El fracaso de la “revolución bolivariana” ha sido de tal magnitud que ha obligado a sus dueños a hacer dos grandes virajes. En el plano económico, liberaron los precios y la posesión de divisas. Aprendieron a sonreírle a empresarios y a anhelados inversionistas. Dejaron de caerse a embustes sobre los logros de su “socialismo” de controles y de reparto. Porque, en escasos años de gestión, había reducido la actividad económica del país en tres cuartas partes, destruido a la industria petrolera, desatado una de las peores hiperinflaciones conocidas y empobrecido como nunca a la población.
Pero el viraje económico no fue suficiente. Maduro sintió el imperativo de legitimarse políticamente. Sin legitimidad, no tendría acceso al oro venezolano guardado en el Banco de Inglaterra, los 5 millardos de USD en DEGs asignados a países en desarrollo por el FMI, ni la posibilidad de concertar empréstitos. Menos podría conseguir alivio a la gigantesca deuda pública externa. Después de haber trampeado las elecciones presidenciales de 2018 y provocado su peor crisis de gobernabilidad de su mandato —desconocido por más de 50 gobiernos democráticos, amenazado por una presidencia interina que, a comienzos, contaba con apoyo mayoritario de la población, y aislado de los mercados financieros internacionales—, acusó la vulnerabilidad que significaba continuar con sus baladronadas, como si todo le resbalaba. Accedió, por ende, a firmar los acuerdos de Barbados a cambio de la suspensión de las sanciones impuestas en su contra. Después de 25 años en el poder y ante una oposición dividida, mejor era “cambiar para que no cambiara nada” como dijera, en su oportunidad, el Conde de Lampedusa.
Pero no esperaba que, al amparo de ese acuerdo, se levantase una fuerza incontenible y mayoritaria a favor del cambio, tras la candidatura presidencial de María Corina Machado. El núcleo duro del fascismo optó, entonces, por sabotear su propio viraje político, acordado ante países observadores. Conocemos sus atropellos: persecución y detención de cercanos colaboradores de MCM, alegando su participación en algunas de las siete conspiraciones (¡!) “descubiertas” contra Maduro, inhabilitación tramposa de ella como candidata presidencial, aprobación de un calendario electoral diseñado para perjudicar a la oposición, bloqueo “técnico” de la inscripción de Corina Yoris como candidata de reemplazo y, ahora, la arremetida contra la organización de MCM, Vente Venezuela, acusándola, también, de “terrorista” (¡!).
Tal arrebato de disparates animó al “pescueceo” de personajes anodinos, buscando exhibirse en pro de galardones “revolucionarios”. Yván Gil -funge de canciller- salió tachando de “injerencista” a los gobiernos de Colombia y de Brasil por haber mostrado su preocupación por los impedimentos a la inscripción de candidaturas de oposición. Disparó acusaciones contra el gobierno de Estados Unidos por defender a los “magnicidas” y alertó a la UE de que “tomará decisiones” sobre ella. En fin, un canciller que voló la pata internacional de la ansiada legitimación de Maduro, en particular de su apoyo más valioso, la de sus “amigos” de izquierda, Lula y Petro. Pero le faltó la grosería para estar a la bajura de Jorge Rodríguez, quien le espetó a Lula, Petro y también a Pepe Mujica, que se metieran sus preocupaciones donde mejor les quepan. Total, cerca de 20 expresidentes latinoamericanos, buena parte de los gobiernos de la región, de Estados Unidos, de países de la UE y de otros de interés para Venezuela, ya expresan abiertamente sus temores respecto al proceso electoral bajo Maduro. Y, en la prensa internacional, la principal noticia sobre Venezuela es el fraude que éste prepara para “ganar” esos comicios.
Pero, en realidad, la estupidez más grande para con el viraje para la legitimación fue insistir en la candidatura de Nicolás Maduro. ¿Cómo pensar que, comprometiéndose a realizar unas elecciones libres, confiables, podían ganar con tan repudiado candidato? Reflejo, obviamente, de su craso desprecio por el sentir de los venezolanos: lanzar a quien ha sido el mayor responsable de sus tragedias. ¡No hay manera de que la votación de Maduro llegase cerca, menos contra María Corina Machado!
