OPINIÓN

Maduro, el enemigo del pueblo

por Pedro Luis Echeverría Pedro Luis Echeverría

El problema político fundamental que enfrenta el país en estos días  es que el tiempo histórico del chavismo-madurismo ha llegado a su fin. Con base en su equivocada visión ideológica, el régimen ha intentado sin éxito, durante veinte años y fracción, establecer variadas e infructuosas reformas que han producido perversos resultados colaterales que han  afectado negativamente a toda la población.

El tiempo transcurrido con Chávez y Maduro en el poder ha frustrado las expectativas de aquellos que ingenuamente creyeron, inicialmente, que el régimen los reivindicaría socialmente de la exclusión y la inequidad y que vivirían mejor. Al hacer un análisis retrospectivo de los recursos que dispuso, de los logros y realizaciones alcanzadas, debemos concluir que el régimen  tuvo la mejor de las oportunidades para gobernar, pero la desperdició miserablemente. La desperdició porque ha sido incapaz para conducir los cambios que proponía, porque  ha demostrado una proverbial ineficacia para instrumentarlos y porque no pudo convencer a la población que le acompañara en sus irrealizables sueños. No entendió su momento histórico: el país no quiere el tiempo pasado, rechaza el modelo de sociedad que nos ha querido imponer en el tiempo presente y solo le interesan viables alternativas hacia  el futuro.

El régimen no ha querido adecuar el ejercicio de su administración  a las necesidades reales del desarrollo del país, a lo que este necesita y demanda: un buen gobierno que trabaje positivamente para alcanzar metas de desarrollo, bienestar y progreso cónsonos con los niveles de ingreso que el país percibe y ha percibido. El país necesita modernizar las estructuras del Estado, hacer eficiente y mejorar la productividad de las instituciones públicas y garantizar a los ciudadanos adecuados servicios de salud y educación, seguridad ciudadana y jurídica, un sistema de justicia  y legalidad.

El gobierno obcecadamente responde con más centralización administrativa y más presencia del Estado en las actividades económicas; menos autonomía de acción para los entes públicos y mayor control gubernamental para las actividades privadas. El régimen lo que ha hecho es  retrotraer al país a etapas históricas que ya habíamos superado. Actualmente, se constata  que las instituciones fundamentales de la nación están afectadas al máximo, en su operatividad y credibilidad por la fuerte inherencia presidencial en sus actividades, la corrupción, las equivocadas políticas públicas del régimen y su vergonzante entrega a intereses foráneos.

He allí el monumental fracaso de la gestión pública y política de un gobierno grotescamente ineficaz que aún se mantiene precariamente en el poder, pero al que se le agotó el tiempo y la oportunidad de hacer y crear que le dio  la historia.

La incertidumbre atenaza e inmoviliza a los servidores del régimen. Las ambiciones de sucesión separan a los integrantes de la entente gubernamental; de allí las disputas y desavenencias entre ellos. En la Fuerza Armada hay fuertes vientos de fronda. El desencanto y las frustraciones de los seguidores del régimen cunden a granel. Emerge y crece con inusitada fuerza una férrea voluntad unitaria en los predios opositores. El régimen se angustia porque sabe que el momento histórico y la mayoría de los venezolanos le exigen dejar el paso libre a quienes saben y pueden conducir mejor los destinos del país.

No obstante, debajo de estas circunstancias, en los predios opositores se ocultan la pasividad y ceguera más sórdidas. Todo ciudadano que vive día a día las vicisitudes a que lo condenan las políticas del régimen, debe estar consciente de esto y no debe dejarse engañar por la hueca y putrefacta charlatanería que identifica a Maduro y a sus secuaces. No hay que temer a las dificultades que depara el futuro ni tampoco a los problemas que habrá que  enfrentar; en todo caso hay que pensar que el cambio inmediato del gobierno actual es una necesidad insoslayable para que sea posible recuperar la dignidad ciudadana, la convivencia nacional y la apertura de un futuro más promisor para todos.

La mayoría de los venezolanos tenemos mucho que aprender y desaprender a fin de no cometer errores con miras al futuro. Todos queremos y anhelamos que en 2019 termine, de una vez por todas, la larga noche del chavismo-madurismo y para eso nos preparamos concienzudamente, sin dubitaciones, ni miedos, a librar la batalla decisiva.