Fortalecido como casi nunca antes se encuentra el régimen del terror dominado, increíblemente, por Nicolás Maduro. A ello han contribuido, unos por querer y otros no queriendo, los partidos políticos de la oposición, tan faltos de claridad, de visión, de fortalezas. A ello contribuyeron algunos con las supuestas elecciones de diciembre pasado. A ello contribuyeron también otros con el remedo de referendo. De este modo, el madurismo luce invulnerable.
La previsión certera de desplazar al régimen se diluyó en manos de Juan Guaidó. No se vislumbra ningún cese de la usurpación, el gobierno de transición ni a quimera llega y las elecciones libres son un proyecto imposible de vender para 2024, en la situación de letargo político en la que hoy nos encontramos. Lo que presentan y sobre lo que insisten es en el diálogo de México, como alternativa. ¿Alternativa para quién? Me pregunto, y seguramente no seré solo quien interroga. Las sanciones no han bastado como presión. La calle no motiva ya a quienes han sido una y otra vez desalentados.
La conformidad ante la tragedia está a la orden del día. La gran mayoría solo cuenta con la posibilidad de asirse al mundo mágico: la ocurrencia de un desenlace inesperado, de un mesías – tal vez extraterrestre, no lo sé-, de la fuerza de la naturaleza, o sobrenatural, sobrehumana, de la enfermedad o la calamidad sobre los déspotas. Lo más cercano en una perspectiva no precisamente política, pero que tiene una influencia demoledora en ella es la persecución que le tiene al régimen la Corte Penal Internacional, el emplazamiento, su posicionamiento aquí, con oficinas y seguidores de casos, de víctimas, de victimarios, de hechos. El albur no parece favorecernos con la incidencia deseada. Al menos poco lo ha hecho en estos más de veinte años.
¿Nos espera un destino cubano? Sería bien triste que en una nación tan apegada a la palabra libertad tengamos que soportar por tiempo indescifrable los embates de la tiranía y sus múltiples crueldades. Pero para lograr la liberación debe esta labrarse. Lo que no se ha hecho con propiedad. Para muestra la escasez de resultados favorables. ¿Que estamos tomados, secuestrados? Sí. ¿Que no contamos con las fortalezas indispensables? Es así. Tampoco las tuvieron otros pueblos o el mismo nuestro en otros momentos de amplísimas dificultades.
De la negociación o el diálogo en México igualmente nada hay que esperar. De las sanciones, ya se ve, nada que aguardar tampoco. Me parece que sentarnos a vislumbrar como acontecen los hechos diarios de aquí al 2024, lloriqueando las torturas y el secuestro colectivo, no será lo que rinda frutos. A esta gente hay que empujarla hasta echarla. Solos, con palabras, con votos controlados por ellos y sus secuaces internos y externos no se irán. El proyecto que se presenta hasta ahora es, en su multiplicidad y su inconsistencia, el más endeble de todos estos años. La fortaleza, insisto, de Maduro y su entorno criminal es ahora mayor. Toca enfilar todas, todas, las baterías para conseguir un solo propósito: la liberación. Descuidar ese norte es volver a fracasar y darle continuidad a este despropósito hasta más allá de 2024. Me encantaría equivocarme.