Lula dijo hace poco que hay que rescatar al régimen de Maduro de la mala narrativa que le ha dado mala fama. Pareciera increíble que alguien pueda ser tan cínico como para decir una cosa así, como si una narrativa pudiera convertir la sangrienta tiranía de Venezuela en el cuento de la Cenicienta. Pero no hay que olvidar que Lula, decano de los populistas, sabe lo que dice.
En unos cuantos años, los populistas del Foro de Sao Paulo usaron cuentos bien armados para resucitar el fracaso más grande de un sistema de poder, el comunismo, en una triunfal marcha para tomarse América Latina. Ahora está usando sus poderes “narrativos” para ayudar a Putin, un clásico fascista, a volver a integrar al fascismo con las extremas izquierda y derecha en la región. Y él, convicto de corrupción, libre por problemas de procedimiento, se siente muy orgulloso por su capacidad de armar narrativas que esconden la realidad.
Lula encontró su capacidad de generar narrativas por pura buena suerte, como muestra la gráfica adjunta. Su narrativa, que le dio mucho prestigio, fue que él era el líder del futuro en América Latina, que combinaba políticas sociales de izquierda con políticas económicas fabulosas que causaban grandes tasas de crecimiento. Ciertamente, desde el momento en el que entró Lula al poder en 2003, él empezó a repartir dinero a manos llenas y al final del año la economía ya estaba creciendo muy fuertemente, medida por el producto interno bruto (PIB) en dólares.
Inmediatamente, Lula fue calificado como un genio económico y gran estadista, una reputación que le ha durado hasta este momento.
La gran suerte de Lula
A mí me pareció un poco raro que desde el primer momento un presidente, por su mera presencia, aumente el producto nacional. Tenía que haber algo que estaba coincidiendo con su entrada al poder. La respuesta estaba en la gráfica adjunta, que muestra cómo en Brasil la producción aumenta en proporción directa con el precio internacional de los productos primarios, que constituyen la mayor parte de los ingresos de dólares a la economía. Como puede ver usted en la gráfica, la línea roja (que es la producción del país) ha tendido a moverse con los cambios en los precios de esos productos primarios.
Note también que desde 1994 a 2003 los precios de los productos primarios tendieron a la baja, causando una gran recesión en Brasil. Pero entonces, en 2003, los precios comenzaron a subir en los mercados internacionales y la producción en Brasil subió inmediatamente. Ese fue el año en el que Lula tomó el poder. Lula (o cualquier presidente brasileño o de cualquier parte) no tuvo nada que ver con el aumento de esos precios.
Pero la gente, y la prensa internacional, le atribuyeron a él el crecimiento de la economía que estos altos precios causaron. Ese aumento en realidad no tenía que ver con las políticas de Lula sino con su buena suerte.
Fuente: World Bank, World Development Indicators
La gráfica muestra lo suertudo que fue Lula. Él salió del poder en 2011, de tal forma que su periodo completo fue cubierto por el boom de los productos primarios, que duró exactamente de 2003 a 2011. Como puede ver en la gráfica, hubo un año, 2009, en el que precios e ingresos cayeron pero fue a causa de la gran recesión de 2008-2009. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que él no tenía la culpa de esa recesión. De esta forma, todos también pensaron que Lula era el arquitecto del boom de producción más largo en la historia de Brasil. Un gran genio, un gran estadista.
La candidata que él escogió para que lo sucediera, Dilma Rousseff, ganó las elecciones. Iba a aplicar las mismas políticas que Lula y todos esperaban que ellas tuvieran el mismo éxito.
La pobre Rousseff
Así como Lula tuvo una gran suerte, Dilma Rousseff tuvo la suerte más mala del mundo. Como buena alumna de Lula, aplicó las mismas políticas económicas. Pero como muestra la misma gráfica, los precios de los productos primarios y por consiguiente el PIB de Brasil comenzaron a caer apenas ella tomó posesión. El último año de crecimiento fue el 2010. Entonces, Rousseff fue calificada como una pésima estratega económica, a pesar de que había aplicado las mismas políticas que el genial Lula. La recesión de Brasil fue tan grande que fue la verdadera razón por la cual la expulsaron de la presidencia. Buscaron y encontraron muchas razones para echarla, pero la verdadera era la pésima política económica. La narrativa funcionó en su contra.
Ahora se verá quién es Lula
Lula volvió a subir al poder sobre su supuesta habilidad para mejorar la situación económica como izquierdista moderado y con buen criterio. En bien poco tiempo ha mostrado que no tiene ninguna de estas cualidades. Ha escogido el bando de Maduro y Putin, se ha peleado con los que están ganando, y cree que va a resolver el problema de su falta de reservas para financiar su comercio con Argentina y otros países a través de desalojar al dólar de las transacciones internacionales. Y esta vez no está teniendo la suerte que tuvo en la primera década del siglo.
Esta vez, sus malas políticas económicas van a verse en malos resultados económicos, y el pueblo se dará cuenta de que él es una farsa de estadista. No habrá salvación por narrativa.
Manuel Hinds es Fellow del The Institute for Applied Economics, Global Health, and the Study of Business Enterprise de Johns Hopkins University.
Artículo publicado en elsalvador.com
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