¿Podría haber llegado al momento preciso para impulsar auténticas y prácticas negociaciones de paz entre los actores de la tragedia venezolana? Pareciese que existe una oportunidad, servida la mesa con otros platos y aderezos a la francesa. Estos podrían nutrir la mente de quienes acudan para mirar posibilidades de otros horizontes.
Con ocasión del Foro de París por la Paz, podría darse la semana próxima, según hemos leído, un encuentro auspiciado por el presidente francés Emmanuel Macron, lo que podría reunir al representante del dictador Nicolás Maduro con Juan Guaidó en representación del país que desfallece; y que reclama de esos actores una salida al desangramiento continuo de nuestra población. Es decir encontrar la paz para esta suerte de guerra atípica que padece Venezuela; sin bombas pero llena de destrucción, hambre, emigración desenfrenada, miedo y muerte; dibujando así un patético panorama de guerra.
La pasada semana reflexionamos respecto de la consideración de la ruta electoral como de máxima urgencia. Vista la estridente amenaza constante del vicepresidente del Partido del régimen, PSUV, de adelantar los comicios a conveniencia, a lo que respondimos que sí, que podría acordarse un adelanto de elecciones pero desde otra perspectiva. Comenzar a resolver las actuales condiciones de calamidad nacional e iniciar la corrección en el modo de manejo del Estado.
Al contemplar el sombrío panorama mundial de agravamiento de la recesión pospandemia, más la invasión de Rusia a Ucrania y sus efectos más allá de Europa, todos los venezolanos deberíamos exigir que se aproveche esta ocasión para llegar al primer lógico acuerdo, que es proteger a nuestro pueblo de más y aún mayores sufrimientos. Después de todo el largo período de confrontaciones y empobrecimiento, con deterioro de los servicios básicos de agua potable, producción, transporte y distribución de alimentos, atención médica adecuada, luz eléctrica, deterioro sanitario y pare de contar, deberíamos concluir que nos ha llegado la hora de reencontrar caminos de acuerdos y medidas prácticas inmediatas de alivio para nuestra gente; o en su defecto será una escalada de reacción popular que se intensifique en un conflicto fratricida de proporciones indeterminadas lo que habría de ocurrir.
El precio de no atender la realidad en una etapa mundial de complejas dificultades nos depararía aún más graves pérdidas ante el profundo debilitamiento que nos han ocasionado dichas disputas. Como por ejemplo tenemos la situación de Pdvsa y los activos de la República congelados en el exterior, con Citgo a la cabeza. Estos pudiéramos definitivamente perderlos, así como también la amenaza de pérdida de parte de nuestro territorio nacional con Guyana; la cual ha estado presionando para una decisión de modo contrario a lo acordado en el laudo arbitral entre las partes, de modo directo y pacífico, y que se pretende aprovechar de nuestra debilidad institucional para precipitar tal decisión que nos despojaría de lo que históricamente nos corresponde.
Al solo mencionar esos dos importantes ejemplos anteriores, de recursos con los que podríamos contar, y aprovechar, como oportunidades para salir del hoyo en que nos han metido las locuras, acciones criminales e irresponsabilidades de los que han estado hasta hoy en el poder, y en la oposición, ambos están conminados a encontrar una salida, para que a ellos mismos nos se los lleve el aluvión popular que más que descontento es rabia contenida, y con la que están jugando con fuego, hace rato, tipos como esos que desde su bodrios televisivos van saboteando todo, hasta a su propio régimen de gobierno dictatorial.
Creo que ha llegado la etapa de regar las flores de la paz, de los lirios y la rosa blanca, en lugar de atizar los fuegos de la guerra. Si no se nos escucha, y se reúnen para producir los cambios necesarios por aquellos lados de la patria francesa donde Miranda se sitúa en su Arco de Triunfo de París, ideólogo de la emancipación y el más universal de los americanos, no nos quedará en nuestras conciencias históricas el lastre que pudieran dejar los sembradores de odios y persecuciones, que al parecer es la única receta con que cuentan algunos dizque dirigentes, y son las que están acostumbrados a aplicar.
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