Aunque en apariencia el traslado de Xi Jinping a visitar a Emmanuel Macron tenía un trasfondo económico comercial, temas de mucho mayor calado estratégico debían ser tratados en esa parte de la agenda no tan pública que siempre hay en los encuentros de dos grandes mandatarios. Pero el resultado de la reunión de los jerarcas de Pekín y París, que incluyó el refuerzo de Ursula von der Leyen como gran jerarca de la Unión Europea, estuvo lejos de tener un resultado plausible.
En la realidad, el tema de los subsidios chinos a la industria automotriz, la competencia comercial entre los dos lados y la desmejora de la situación económica de China y Francia son temas muy gruesos y de enorme contundencia. Pero mucho más lo es la inestabilidad global que está siendo la característica más resaltante del mundo de hoy, alimentada ella por las guerras en curso y por la amenaza de conflagraciones de mucho mayor espectro.
Macron había hecho lo imposible por generar un ambiente proclive al entendimiento, toda vez que sus intereses lo ameritaban. Y por ello había invitado a su par de Pekín a los Pirineos, a la región donde vivía su abuela, para tratar en un medio menos alambicado que el Eliseo, los temas de la postura del gran coloso de Asia en las dos guerras en curso y, sobre todo, para asegurar su apoyo para la paz de los Juegos Olímpicos de París que se inician en julio.
En este último terreno no le costó mucho al jefe del Estado chino prometer a Francia un apoyo que no requiere de mayor esfuerzo: instar a la audiencia planetaria a respetar a la ciudad luz durante los juegos de verano. El comunicado conjunto del encuentro sí exige una “tregua olímpica” pero resulta una adivinanza lograr discernir la manera en que esta tregua se instrumenta.
Donde no pudo avanzarse un palmo es el terreno del desequilibrio flagrante que causa la competencia desleal de los automóviles chinos fuertemente subsidiados a la industria europea. Ante el reclamo del francés -y de Von der Layen, en nombre de los 27- la respuesta del líder chino no pudo ser más lacónica: no existe tal cosa como una sobreproducción de carros en suelo chino.
Otras declaraciones de buenas intenciones sobre cooperación agrícola tuvieron lugar y se reforzaron los compromisos de nuevas inversiones, como en encuentros anteriores. Pero la realidad flagrante es que si en 2015 China contribuía en Europa con 124 billones de euros en la colocación de capitales de riesgo, la caída de estos para el año 2023 ya iba en 40 billones de euros. Como siempre, el discurso y la acción, en el caso de China, no circulan en vías coincidentes
Tampoco en el tema de la posición china en el terreno geopolítico y planetario se avanzó mucho. Mantener a China como un decidido promotor de la paz no pasa de ser un desiderátum ampliamente difundido en lo oficial, pero sin sustento claro. Esta vocación pacifista, por ejemplo, no se da de la mano con la abierta provisión a Rusia de material y bienes de “doble uso” para el caso de la guerra con Ucrania.
Como es costumbre, la tradicional postura individualista de los chinos terminó prevaleciendo. Xi, no bien estrechó la mano del mandatario francés para despedirse, tomó sus bártulos y se embarcó a Serbia y Hungría a negociar otros apoyos. ¡Se trata de dos países que militan a favor de Rusia en la invasión a Ucrania!
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