¿Por qué tanta torpeza? No sólo anula toda posibilidad de legitimarse, sino que, además, imposibilita conseguir recursos internacionales para medio enderezar la economía. Porque no se trata solo de evitar que se le reimpongan las sanciones. Sin reestructurar exitosamente la descomunal deuda externa y sin financiamiento externo, no hay vida. Un Estado carcomido por la corrupción, sin capacidad de prestar los servicios públicos básicos a la población, ni pagar a sus empleados sueldos dignos, sólo perpetúa la actual crisis. Y siendo su única respuesta la represión, acentúa el repudio al régimen fascista.
La razón de tal torpeza es, obviamente, esa, la naturaleza fascista del régimen. No respeta regla de juego ni compromiso alguno que implique su salida del poder, así haya sido tomado ante observadores internacionales. Y, con María Corina Machado de candidata, lo tenían cantado, de realizarse cualquier elección medianamente libre. De ahí, desecharon lo acordado en Barbados por otras “reglas de juego”; represión y escamoteo. Como hemos dicho tantas veces, la política para los fascistas es una guerra.
Como no cuentan con los votos, su apuesta es trampear los comicios, admitiendo sólo candidatos afines a Maduro o que él pueda ganar. Su ilusión es que, camuflando la trampa, no aparezca tal, ¡la cuadratura del círculo! Buscan sumir a las fuerzas de cambio en la desesperación y/o la pelea intestina por atribuirse el candidato unitario e intercambiarse culpas de no lograrse. Lo cierto es que eso ya fue decidido por abrumadora voluntad de quienes decidieron participar en la primaria del 22 de octubre. No es casual que se haya decidido por quien se ha hecho conocer por enfrentarse permanentemente a las marramucias del chavo-madurismo y por denunciar sus atropellos e ilegitimidad. Son estos y no otros, los referentes definitorios de las demandas mayoritarias de cambio de los venezolanos, que Maduro teme tanto. Y así lo atestigua el entusiasmo despertado por María Corina Machado en sus recorridos. Preservar esa fuerza e incrementarla, no puede hacerse resignándonos a escoger al menos malo entre los candidatos aceptados. Y es que así, en frío, difícilmente logre transferirse a quien quede esa enorme potencialidad para sacar a la dictadura. Por tanto, el esfuerzo principal tiene que seguir siendo, con MCM a la cabeza, la denuncia de las trampas de Maduro, tanto dentro como fuera del país. El gran reto democrático es mantener y no defraudar esas fuerzas comprometidas con el cambio, sin desestimar la opción electoral que, eventualmente, podría tener que decidirse. Porque los venezolanos están ansiosos por votar para sacar a estos forajidos. Sólo con la abstención (y/o el fraude abierto), podría ganar Maduro.
Por supuesto que, pateando el tablero e imponiéndose con represión, censura e intimidación, Maduro puede continuar un tiempo más en el poder. Siempre que continúe el apoyo de militares traidores, jueces complacientes y la complicidad de enchufados, bandas delictivas y Estados paria, podrá mantener el régimen de expoliación instaurado, tan caro a todos ellos. Pero su permanencia será cada vez más precaria. Ante la ausencia de posibilidades efectivas de recuperación, la descomposición del Estado y su aislamiento financiero, le será cada vez más difícil satisfacer las apetencias de todos, más ante la indignación y el hartazgo incontenible de una población que se sabe ahora mayoría determinante. Nunca tuvo el carisma de su mentor. La magia que aquel conjuró se esfumó y muy pocos creen ya en sus desplantes. Su suerte está echada, con su desenlace probablemente más temprano que tarde.
Una conseja llanera cuenta que en una fiesta, el dueño de la casa percibe la entrada de una sombría figura, cerca de la medianoche. Sintiendo que se trata de la muerte que viene a buscarlo, aprovecha un descuido para huir despavorido. Montado en su caballo, sale en galope furioso por la noche obscura. Pero en tan exaltado estado de desesperación, no divisa una rama atravesada y se estrella. Moribundo en el piso, se le aparece la figura increpándole: “¿Por qué te fuiste tan lejos, si sabías que venía por ti?”
¿Continuará Maduro huyendo con triquiñuelas y medidas represivas? ¿A qué costo? ¿Por qué prolongar la agonía nacional sabiendo que sus desafueros alimentarán más aún las tensiones? Mejor aceptar unas elecciones creíbles ahora, creando las condiciones para negociar su salida con algunas garantías.
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