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Maduro, Putin y la banalidad del mal

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Nicolás Maduro se siente fortalecido por el apoyo incondicional que Vladimir Putin le ha dado en estos últimos años a cambio de las riquezas minerales de Venezuela. La explotación  del Arco Minero en el sur del país ofrece al Estado venezolano un mecanismo para solventar la grave crisis económica que ha atravesado, con la extracción de inmensas cantidades de hierro, aluminio, bauxita, oro, coltán y diamantes. Es un ecocidio que ocurre en la cara de la Comunidad Internacional sin la menor protesta de los sectores internacionales que abogan por la protección del medio ambiente. Ese territorio ha sido entregado a las Fuerzas Armadas que colaboran con sectores de la delincuencia organizada y miembros de las FARC que hacen del lugar un caldo de cultivo criminal que se exporta a todo el continente.

Es difícil comprender cómo a consecuencia de una pésima gestión, se haya convertido a un país en una muestra de diferencias sociales abismales. Es que, en la Venezuela de hoy, convergen 5 clases sociales diferentes. Una clase media profesional empobrecida, cuyos hijos forman parte de la gran migración universitaria repartida por los 5 continentes. Un sector populoso de pobreza no censado que vive en condiciones infrahumanas que ha empezado a salir a pie por la frontera que representa parte de la crisis humanitaria que vive América Latina. Un pequeño sector vinculado con el poder político que derrocha la opulencia de una corrupción jamás vista en Venezuela, presuntamente vinculada con el crimen organizado y el narcotráfico que ha sido sancionado por el tesoro estadounidense y sus Cortes Federales. El aparato institucional educativo se encuentra desmontado y los niños de escasos recursos crecen sin formación ni educación cívica lo que ha originado un daño antropológico en Venezuela que se exporta con peligrosa rapidez.

Como si fuese la invasión de Putin, Maduro con su desgobierno, ha creado y exportado por todo el continente parte de esa estructura social lastimada, convertida en una corporación criminal cuyo nombre fue tomado de los sindicatos azotados por la delincuencia de Aragua, en la inconclusa obra de un tren que generó una casta de millonarios vinculados al régimen, lastimando el tejido social de seguridad pública de los países de la región. Y como si fuese poco, desde el deformado sistema penitenciario venezolano, que convirtió las cárceles en hoteles de 7 estrellas de prostitución y vicios, se subcontrata a esos peligrosos delincuentes para imponer el desahucio en las calles de los países vecinos. Motochorros, sicarios, narcos han aplicado su ley tenebrosa en las calles de Santiago de Chile y otras capitales, obligando a la sociedad a encerrarse en sus hogares con un toque de queda personal y temeroso.

No sólo ese peligro acosa a la región y amenaza con aumentar en la medida en la que Maduro se afianza en el poder, sino una nueva guerra mundial, persigue a Europa y tiene su protagonista en un exmiembro de la extinta KGB que ha visto en la OTAN y su crecimiento hacia el Este una amenaza potencial. Sin embargo, y sin pudor, ha hecho de Venezuela su cabeza de playa para atacar a Estados Unidos cuando la situación se complique en Europa. Esto debe estar siendo ponderado por Tanques de Pensamiento de Política Exterior en Estados Unidos y el Departamento de Defensa.

El mundo ha retrocedido a los años más peligrosos de la Guerra Fría, cuando las tensiones entre la Unión Soviética y Occidente llevaron a la Crisis de los Misiles Cubanos.  Esta tercera década del siglo XXI está siendo testigo del posicionamiento tenebroso de sanguinarios y peligrosos dictadores, solo comparables con Benito Mussolini, Adolfo Hitler, Hideki Tojo, Leonidas [Chapita] Trujillo, los dictadores del Jemeres Rouges en Camboya y otros dictadores que lastimaron algunos años después, a sus pueblos con un impacto poderoso en sus vecinos. No por menos se originó la Primavera Árabe, como una respuesta cívica, desordenada y violenta a la maldad, hecha gobierno.

