En la historia reciente de América Latina, pocos momentos han sido tan cruciales como el que vive Venezuela. La amenaza de Nicolás Maduro de un «baño de sangre» si pierde las próximas elecciones ha generado un justificado temor, no solo entre los venezolanos, sino también en toda la región. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, no ha tardado en manifestar su alarma y su llamado a la sensatez y el respeto democrático.
Lula da Silva, en una entrevista con corresponsales extranjeros, revela haber conversado dos veces con Maduro, advirtiéndole que «si quiere contribuir a resolver el problema de crecimiento de Venezuela y facilitar el regreso de los que se fueron, tiene que respetar el proceso democrático». Este consejo no solo refleja un compromiso con los principios democráticos, sino también una comprensión profunda de las consecuencias nefastas de cualquier desviación de esos principios.
La democracia se fundamenta en la aceptación del veredicto de las urnas de votación. En palabras de Lula, «Maduro tiene que aprender que cuando uno pierde, se va». Esta afirmación, tan sencilla como poderosa, subraya una verdad fundamental: en democracia, el poder no es un derecho perpetuo, sino una responsabilidad temporal otorgada por el pueblo.
Venezuela enfrenta una oportunidad única en las próximas elecciones. Este proceso electoral es una oportunidad preciosa para restaurar la normalidad y la estabilidad en un país devastado por la crisis económica y política. Lula, consciente de la gravedad del momento, ha decidido enviar a su exministro de Relaciones Exteriores y actual asesor de Asuntos Internacionales, Celso Amorim, como observador, reforzando el compromiso de Brasil con un proceso electoral transparente y justo.
Los Acuerdos de Barbados han establecido un marco claro para estas elecciones, incluyendo la participación plena de la oposición y la necesidad de resultados reconocidos por todos. La preocupación de Lula por la descalificación de María Corina Machado -más allá de las formas que empleó en su momento- y su sustitución por Edmundo González Urrutia, quien ahora lidera las encuestas, refleja las complejidades de un sistema electoral que debe ser vigilado de cerca para evitar irregularidades.
La amenaza de Maduro de recurrir a la violencia si es derrotado es un peligro real y presente. Tal retórica no solo es antidemocrática, sino que amenaza con desestabilizar toda la región. En democracia, como bien señaló Lula, los perdedores deben aceptar su derrota y prepararse para futuras contiendas electorales, no aferrarse al poder mediante la fuerza.
La necesidad de una transición pacífica y democrática en Venezuela no puede ser subestimada. Esta elección es una prueba de fuego para la resiliencia de los valores democráticos en América Latina. La intervención de Lula, abogando por la calma y el respeto al proceso democrático, es esencial para evitar una catástrofe.
Es vital que la comunidad internacional apoye y respalde el llamado de Lula a una transición pacífica en Venezuela. Maduro debe respetar la voluntad del pueblo y el proceso democrático. El futuro de Venezuela y la estabilidad de toda la región dependen de ello. Estas elecciones deben ser un testimonio de la viabilidad de la democracia en Venezuela, no un preludio a la violencia. El mundo está observando y la historia juzgará a aquellos que defiendan o traicionen los principios democráticos.
El autor es diputado a la Asamblea Nacional (2016, exiliado). Ingeniero electricista (IUPFAN) MSc, MBA, CAS (IESA, Tulane, ETH-Zürich).
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