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Luz en medio de sombras para la libertad de prensa

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“Prefiero una prensa sin gobierno, que un gobierno sin prensa”. Lo dijo Thomas Jefferson a principios del siglo XIX, pero es una frase que causa escozor a muchos gobernantes hoy en día.

Como no existe perfección ni santidad absolutas, la libertad de expresión y de prensa es un derecho fundamental que ha existido, existe y seguirá existiendo bajo el acoso de los políticos intolerantes y autoritarios que llegan al poder para beneficiarse de él y no para servir a los pueblos, esos mismos pueblos a los que se deben en primera instancia, pero se ven relegados por ambiciones más bien mezquinas.

En la medida en que la prensa alcanzó su desarrollo en la historia universal, los grupos de poder –político, económico o social– han intentado silenciarla, intimidarla, comprarla o ponerla tras las rejas, con un resultado que se repite: la represión se produce, el gobernante autoritario cae, y la prensa permanece en su lugar, informando a la sociedad.

Son incontables los casos de periodistas que sufrieron represión y luego ven pasar a sus acosadores uno tras otro. Los políticos pasan –aunque algunos duran más de la cuenta en el poder–, pero la prensa persiste en el tiempo y cumple una función importante que no cesa, a pesar de los cambios que existen en el flujo de la información.

En Latinoamérica lo hemos visto a lo largo y ancho del hemisferio. Me atrevería a decir que son contados con los dedos de la mano los países que no han sufrido por atropellos contra la prensa, entendiendo esta como medios y periodistas.

Hay casos de preocupación profunda en el gremio periodístico: Cuba, Nicaragua y Venezuela, son los países de menor libertad de expresión en el hemisferio. Guatemala estaba apenas un peldaño después bajo el gobierno de Alejandro Giammattei, un gobernante intolerante que utilizó al sistema de justicia como arma intimidatoria contra la prensa.

Ahora las cosas cambian. Él se ha ido, salió por la puerta trasera, y avergonzado porque Estados Unidos le retiró la visa por “implicación significativa en corrupción” y, aunque el sistema de justicia local le sigue protegiendo, los aires de cambio en el país son evidentes: el nuevo presidente, Bernardo Arévalo, promete que no utilizará la “herramienta judicial” contra la prensa y será respetuoso del derecho de expresión de toda persona o medio de comunicación.

La atención de la prensa local e internacional se centra en el desenlace del caso del periodista guatemalteco José Rubén Zamora, –quizás el más galardonado a nivel regional– quien ha permanecido injustamente en prisión, mientras su perseguidora, la fiscal general Consuelo Porras se niega a renunciar, a pesar del repudio popular y los señalamientos de ser “corrupta y antidemocrática”. Ella y Giammattei son los responsables de la persecución, encarcelamiento y atropellos que Zamora ha sufrido por más de año y medio.

Los vicios del proceso judicial al que ha sido sometido han sido verificados y denunciados por organismos que luchan por la libertad de prensa, defienden los derechos humanos, y asociaciones de juristas internacionales.

Volviendo al tema de aquellas tres dictaduras –la cubana, la nica y la venezolana– es hablar de pueblos silenciados, mal informados, en donde el único poder que opina y dirige la información, es el oficialismo. En los tres países la prensa independiente es inexistente, como parte de la estrategia de los gobernantes para permanecer en el poder indefinidamente.

En ninguno de ellos hay democracia y se cumple el principio de que, sin una prensa libre no puede haber democracia… y otras libertades ciudadanas se ven ultrajadas.

De tal cuenta que escuchar la voz de un gobernante –Arévalo– en defensa de la libertad de prensa es verdaderamente alentador. Es de esperarse que esas palabras se vuelvan realidad en la práctica, aun cuando haya medios que le critiquen y hagan señalamientos.

Pero no solo bajo las dictaduras hay peligros para la prensa. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y otras instituciones han señalado acciones o peligros recientes: En República Dominicana se discute una ley para regular el Sistema de Inteligencia, pero vulnera la confidencialidad de las fuentes informativas; el presidente de Argentina, Javier Milei, agrede, por ahora, verbalmente a los periodistas y medios; en Colombia, el asesinato de un periodista hace temer el retorno de años oscuros para el gremio; y en Venezuela, Nicolás Maduro persigue a Sebastiana Barráez, corresponsal de Infobae (Argentina).

Es claro que los peligros siempre existirán. Por eso vemos que no cesan los asesinatos, amenazas, persecución judicial, legislación restrictiva o cualquier otro tipo de acciones contra la prensa y los periodistas. Pero ¡ojo!, el daño final es para las personas, las libertades y la democracia.


El autor es expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa.

 

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