Maduro, Ortega y Diaz-Canel se suman bochornosamente a una lista de autócratas y hacedores de maldad. En efecto, Putin con su agresión a Ucrania, Xi Jinping con su amenaza constante a la independencia de Taiwán, Kim Jong-un con sus amenazas permanentes contra Corea del Sur y Japón; y Ebrahim Raisi supremo de Irán con su permanente asecho nuclear contra Israel, y más recientemente la mutua comisión de crímenes de Lesa humanidad de Hamas e Israel, son panoramas que avisan de una Guerra Global gestándose en las diferentes regiones del mundo.

La ventana de libertad de los venezolanos

Cuando los enemigos de la libertad sacan sus garras, los amantes de la paz y de la democracia preparan sus votos. La ventana de libertad electoral que Venezuela tiene, por mandato de la Constitución promulgada por Chávez en el 2000, es una oportunidad para iniciar los cambios que Venezuela necesita. En unas elecciones amañadas, sin garantías, en la cual Maduro pretende decidir contra cuales supuestos opositores va a competir, la sociedad venezolana se prepara para ir a votar.  Esperanza siempre habrá en la abuelita que tiene a sus hijos y nietos en Chile, para el abuelo cuyo hijo se enlistó en la Infantería de Marina estadounidense, para Pedro y María, cuyos hermanos son Uber en Argentina y Colombia. En fin, existe esa esperanza para toda la sociedad que en un insólito 87%  de ciudadanos quieren un cambio, venga de donde venga. No se trata de un partido político de oposición, muchos muy desprestigiados y abandonados, sino de una esperanza que se ha capitalizado en la figura de la injustamente inhabilitada María Corina Machado.

A pesar de la explicación jurídica que se ha dado a todo el mundo sobre esa arbitrariedad, para no desmontar la esperanza de la gente, Machado designó a una académica, la profesora Corina Yoris, que la sustituirá en el tarjetón electoral y que constituiría con ella, una fórmula presidencial. Sin pudor alguno, Maduro la inhabilitó también simplemente porque es el hombre fuerte de Venezuela. Ante esta arbitrariedad mayor, los presidentes Lula y Petro, elevaron sus voces de protesta y un silencio sepulcral se apoderó tanto de la cancillería venezolana como de Miraflores. Toda aquella persona que represente un peligro electoral contra Maduro, simplemente lo inhabilitan, sin explicar mayores razones que: “Es la Ley electoral y somos soberanos”. Maduro poco a poco va cerrando las puertas a una verdadera elección y se vislumbra un panorama parecido al de 2018.

¿Qué va a pasar el 28 de julio, día de las elecciones, con una sociedad harta y muerta de hambre y un dictador multimillonario que, desvergonzadamente baila en tic toc burlándose de todo el mundo? Lo triste es que baila sobre la sangre de los jóvenes mártires y los presos políticos y torturados que a esta hora sufren en los centros de tortura que existen alrededor de todo el país, cual campos de concentración. ¿Seguirá inactiva la comunidad internacional y la muy lenta justicia de la Corte Penal Internacional? El mundo en el que vivimos ha generado grandes malvados con poder que, no parecen medir las consecuencias de su absoluta impiedad hacia sus pueblos y vecinos. Grandes malvados con una vil burocracia que los acompaña y obedece, sin protestar las consecuencias éticas de su maldad.

Como el gran pupilo de Vladimir Putin, digno de ser llamado el hijo de Putin, Maduro seguirá lastimando a su pueblo y a la comunidad internacional y no entregará el poder. Para que haga eso, deberá sentirse temiblemente amenazado y contar con una salida de escape que le permita guarecerse en cualquier lugar del mundo. La realidad humana es que nadie entrega el poder para ir preso. Eso no va a pasar. Como todo el país, guardo la esperanza de que algo deberá ocurrir. El mal puede ser más cruel aún, en su absoluta banalidad, citando a la gran académica Hannah Arendt, el ser humano que no reflexiona sobre lo que hace en el ejercicio del poder, puede llegar a ocasionar males extremos, infinitos.

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