La autorización del Departamento del Tesoro de Estados Unidos (OFAC) a Trinidad para negociar con Venezuela la producción y comercialización de gas de varios yacimientos en el Caribe, particularmente del campo de gas Dragón, ha sido un tema casi reducido al ámbito de los expertos. El hecho, sin embargo, puede leerse como la apertura de una significativa oportunidad para el país y como un reto a la madurez política y empresarial.
La licencia estadounidense, emitida a pedido del gobierno de Trinidad, representa para ese país la posibilidad de reanudar con Pdvsa los negocios temporalmente truncados en materia de producción, transporte, licuefacción y comercialización de gas. Dadas las cambiantes condiciones geopolíticas y las repercusiones de la invasión rusa a Ucrania, la decisión debe entenderse también como una medida orientada a garantizar la seguridad energética del continente y disminuir la dependencia de los recursos energéticos de otras regiones.
Trinidad, el mayor exportador de gas natural licuado (GNL) de América Latina, cuenta con una infraestructura operativa de primer orden y una capacidad instalada para procesar 4.200 millones de pies cúbicos por día (bcfd) en GNL, petroquímicos y energía. Su producción de gas, sin embargo, apenas alcanza los 3 bcfd. Un acuerdo con Venezuela le permitiría importar gas y convertirlo en gas natural licuado exportable. Venezuela, por su parte, cuenta con cuantiosas reservas de gas, y Pdvsa, propietaria y operadora del proyecto Dragón, inactivo desde hace una década, detenta el control de la infraestructura.
Como observa Francisco Monaldi, la licencia emitida permite a Trinidad co-desarrollar el campo Dragón en aguas venezolanas, dotado de 4,2 billones de pies cúbicos de reservas de gas. “Desde el punto de vista de las oportunidades, Pdvsa no tiene mejores opciones en este momento para vender ese gas bajo sanciones”, dice Monaldi. A su juicio tendría que nombrarse un nuevo operador para atraer nuevas inversiones. Llevar el gas venezolano a Trinidad e impulsar el GNL a Europa podría llevar años de inversión y desarrollo, señala. Los técnicos piensan, en cualquier caso, que es un desarrollo posible y rentable, y con futuro.
La autorización a Trinidad para negociar con Venezuela la producción y comercialización de gas significa, desde luego, una ventana de oportunidad en unfuturo energético que se anuncia de grandes cambios, pero, en el cual el gas mantendrá su presencia por más tiempo del esperado. Para Venezuela es de primera importancia evaluar oportunidades de negocio en este campo. Dispone, además, de una Ley de Hidrocarburos Gaseosos más moderna que la que se aplica al petróleo, sin limitaciones respecto a la tenencia accionaria. Según esta ley, las actividades con hidrocarburos gaseosos pueden ser realizadas directamente por el Estado o a través de entes de su propiedad, o por personas privadas nacionales o extranjeras con o sin la participación del Estado.
La reciente firma de contratos entre Pdvsa y Chevron, destinados a reactivar la producción petrolera del país ha revivido la expectativa de las empresas petroleras que abandonaron Venezuela o redujeron su actividad de manera dramática en los últimos años. Para el caso del gas, la flexibilización anunciada está, de hecho, permitiendo negociarlo en el extranjero en alianza con socios como ENI y Repsol, empresas con las cuales evalúa desarrollar negocios en materia gasífera, particularmente con la puesta en marcha del campo Perla, cerca de Paraguaná.
Asumir esta oportunidad va a requerir de una importante dosis de madurez por parte de todos los autores. Madurez en el plano económico, en el de las relaciones internacionales, de las posturas de Estado, de la presencia empresarial. Madurez que se entienda como comprensión y capacidad de diálogo y negociación, dominio del negocio, prudencia, visión de largo plazo, pensamiento estratégico. Si la madurez supone aprendizaje del pasado, implica también capacidad de comprensión y de tolerancia, habilidad para llegar a pactos, visión de la oportunidad, madurez política y económica, disposición a pensar en el país más allá de la contingencia política.
Una postura política más sensata, dispuesta a reafirmar la condición occidental y lo que ello implica en el orden político, económico y cultural facilitará esta madurez que las nuevas condiciones están exigiendo.
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