Pareciera de una exquisitez sin parangón para algunos el disfrutar del manjar de las inocuas peroratas que cualquier inefable Lord Byron (poeta inglés; 1788-1824) a lo criollo recita con conmovedora delicadeza desde las alturas de la tribuna parlamentaria. Así, de cuando en cuando, rocían con sus sapiencias en tales oficios, y ante sirios y troyanos del ahora reconstituido ecosistema, verdades tan universales como son inútiles disquisiciones. Aquello finge ser una labor política, en una no sé por qué orfandad de ideas a discutir del cómo conducir nuestra sufrida nación hacia la vital transición a la democracia. En realidad obvian, más que disimular, el discutir y acordar el asumir las posibles y reales salidas de fondo a la dantesca y continuada situación de violación de los derechos humanos, civiles y políticos de los venezolanos.
Lo que sin duda puedo aseverar, al coincidir en la percepción de nuestro ilustre y también columnista de El Nacional Luis Beltrán Guerra (“El profeta criollo”, El Nacional, 19/12/2019) en relación con que se está mal aprovechando un escenario y tiempo, preciosos, en dimensión de tamaña necesidad vital de atender nuestra sufrida Venezuela. Y es que existen otros tableros del ajedrez político venezolano, además de la Asamblea Nacional, que son necesarios activar con mayor profundidad. A partir, o más bien “parir”, desde el Poder Ejecutivo elegido en situación extraordinaria por la Asamblea Nacional, asumir este de modo más definitivo, congruente y eficaz construyendo la cohesión básica de los tres elementos insoslayables del poder del Estado: Poder Legislativo, Poder Judicial, y Poder Ejecutivo (en este caso procurar el poder fáctico de movilización del poder popular en alianza con los ciudadanos de uniforme).
De los tristes debates, o más bien por la ausencia de estos, ahora más que nunca con la vuelta al ruedo por parte de la fracción roja, pasamos a “reaccionar” ante el vetusto capote del “socialismo del siglo XXI” con sus falsas promesas de volver al redil democrático, para continuar toreándolo a destajo o al “free lance” sin enfrentar realmente “los deberes inherentes al cargo” para los cuales los hemos elegido o designado. Y esto hoy sería, ni nada más ni nada menos, atender a nuestra sobreviviente nación venezolana del “holocausto del siglo XXI” con prioridad absoluta. Para ello el intervenir con todas las fuerzas a nuestro alcance “de una vez por todas y para ya” para asegurarnos de la atención con ayuda humanitaria, ordenada y coordinada por el comandante en jefe, presidente legítimo encargado de la República, y con total respaldo del Parlamento nacional y de Parlamentos internacionales. Ello, sin duda, y puestos a escoger tendría el mayoritario respaldo del sector castrense en rangos no putrefactos de nuestras verdaderas Fuerzas Armadas Libertadoras de Venezuela.
Otro de los tableros es nuestro TSJ en el exilio. Designados por la Asamblea Nacional y cumplidos los dos primeros años de su directiva, una decidida mayoría se zafó de la trampa del autogol y el vacío, designando su nueva junta directiva, para los dos próximos años 2019- 2021. La pasada junta directiva se mantuvo en un grado de cohesión básica, de los cuales por cierto tres anteriores están representados en la nueva directiva que acaba de asumir funciones, para saber cumplir sus deberes, junto a un conjunto de ciudadanos de la diáspora en el exilio que le dimos lo mejor del apoyo que nos fuera posible. En medio de tales circunstancias de escasez de recursos de financiación de esa gestión, que pudo haber ser aún más eficaz de contar con los recursos necesarios, ahora la nueva junta directiva deberá exigir de la Presidencia encargada la solidaridad entre poderes del Estado, para funcionar sin tales extremos de precariedad. Se podrá entonces desarrollar una aún verdadera ofensiva ante organismos de justicia internacionales para que se pronuncien, y para lograr junto con la Presidencia encargada que se atienda la emergencia humanitaria y de defensa de los derechos de nuestra población, dentro y fuera del territorio nacional.
Finalmente, y que quede tan claro como está establecido en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, todos y cada uno de nosotros podemos y debemos exigirle a nuestra Fuerza Armada Nacional el cumplimiento de sus responsabilidades para retornar a la libertad y a la democracia cuanto antes. Ello dentro de las garantías “para la cual espada debe ser utilizada”. Es su función primordial de guardianes constitucionales y defensores de la nación y su soberanía, luchando hasta vencer las fuerzas del mal que han infiltrado y secuestrado por demasiado tiempo y dolor nuestra Venezuela.
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