Aún no salgo de mi asombro por lo que sucedió con las elecciones en la Universidad Central de Venezuela. Pareciera un episodio pintoresco de la sociopolítica venezolana. Un hecho aparentemente intrascendente, que me intriga, por el espectáculo doloroso en el que convirtieron ese proceso comicial de la principal universidad de Venezuela.
No fueron las elecciones, sin desmeritar su importancia, de un consejo comunal, ni la elección de un semanero en el salón de clase de una pequeña escuela rural. Fueron las elecciones de la que llamamos “nuestra principal casa de estudios”; “la casa que vence las sombras”; el pináculo académico del país.
Debemos suponer que allí se encuentran las más agudas mentes de la nación, los profesionales más calificados, los pensadores más visionarios y los técnicos más diestros que es posible conseguir en Venezuela. Pero los hechos conocidos, la cadena de decisiones, los debates que se dice que ocurrieron y el espectáculo que difunden en videos bochornosos en las redes sociales disparan en mí todas las alarmas y un sinfín de incertidumbres.
De la academia esperamos mesura, certeza reflexiva, destreza técnica, refinamiento operativo y logístico, excelencia, para decirlo en una sola palabra. Pero no fue eso lo que vimos. No fue eso lo que quedó en evidencia ante el conglomerado expectante que vio la posibilidad de conseguir una solución a la demora de este evento tan importante para la Academia Nacional. Todo fue distinto y decepcionante.
¿Supone ese episodio un síntoma evidente de nuestro nivel de decadencia? ¿Tan mal estamos? De ser una treta política, como otros afirman, hábilmente urdida por mentes retorcidas, ¿qué debemos pensar del modo en que funcionan los contrapesos institucionales dentro de la universidad? ¿Qué protocolo sigue un académico destacado para tomar la decisión de resguardar material delicado, sensible y confidencial, en un local paupérrimo y con goteras, sin asegurarse de que la integridad de este material no se comprometiera? ¿Acaso esa decisión es la responsabilidad de una sola persona, o requirió del concurso y la participación de otras mentes iluminadas de nuestra academia? ¿Se requieren doctorados para equivocarse de ese modo tan disparatado e insensato?
No puedo explicarme cómo puede suceder algo así en un recinto universitario del que estamos orgullosos los venezolanos. La UCV es Alma Mater y motivo de orgullo para miles de profesionales que han pasado por sus aulas y que hoy aplican sus conocimientos en Venezuela y otros países del mundo. Como toda universidad, la UCV debe ser una institución que crea libertades, que aplica y cuestiona doctrinas y favorece la expansión del conocimiento. Pero, aun siendo conscientes de que el principal enemigo de las universidades nacionales son las nefastas políticas gubernamentales contra la educación universitaria, ¿cómo es que se llegó a su estado actual?
Yo tomo lo sucedido como otro campanazo de alerta, como el aviso de un grave peligro. Violencia, agresión, intolerancia, sectarismos, son algunas de las conductas que afloraron en este infausto y desventurado episodio. Ante los retos que se nos avecinan a los venezolanos, es para alarmarse.
De la academia y de sus miembros, nuestro país exige mucho más. Esperamos más rigor, más altura, más trascendencia. Esperamos que la academia no se hunda con el país, sino que de allí surjan las luces que nos ayuden a salir de la catástrofe de las oscuras sombras en la que una banda criminal la hundió. De esa academia esperamos dignidad, ingenio, creatividad, guía y no es eso lo que estamos recibiendo.
Admito que lo ocurrido me causa mucho dolor. No sé si estamos leyendo correctamente en toda su dimensión lo que vimos el pasado viernes en la UCV. Me parece de suma gravedad, no porque se suspendieron unas elecciones, sino porque fue en la más destacada de nuestras universidades, la más importante, los que no fueron capaces de organizar un proceso electoral, y la forma en que se manejó la situación derivada, que hizo aflorar emociones y reacciones tan vulgares y violentas, que es insólito pensar que ocurran en una universidad de tanto prestigio.
Hay reservas de luz en la UCV que esperamos verlas brillar ahora, es el momento. Es hora de darle al país muestras claras de por qué hay que estar orgullosos de nuestra UCV y borrar definitivamente el amargo sabor de lo ocurrido el fin de semana pasado y, sobre todo, demostrar que no nos hemos dejado arrastrar por la ignorancia, la intolerancia y la descomposición moral de quienes hoy detentan el poder y destruyen nuestro país.
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