Las recientes denuncias presentadas por el representante supremo del Ministerio Público en la República Bolivariana de Venezuela, sobre la colaboración de los presidentes de Brasil y Chile con la agencia de inteligencia estadounidense, es sin duda la peor acusación que se le puede señalar a una persona de signo político de izquierda, donde sus máximas banderas políticas deben ser según la tradición discursiva latinoamericana el enfrentamiento global y frontal contra el imperialismo y el capitalismo estadounidense, según los patrones culturales establecidos por Stalin durante la Guerra Fría, cuando definió el adversario a combatir en todos los frentes.
Estas ideas centrales, que en la literatura política latinoamericana tienen más de 150 años y que van desde José Martí, Rubén Darío y Eduardo Galeano hasta otros menos conocidos, son los elementos de identidad cuya negación más extrema la constituyen los denominados «infiltrados» que han existido en todo momento y lugar de la historia, trabajando para intereses extranjeros, siguiendo sus objetivos específicos.
Aún en la época anterior al período político que va de la Venezuela de 1999 hasta la actualidad, siempre se presentaron este tipo de acusaciones, rumores y sospechas contra periodistas y políticos venezolanos muy conocidos, de ser algún tipo de agentes de la CIA, lo cual no pocas veces generaba temor y respeto entre sus colegas que deseaban evitar problemas de alto peligro personal en su trato con los mismos.
Es una situación muy curiosa que en estos países de nuestra región no se presenten casos de denuncias de políticos pertenecientes a la desaparecida KGB soviética, a pesar de que muchísimos de ellos se graduaron como cuadros políticos y profesionales en la Universidad Patricio Lumumba de la URSS y conocieron decenas de países viajando por Aeroflot para ir a los recordados Festivales Mundiales de la Juventud, donde a veces se cometían travesuras como la de unos delegados venezolanos que se robaron unas corbatas en el aeropuerto de Viena, camino a Moscú, por lo cual no tengo duda de que alguna razón poderosa debe existir para que este tema de la «Guerra Fría» sea un tabú de los medios de comunicación de América Latina.
Volviendo al tema en cuestión, considero que es una verdadera injusticia acusar a una persona que fue tan perseguida y sufrida en su vida sindical como Lula Da Silva de ser colaborador de la CIA, pues de haberlo sido habría ganado elecciones presidenciales mucho antes en su carrera política.
Tal acusación es como señalar a su máxima discípula, la expresidenta Dilma Rousseff (torturada y encarcelada por su acción política) de ser sospechosa de tales ideas por trabajar con Lula.
Se puede entender las molestias causadas por la actual posición política del presidente de Brasil hacia el actual gobierno de Venezuela, pero acusarlo de esto es algo tan inaceptable que el mismo canciller de Venezuela se vio obligado a deslindar al gobierno de dichas declaraciones, antes de que una lluvia de dirigentes políticos de izquierda de todos los continentes salieran en defensa del mandatario brasileño, lo cual no ocurrió porque la misma Cancillería brasileña no respondió de forma escandalosa al tema y con ello evitó al gobierno venezolano mayores situaciones embarazosas.
Igualmente, acusar al presidente Boric de Chile es no comprender la naturaleza del movimiento juvenil-estudiantil que se alzó contra el presidente Piñera con un elevado costo humano, generando las condiciones políticas para que la izquierda chilena más radical llegara al poder.
Al igual que en las películas de Hollywood, es evidente que deben existir ciudadanos infiltrados en todos los niveles de la administración pública y la sociedad venezolana y latinoamericana, trabajando para intereses extranjeros, pero los mismos deben tener en común la cualidad de jamás llamar la atención pública para pasar desapercibidos por los organismos de Contrainteligencia de cada país.
Por ello, es un completo exabrupto acusar de esta manera a dirigentes políticos de alto nivel que tienen una vida expuesta a los medios de comunicación y muy especialmente en esta época de redes sociales, donde los bienes materiales poseídos o dispuestos sin explicación lógica o incluso las relaciones sentimentales muy costosas financieramente , como ocurriese en Venezuela con el escándalo de las denominadas «Muñecas del Petróleo», son simplemente personajes demasiado llamativos y mediáticos, para caer en esta categoría de especulaciones sin sentido.
Las denuncias de este tipo deben manejarse con mucho tino y cuidado, para evitar lo que los estadounidenses denominan la «caza de brujas», recordando a la célebre obra de Tennessee Williams (Las Brujas de Salen), que marcó un período histórico de locura y persecución colectiva contra la intelectualidad, representantes del cine y televisión, de ideas liberales o de avanzada en Estados Unidos, que al final, significó un desastre político y mediático para las ideas conservadores y sus partidarios políticos, puesto que victimizaron con razón a muchas personas ajenas a ser «espías comunistas del Bloque Oriental», creando en las universidades estadounidenses verdaderas fortalezas de ideas socialistas, que han derivado en la actual situación política del Partido Demócrata, donde prácticamente están a un paso de unirse a la Internacional Socialista, cuando hace apenas unas décadas atrás era un tabú, hablar de las ideas marxistas en la política estadounidense.
Acusar a ambos mandatarios es poner en cuestión al Partido de los Trabajadores y al Partido Socialista de Chile y tales ideas, son evidentemente absurdas y pudieron crear una reacción política sísmica en la izquierda regional.
Este tema, muy afectado por la literatura y el cine de aventuras, es simplemente una herramienta política utilizada para desacreditar políticos que piensen diferente y su utilización en forma indiscriminada termina generando una situación de caos informativo, como ocurre en las discusiones en las redes sociales, donde la batalla de las ideas termina en una cadena de descalificaciones entre las personas que interactúan en dichas plataformas digitales.
En la misma sociedad venezolana existe una discusión sobre la utilización de «dobles agentes políticos» desde las elecciones presidenciales y regionales del año 2000, dada la existencia de ejemplos evidentes de gobernadores, alcaldes, diputados y concejales que siendo electos por partidos opositores jamás movieron un dedo para denunciar o incomodar al gobierno nacional y sus representantes, así como la realización de maniobras politico-electorales para que ganara un candidato oficialista, antes que un candidato opositor.
Ya habrá tiempo y oportunidades de denunciar en los libros de historia del futuro tales conductas indeseables, pero lo cierto del caso es que a nivel del tema internacional no hay elementos de juicio para cuestionar a los presidentes suramericanos, aludidos la pasada semana.
Ya veremos quién será acusado a futuro…