Ganar por paliza las elecciones presidenciales en los próximos meses y lograr encaminar al país por el sendero de la transformación y bienestar social con el respaldo absoluto del pueblo venezolano no depende de un equipo de 10 o 20 personas, depende de la consulta a todo el pueblo venezolano sobre la oferta electoral y la innegable reforma del Estado.

Indudablemente, una nación fragmentada, en ruina económica, física, ética y moral de su población, degradada y absolutamente desprestigiada la clase política e instaurada la era de la exaltación de los antivalores, tiene un origen y una razón. No son precisamente los hombres y mujeres más preparados quienes han gobernado forzadamente por más de dos décadas este país.

Las diferentes etapas mal cumplidas en esta era declarada en revolución han mostrado la incapacidad de todos los sectores involucrados. Hemos vivido periodos de gobierno sin ningún programa de desarrollo real y sostenible del país. La improvisación socialista que aún se declara en construcción de su modelo ha dilapidado recursos de enorme cuantía en su frenesí, en principio ideológico y seguidamente transformado en un torbellino de políticas fallidas y escándalos de corrupción que llevaron a Venezuela a los niveles de pobreza y abandono más elevados en el mundo.

El desgaste del régimen y la oposición tradicional los coloca hoy en día en niveles ínfimos en su calificación y aceptación, que los hace acreedores del rechazo absoluto del pueblo venezolano, que en este momento persigue cambiar radicalmente esta realidad y juegan conscientes y esperanzados, a deslastrarse de los ideólogos, promotores,  protagonistas y  aparentes opositores a este megafraude político nacional que detuvo la descentralización del poder en Venezuela.

Los venezolanos han depositado en estos momentos de angustia y desasosiego  permanente, pero también de efervescencia y calor, en medio de infinidad de dificultades, carencias y necesidades que padecen, toda su confianza en la figura de una mujer calificada como María Corina Machado, que resquebrajó y anuló cualquier posibilidad de que Venezuela siga siendo desangrada, saqueada, controlada, destruida, entregada e irrespetada por quienes hasta ahora persisten y pretenden infructuosamente sostenerse en el poder, que ejercen irregularmente, pero que ya no representan, como en el pasado, a la mayoría del país.

La nueva era democrática, liberal y de transformación profunda planteada y ofertada a los venezolanos, absolutamente antagónica al socialismo del siglo XXI, debe estar fundamentada, sostenida y consolidada por la discusión y aprobación del pueblo venezolano de todas las regiones del país. Una oferta electoral producto de la discusión cupular que parta de ese modelo centralista fracasado y obtuso que pretenda ser impuesto sin consultar a quienes esperan un gobierno distinto está condenado al fracaso, simplemente porque cada ciudadano en este país quiere ser protagonista de esta gesta y corresponsable de la acción efectiva de la anhelada descentralización y autonomía de las regiones.

Aquí no se trata de un borrón y cuenta nueva, donde la impunidad se crezca e institucionalice. Esta era libertaria va acompañada de la acción reivindicatoria que espera toda la sociedad venezolana, hoy martirizada y complejamente desnaturalizada. Los numerosos y casi incuantificables escombros producto de la destrucción y debacle de las instituciones y heridas muy profundas que ha dejado la revolución socialista demandan la atención y acción necesaria de cada uno de los ciudadanos y muy especialmente de los dirigentes, actores, líderes y todo aquel que pretenda protagonizar el cambio.

Al hablar de la era reivindicatoria nos referimos a que las decisiones futuras deben tomar en cuenta que cientos de venezolanos murieron cruelmente en las protestas, a los que han sido víctimas de persecución, detención arbitraria, juicios amañados, torturas, exilio y destierro, además de los millones que decidieron huir del país hacia otras latitudes buscando mejores condiciones de vida -muchos de ellos han fallecido en el intento o producto de la xenofobia-. Producto de la destrucción del sistema educativo desde el preescolar hasta el nivel universitario, la deserción de la juventud ha sido abismal, no hay condiciones mínimas para educarse con hambre y sin docentes, mucho menos programas alternativos que incentiven al estudio. Esta situación basta para determinar la debacle del país donde sus gobernantes le declaran la guerra a la educación y por ende a las familias venezolanas. Miles fueron expropiados y confiscados sus bienes, otros invadidos, maltratados física y jurídicamente. Millones de pensionados han vivido en la miseria siempre esperando la muerte en condiciones precarias e inhumanas. A cientos de miles de trabajadores de la administración pública les fueron robadas sus prestaciones sociales en especial en la última década; hablamos de profesionales de todas las ramas que perdieron toda una vida de trabajo por los caprichos y políticas confiscatorias y esclavistas del régimen.

