Venezuela se convirtió en un terreno atípico digno de analizarse y documentarse minuciosamente para la historia. Siempre fue minado por el régimen con la pólvora de la desesperanza y progresivamente por el fatídico y cruel control social, pero evidentemente el pueblo venezolano ha reaccionado ante el deterioro ya casi indescriptible del país y a lo escandaloso de los niveles de corrupción, saqueo y vandalismo ejecutados por el modelo socialista. Estas aseveraciones pasaron de ser un cuento de una nación devastada por un modelo político a una imagen palpable e imborrable que se aprecia en cada rincón del territorio nacional urbano o rural, en cada institución del Estado, en absolutamente todo el aparato productivo del país y, lo más evidente y elocuente, en cada familia.
Los temerarios del régimen han hecho anuncios que a criterio de muchos revisten objetivamente un carácter fallido. Sus acciones desmedidas frente a una sociedad dispersa y en modo subsistencia han causado un efecto contrario al que ellos persiguen. Todo en este momento gira en torno a un futuro proceso electoral presidencial formal que debe ejecutarse en el año 2024. El régimen deberá en los próximos meses fijar la fecha de caducidad o vencimiento del proyecto bolivariano.
La política de judicialización de partidos políticos para desmontar a un sector de la oposición se hizo efectiva y fueron unos despojados de sus siglas y otros ungidos para conducirlos en favor de los designios de Miraflores. Casos AD y Copei. Ramos Allup y Roberto Enríquez quedaron en duelo o resistencia, como ellos lo llaman, mientras los sustitutos mercaderes de la política, Bernabé Gutiérrez en AD y Miguel Salazar en Copei, ambos arrastrados y amamantados por el sistema imperante, ensayaron con la división exigida por sus benefactores en el proceso electoral regional de 2021 y cumplieron con éxito su tarea, que posteriormente causó una oleada de concientización ciudadana de sus componentes que han generado la deserción en desbandada casi absoluta de sus militantes para respaldar otra opción que garantice la derrota del señor Maduro y todo lo que representa. Ambas tarjetas, la blanca y la verde, como instrumentos de capitalización del voto en los procesos electorales, dejaron de ser una opción y la consigna de sus seguidores es: “Recuperaremos nuestros partidos cuando gocemos de libertad y se practique de nuevo la democracia en Venezuela”. Es obvio que la unidad nacional se está consolidando en medio de la diatriba partidista y sus estrategias mediáticas. Basta mirar el promedio de las encuestas para determinar el creciente rechazo a la partidocracia en el país, que aumentó de 65% en el año 2022 a 86% en la actualidad. Los motivos que llevaron a los venezolanos a engrosar esta astronómica e irreversible cifra no los señalaré porque todos los conocemos y los sentimos al acostarnos, al levantarnos, y al buscar el sustento y difícil bienestar familiar.
Otras organizaciones políticas de menor cuantía y relevancia que dicen ser de oposición, junto con algunas figuras “relevantes” y conocidas, sabanean en los suburbios de la necesidad y la pobreza , bajo el engaño , la manipulación y la compra de conciencias de algunos dirigentes en el país, para lograr mostrar algunos cuadros casi todos desdibujados en sus regiones para cumplir con el compromiso con quienes le sustentan y les permitieron constituirse ante un CNE viciado y complaciente, sin más recaudos que su lealtad al mal que corroe la nación. Quisiera nombrarlos, pero no vale la pena enunciar esta centena de apátridas que gozan del desprecio de la gente y la evidencia es que ninguno marca algo en las encuestas y mucho menos le pueden hablar al país por la carga de inmoralidad que representan.
Estamos en un proceso de primarias para decantar la sobreoferta electoral, todos vivimos capítulos de suspenso de la participación o no del CNE en esa consulta y finalmente el régimen actuó para descontrolar el proceso de la oposición y terminó ayudando a la comisión de primarias a definirse por las elecciones manuales y sin el controversial CNE.
El anuncio del cambio en la conducción del CNE es otra parodia en la que salen a relucir todas las fichas importantes de la revolución para ejecutar un mandato del Ejecutivo, que persigue mantener el control de órgano rector, que lo tienen de siempre, desde que se consolidaron en el poder. Es igual que cambien al ministro de la Defensa por otro que controlará el Plan República. ¿Cuál sería el efecto si siempre han controlado el Plan República? El índice de rechazo al modelo socialista es contundente. Es una cifra que marca su salida de Miraflores frente a un proceso electoral. Solo son movidas falsarias y efectistas para remozar la imagen de poder absoluto institucional que deberá enfrentarse a una fuerza indetenible e invencible de 90% de los venezolanos, cifra hasta ahora consolidada, que podría aumentar ante el esclavismo y deterioro sostenido de la economía doméstica y paralización de toda actividad lícita en el país.
La presión que se ejercía sobre los funcionarios, que era la herramienta fundamental de chantaje electoral es ahora y a medida que pasa el tiempo razonablemente inofensivo, donde los salarios simbólicos y el asalto y robo de prestaciones sociales y beneficios desmembraron el bienestar de los trabajadore, por lo que ser amenazado con votar un funcionario de la administración pública se convirtió en un privilegio.
El pueblo venezolano sabe que el régimen hace y hará lo posible por cercar el avance del triunfo ciudadano, pero es una realidad que todas sus herramientas están melladas y el peso del poder no podrá superar, ni revertir el resentimiento de la población hacia el modelo socialista y mucho menos vencerá el sentimiento creciente de cambio y transformación que a todos los niveles se fomenta y consolida.
La oposición debe seguir su camino hacia el evento electoral nacional presidencial, sin morder el peine de la violencia que es el último cartucho del régimen para justificar cualquier opción que corra la fecha de permanencia en el poder.
Cualesquiera sean los escenarios futuros en el ámbito preelectoral influenciado por la perversidad de quienes ostentan el poder conlleva a la unidad nacional en torno al liderazgo que represente la primera opción. El régimen seguirá actuando y el pueblo venezolano unido también. Cuando estamos a mediados del año 2023 Maduro pierde abrumadoramente las elecciones y para el 2024 el escenario será aún más difícil para ellos, no importa lo que hagan, digan o alardeen. Su predecible derrota será proporcional al alto grado de pobreza que ha fomentado y al nivel de humillación y vejación a que ha sometida la nación.
Seremos los venezolanos a corto plazo protagonistas de la transformación política mundial donde ya se comienzan a realizar esfuerzos de unidad para enfrentar el progresismo, la agenda 2030 y todos los esquemas derivados de la izquierda en el mundo que van en contra de la familia, los valores, la soberanía de las naciones, la democracia y los derechos humanos y fundamentales en cada nación. Les aseguro, Venezuela está cambiando y jugará en un futuro un papel preponderante en esta cruzada contra el mal.