Nadie sabe qué pasará el día 10 de enero, o el 11 o el 12, o los días y semanas que siguen. Pero es una verdad compartida por la inmensa mayoría el deseo de que algo ocurra y que ese algo responda al anhelo extendido de vivir en un país de libertades y oportunidades para todos.
Esa verdad ya vive en el corazón de los venezolanos. Solo así se puede explicar las dos gestas extraordinarias, mágicas e ilusionantes vividas en los años 2023 y 2024. La primera en octubre de 2023, cuando, contra viento y marea, la oposición democrática escogió por los votos su candidatura presidencial y su liderazgo político, en la figura de María Corina Machado, para acometer el reto del rescate democrático del país, La segunda se produjo el 28 de julio, cuando, venciendo toda clase de obstáculos, la inmensa mayoría de los votantes, en una proporción nunca vista en el país, eligió a Edmundo González Urrutia como el presidente de la República.
Nada se explica, insistimos, sin la decisión de la lucha corajuda librada a lo largo y ancho del país. Venezuela transita por un momento definitorio, que ha sido labrado a pulso y que, a diferencia de otras complejas situaciones anteriores, esta es indiscutible, porque tiene el aval de los votos, de la decisión soberana de su pueblo, dispuesto a restituir los derechos que le han sido secuestrado, y porque es además una verdad reconocida internacionalmente.
Gustavo Petro sabe lo que pasó en Venezuela, también Lula da Silva, Gabriel Boric, incluso el enigmático Andrés Manuel López Obrador. Lo sabe el presidente socialista del gobierno de España, Pedro Sánchez, por solo nombrar a aquellos que, en tiempos aún próximos, o más lejanos, expresaron simpatía por Hugo Chávez y su “pretendida revolución bolivariana”. Ya nadie del mundo democrático, de una y otra acera, reconoce a Nicolás Maduro como el presidente de Venezuela aunque piense enfundarse la banda presidencial el 10 de enero. Si así lo hiciere, solo se convertiría ya de manera irremisible en un triste y patético dictador. Y se le demandará hasta el final. ¡Hasta el final!
Esta lucha corajuda que ha unido a los venezolanos alimenta la esperanza del cambio. No es la hora de dudar, de acomodarse; por el contrario, es el momento de perseverar poque ha sido esa conducta irrevocable la que ha despojado al régimen de cualquier fundamento para seguir en el poder.
La libertad a la que aspiramos tenemos que hacerla latir primero, y siempre, en nuestros corazones. Es decisivo que así sea en esta hora y que siga siempre viva, inquieta, rebelde e insobornable en nuestros corazones. Así enfrentaremos la incertidumbre y a aquellos que se oponen a que triunfe la verdad, con su promesa de bienestar, de igualdad y de justicia.
De la prestigiosa revista mexicana Letras Libres, que dirige Enrique Krauze, columnista de este diario, tomamos un párrafo del discurso del juez estadounidense Learned Hand, pronunciado en el Central Park de Nueva York en 1944, referido al espíritu de la libertad. Dice así:
“¿Qué queremos decir cuando decimos que buscamos ante todo la libertad? Frecuentemente me pregunto si no ponemos demasiadas esperanzas en nuestras constituciones, nuestras leyes y nuestros tribunales. Esas son falsas esperanzas, créanme, esas son falsas esperanzas. La libertad vive en los corazones de las mujeres y los hombres. Cuando muere ahí, no hay constitución, ni ley, ni tribunal que pueda hacer mucho para ayudarle. Cuando vive ahí, la libertad no necesita constitución, ni ley, ni tribunal para salvarla”.
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