Otros miles de venezolanos ante la continua violación de los derechos constitucionales han padecido y fallecido en los centros de salud o en sus casas por no contar con los recursos necesario para enfrentar enfermedades y padecimientos de diferente índole por el desmantelamiento e inoperancia de los sistemas de salud. Miles de pequeños y medianos empresarios y productores de todas las áreas de la economía del país quebraron por las políticas económicas fallidas y las devaluaciones permanentes que aplico el Estado venezolano y el deterioro progresivo del sistema financiero nacional, la falta de crédito y financiamiento, la falta del buen funcionamiento de todos los servicios públicos y garantías constitucionales para la inversión, además de la presión y persecución tributaria en todos los niveles. Esto por detallar algunas realidades, donde más de 30 millones de venezolanos por estas y otras miles de razones más quieren expresarse, desahogarse, aportar su trabajo y esfuerzo, para que depuesto el régimen de Maduro se creen los mecanismos que restituyan la justicia, se cuantifique el daño patrimonial y se hagan los esfuerzos para recuperarlo.

Recordemos que la era del interinato creó una gran expectativa en la gente y en sus inicios logró un respaldo emocional sin precedentes, encarnada en la figura de un desconocido que terminó en otro escándalo y acción política opositora fallida y para muchos vergonzosa.

Este capital emocional actualmente cobijado en la esperanza de cambio y promesa de liquidación del socialismo del poder, se le debe consultar permanentemente, para lograr capitalizarlo y organizarlo, no solo para las elecciones presidenciales, sino para todas las consultas y acciones posteriores que serán necesarias para que lo emprendido y diseñado sea exitoso. Debe haber una conexión real y directa donde sean los ciudadanos que opinen, planifiquen, decidan, propongan y desarrollen las políticas futuras.

Estamos en primera instancia en una lucha de índole electoral, no convencional, en condiciones desventajosas. Con las instituciones todas al servicio de nuestro contendor, sin embargo, la población entera espera integrarse bajo los mecanismos idóneos y canales de participación para hacer su parte.

Quienes tienen la tarea del diseño final estratégico para enfrentar al régimen decadente están en la obligación de incluir en su visión el resultado del debate y consulta nacional. Nadie se quiere quedar por fuera. La tecnología, las experiencias, ejemplos y resultados en su aplicación son imprescindibles para ser acertados en los pasos que deben darse en las etapas que vienen. Los tecnócratas fundamentados en hipótesis y los sectores conservadores que le temen y huyen al avance científico y tecnológico están creando un ambiente de tranquilidad al régimen y al tradicionalismo político, que inmerso en sus caducas estrategias alimenta el continuismo por omisión y se retroalimenta para seguir siendo oposición.

Maduro espera con sus aliados, el Alto Mando Militar, policial y organismos de seguridad y represión del Estado, que la oposición se comporte como tradicionalmente lo ha hecho. Si los partidos políticos siguen manejándose con las estrategias de siempre se está garantizando la división a través de los famosos lineamientos del centralismo y se está contaminando la opción de triunfo que el pueblo venezolano construye. El fanatismo de algunos sectores quizás no ayudan a la causa, al pretender mostrar un solo escenario político para este año 2024, cuando la realidad es que se manejan varios, para los cuales hay que prepararse innovando, siendo creativos, racionales y estratégicamente acertados, utilizando todas las herramientas de lucha civilista que supere a la comunista militarista, que es por la que se guía el candidato de la revolución.


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