plan de agresión”, pero en Argentina dijeron que no acudió por miedo. Lo cierto es que el anuncio del jefe del régimen chavista de cancelar su visita ocurrió después de que se supo que la aguerrida dirigente Patricia Bullrich tenía previsto denunciarlo a la DEA para que fuera detenido al llegar a Buenos Aires por ser jefe del Cartel de los Soles.
Ese episodio hizo recordar que en marzo de 2022 una jueza argentina libró una orden de captura contra Diosdado Cabello ante la sospecha de que este intentaría entrar a ese país por la provincia de Jujuy, en la frontera con Bolivia. Un alerta con su fotografía señalaba que “tendría pedido de captura por parte de Estados Unidos”, en una causa en la que está acusado de narcotráfico, y probablemente también causó miedo.
La exigencia del régimen venezolano -revelada por Nicolasito en diciembre de 2022- de que se le quite “el precio por la cabeza” de Nicolás Maduro (15 millones de dólares), impuesto en 2020 por Washington para conseguir información que condujera a su arresto o enjuiciamiento, parece formar parte ahora de negociaciones secretas con el gobierno de Biden en busca de amnistía.
Mientras se definen los términos de ese perdón -si al final se hace algún mérito para ello- es posible que el miedo continúe desvelando a Maduro, tanto como para traicionar a un amigo tan cercano como Alberto Fernández por coincidir con Lula, otro amigo suyo. Ambos, antes que contribuir a generar “una suerte de desestabilización del proceso electoral”, han desestabilizado a quien pretende desconocerlo.