Si en algo han demostrado los venezolanos persistencia, constancia, tenacidad y firmeza es en el esfuerzo por llevar al médico José Gregorio Hernández a los altares. La lucha se inició por rumores parroquiales, chismes y anecdotario entre vecinos que poco a poco se convirtieron en programa de acción dirigido por la Iglesia Católica; que de pocos siglos hacia nuestro tiempo, ha impuesto procedimientos extremos confusos y complejos para el reconocimiento humano como venerable. Intermediario ante Dios -eso es un santo-, no es fácil creer que una persona por mérito propio puede o no presentar necesidades del que pide, no es cosa que cualquiera realiza.
En sus comienzos y diez o doce siglos posteriores, la Iglesia fue condescendiente, excedieron con escaso mérito a virtuosos. Los intercesores y mediadores proliferaron, se llegó incluso al furor y tráfico de reliquias. Si se juntaran segmentos de la Cruz de Cristo descubiertos y trasladados de un país a otro en la Edad Media, podrían construirse varias cruces. Sobrios varones y santas mujeres fueron segmentados para que templos, basílicas, catedrales y reyes, pudieran tener como amuleto parte de sus cuerpos. Llegó a confundirse locura con santidad; la directa comunicación con Dios, y más de un “iluminado” se lo creyó, aún peor, algunos fieles ingenuos lo creyeron.
La Iglesia Católica plantó coto al desafuero siendo la causa de la segunda más importante división. Reforma que inició Lutero, fraile de buenas intenciones, vida disciplinada y recta, crítico de la venta del perdón de Dios por los pecados cometidos. Se fijaban tarifas por falta y, pagándola, quedaba perdonada. Y, el pecador, aunque fuese un canalla sinvergüenza, se encontraba con el alma limpia, libre de culpa y lista para el Cielo.
La primera desmembración fue por los católicos de Oriente, en plena decadencia del Imperio Romano, ya con dos emperadores, Constantinopla y Roma, hizo débil y demasiado extenso al poderío para ser manejado, distante de las provincias conquistadas. Se fraccionó y formó una comunidad cristiana alrededor de la actual Turquía que insistente se preguntó ¿por qué tenía que obedecer el mandato del Papa romano, cuando había un imperio asentado en Constantinopla? La separación consistió en disfrutar dos santos padres, resultando en dos cristianismos iguales en originen, creencia y rito, separados sólo porque cada uno tenía un sumo pontífice. Los católicos romanos seguían decisiones del Papa en Roma, y los católicos ortodoxos las del Pontífice en Constantinopla; hoy en Rusia, tras la explosiva expansión del islamismo en Asia y parte de Europa, no se llama Papa, sino Pope; y el actual, es afecto a Vladimir Putin.
Con la Reforma iniciada por Lutero y ampliada por otros, llegó la Contrarreforma. Un reencuentro de la Iglesia católica consigo misma, que limpió instituciones y abrió camino sobrio, controlado. Los jesuitas no se llaman “Compañía de Jesús” por casualidad, su fundador, Íñigo o Ignacio de Loyola fue militar antes que religioso, fundó una orden que no se dedicaría sólo a la meditación, sino que se formaría para salir a predicar y difundir el catolicismo riguroso, directamente a las órdenes del Papa en Roma.
Con el avance de la ciencia y hábitos modernos, la Iglesia Católica resolvió escrupulosa seriedad a la elección de santos. Sólo serían si sus milagros fueran logros inalcanzables para el conocimiento humano; acciones y obras directas de la voluntad divina. Por eso exige, de no mucho tiempo, que fenómenos milagrosos no sólo sean testimonios rigurosamente documentados de los beneficiados, sino examinados en minucioso detalle por médicos y especialistas.
El proceso debe cumplir etapas, un protocolo preciso, y solo después de que un milagro haya sido científica e inequívocamente comprobado, la persona puede ser exhibida en altares, permitiendo a los fieles le rueguen. Es el caso de José Gregorio Hernández, tras certificaciones validadas, pruebas incuestionables y evidencias categóricas, fue elevado a la jerarquía de beato -aún no es santo-, pero es el paso previo a la santidad, aún en desarrollo.
Ha sido un esfuerzo enorme de ciudadanía, sin distingo ni exclusiones, coordinado por la Iglesia católica, en base a empeño perseverante de los ciudadanos. Y si por nuestra unión, tesón y ahínco organizado podemos llevar a un venezolano a los altares y excelsa santidad, muchos propósitos más podemos conseguir; como un gobierno democrático, respetuoso de los derechos humanos, eficiente en los servicios públicos, garante de libertad, en la construcción de prosperidad y bienestar, que no es un milagro sino la consecuencia de un esfuerzo coherente, voluntad firme y carácter común.
@ArmandoMartini