Uno de los más distinguidos articulistas de El Nacional por la calidad de sus ideas y de su prosa, Ricardo Combellas, acaba de publicar un artículo titulado: «La cara oscura de la Luna» (verlo en: https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/la-cara-oscura-de-la-luna/). Aunque casi siempre estoy de acuerdo con sus perspectivas, esta vez difiero cordialmente.
Después de una introducción de tipo general sobre la complejidad de la naturaleza humana, la cual exhibe -como la Luna- una cara luminosa y una cara oscura, Combellas entra al tema principal, el cual se relaciona con la personalidad política de María Corina Machado. Al reconocerle a esta destacada venezolana sus cualidades de inteligencia, coraje y sinceridad de convicciones, Combellas se concentra en lo que él llama los aspectos negativos de su discurso, los cuales –dice– “perjudican el esfuerzo que necesitamos para derrotar la dictadura”.
Estas percepciones de Combellas aparecen en momentos en los cuales la candidata María Corina Machado está claramente en la primera posición de favoritismo para ser la candidata de la oposición en una elección presidencial anunciada para 2024.
Combellas nos dice que Machado exhibe los siguientes aspectos negativos en su liderazgo: “a) el orgullo, definido por el diccionario como el exceso de estimación propia o sentimiento que hace que una persona se considere superior a los demás; b) la obstinación en el mantenimiento de sus ideas; c) la intransigencia con sus posiciones, lo que le dificulta ser tolerante con los demás; y d) el pensar según sus deseos, lo cual torna dogmáticas sus posiciones políticas”.
Las críticas contenidas en este párrafo sobre el estilo de liderazgo de Machado lucen, en su esencia, muy parecidas a las cualidades que el mismo articulista le concede a Machado. En efecto, lo que el percibe como exceso de estimación propia es una manera negativa de ver lo que puede definirse como una gran confianza en sí misma y en sus ideas, algo que no es frecuente en los líderes políticos de la Venezuela actual. Lo que Combellas llama obstinación en el mantenimiento de las ideas e intransigencia puede ser visto positivamente como firme adhesión a los principios y los valores que deben regir la función pública. La falta de tolerancia puede ser vista como resistencia del líder íntegro a comer sapos, algo para lo cual algunos de nuestros líderes están dispuestos a hacer en nombre de la “hermandad y la conciliación”. No parece estar tan clara la evaluación negativa que nos hace Combellas del estilo de liderazgo de Machado.
Afortunadamente hay una prueba del ácido para clarificar este importante asunto y es el grado de aceptación que tienen los diversos aspirantes a ser el candidato presidencial de oposición. La rotunda mayoría que exhibe Machado en las encuestas y en lo que se intuye en el aire político venezolano indica que el liderazgo de Machado es evaluado de manera ampliamente positiva, lo cual la mantiene encaminada casi a una candidatura de consenso.
Cuando observamos el desolador panorama ético de mucho del liderazgo político venezolano actual nos sentimos reconfortados por una candidata que practica un liderazgo basado en principios.
No todos lo hacen. Recuerdo haber oído a un precandidato decir que él favorecía la tutoría del CNE en las primarias porque le había permitido ser gobernador, confundiendo el interés colectivo con su agenda personal.
Combellas recomienda a Machado leer a Max Weber y sus ideas sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, ciertamente un dilema fundamental. Aunque esta es una buena recomendación pienso que se queda corta. El tema del coraje moral, de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad ciertamente no lo agotó Weber. Viene desde Aristóteles, quien decía que el objetivo fundamental de la política era formar buenos ciudadanos, de buen carácter. Filósofos sociales más modernos como Russworth Kidder y James MacGregor Burns nos hablan de la necesidad de alinear el liderazgo político con los principios y nos advierten del peligro de separar ambos conceptos por la vía del pragmatismo.
En esta discusión de alto nivel filosófico Weber es un destacado actor pero dista de ser el único. ¿Seremos pragmáticos, como nos recomendaban Weber o John Stuart Mills? O tomaremos nuestras decisiones sin atenernos a las consecuencias, apegados a los principios, como nos lo aconsejaba Emmanuel Kant, o como decidió Lutero, cuando dijo: “Aquí me planto. No puedo hacer otra cosa”.
En ese proceso de toma de decisiones desempeñan un importante papel conceptos tales como el bienestar individual vs el bienestar comunitario y el de la justicia vs las lealtades de grupo.
Neville Chamberlain decidió apaciguar a Hitler con las mejores intenciones pensando que la consecuencia de su actitud sería la paz. Churchill se encargó de inspirar al pueblo inglés para rechazar la tiranía, no importa cuáles fueran las consecuencias.