OPINIÓN

Luis Alberto Moreno y la desigualdad

por Isabel Pereira Pizani Isabel Pereira Pizani

América Latina es la región con menor crecimiento. La economía global crecerá en 3,2%; Asia, cada vez más poderosa, 6,2%; África subsahariana 3,4%; Medio Oriente 3,4%; América Latina un pobre 0,6%. Cálculos realizados antes de los incidentes en Chile, lo cual significa que puede ser aún peor. Explicaciones sobran, nuestra gran falla educativa, la incertidumbre en el trazado de política públicas, los restringidos límites del Estado de Derecho, la ausencia del valor productividad, el gasto superando los ingresos y de allí la poca inversión que afecta directamente el crecimiento y como consecuencia, la expansión de la pobreza. Otros señalan que el núcleo del problema es la desigualdad, tal como refiere Luis Alberto Moreno, echando mano a los estudios del BID sobre nuestra región:

“Lo que sucede en Latinoamérica es que ha venido cayendo (el crecimiento) de la mano de los problemas tradicionales que hemos tenido de desigualdad, que es un tema muy grave”.

Cuál universo  encierra la desigualdad que menciona Moreno y cuán determinante. Surge la inquietud: la desmesura del gasto público, las violaciones del Estado de Derecho están ligadas a la desigualdad, si hacemos caso a Moreno.

Cuando se habla de desigualdad en América Latina se está utilizando un concepto de la ideología marxista, es el fenómeno de la desigual distribución del ingreso, la concentración de la riqueza y la propiedad de clases dominantes. La igualdad se transmuta en un problema material, como dice Erich Fromm: “Marx solo quería el mejoramiento económico de la clase trabajadora y quería abolir la propiedad privada para que el obrero pudiera tener lo que ahora tiene el capitalista”. La fórmula para eliminar la desigualdad material sería anular la propiedad privada como se ha intentado en Venezuela, acabar con la separación de los individuos en dos clases: poseedores y desposeídos. Idea que engendra el camino de la lucha de clases como motor de la historia, concepción causante de grandes genocidios universales.

Hablamos de desigualdad sin profundizar en el tema. Si es material, la solución sería expropiar, confiscar la riqueza de otros y repartir. Solución -caso Venezuela- que constituye la raíz de la violencia, el odio y la agudización de la pobreza. Es improbable que alguna persona o entidad acepte por las buenas ser despojado del fruto de su trabajo; segundo, lo expropiado queda en manos del Estado, el real sujeto expropiador y por último, el Estado es incapaz de sustituir la empresa privada, arruina y destruye como hemos vivido en nuestro país y en todas las experiencias socialistas. Después de las revoluciones socialistas indefectiblemente viene el hambre y la represión, verbigracia Cuba, URSS, China, Camboya y nosotros.

Es imperativo afinar las ideas para que ellas propicien nuevos cambios. Cuando se habla de desigualdad en general se alude al reparto y expropiación como solución. Camino que ha sido la causa del empobrecimiento masivo, de la imposibilidad de crecimiento y del conflicto social. Ante esta circunstancia es ineludible, la pregunta por el ser humano, no como exquisitez filosófica sino como fundamento de nuestras acciones. Imposible obviar la definición que nos enseña Martin Heidegger: “El ser humano es una posibilidad de ser, un continuo proyectarse hacia el futuro desde un pasado, un continuo hacer planes e intentar cumplirlos”. Asumir esta concepción obliga otras preguntas: ¿Qué posibilidad de ser tiene un latinoamericano, a qué mundos vincula sus expectativas, qué y cuántos caminos existen en su vida real, cuál es la contribución de la política en la definición de su existencia, qué valor tiene el individuo y cuánta responsabilidad asume en respaldo de sus derechos? La reflexión es imprescindible porque de ello depende la orientación de los esfuerzos de la sociedad.

La desigualdad material no se resuelve con violencia, represión, expropiación y reparto, se soluciona velando por la existencia de oportunidades. Se trata de la igualdad de oportunidades, el ámbito hacia el cual deben orientarse nuestras políticas públicas y nuestras instituciones políticas. Este tema nos lleva a una confrontación con la hegemonía cultural del socialismo, ideología  que ha impuesto el dogma de la solución en Latinoamérica como un inevitable enfrentamiento de clases que logre la igualdad “poseedores contra desposeídos”. Ni la educación, ni el crecimiento económico importan para los socialistas, solo el enfrentamiento social, la lucha de clases y la extinción de la propiedad como pregona el Manifiesto Comunista, el cual aplican sin contemplaciones donde se logran imponer.

El tema central por el cual debemos luchar es por la existencia de igualdad de oportunidades, que las aspiraciones y sueños de cada persona permitan recorrer caminos que lleven hasta donde ansía llegar. En nuestros países nunca se han valorado las oportunidades como posibilidades sino como donaciones del Estado, concesión de grupos políticos con poder o victoria atribuible al socialismo. Hoy nuestra lucha tiene que centrarse en hacer valer la igualdad de oportunidades, fruto de las responsabilidades con nuestra existencia, no un regalo, sino reflejo de nuestro esfuerzo y uso pleno de nuestras potencialidades. El BID y otros organismos multilaterales hacen inmensos esfuerzos en estudiar la economía, pero muy poco se fijan en valorar, medir, profundizar las oportunidades de existencia de los nacidos en estas tierras. Cuáles valores animan a los individuos, a los políticos. Harán falta golpes, muertes y violencia para entender que la igualdad de oportunidades es el único camino posible para transitar a una vida mejor. A ese mundo hay que devolver la mirada si queremos crecer como seres humanos.