Las asambleas son espacios para tomar decisiones colectivas. En Afganistán estas llevan el nombre de Loya yirga (gran asamblea), y si bien estas están asociadas especialmente al grupo étnico de los pastunes, se han ido incorporando otros grupos étnicos. De hecho, en el año 2002 el gobierno de transición afgano fue electo a través de una Loya yirga, en la que participaron todos los grupos étnicos que hacen vida en el país, salvo los talibanes. Ante la debilidad de las instituciones estatales una alternativa para buscar acuerdos es a través de mecanismos que vayan más allá de este, pero que cuenten con legitimidad suficiente para que se respeten los acuerdos que se deriven de estos.
A lo largo de la historia y en distintas latitudes la misma lógica ha sido aplicada en distintos contextos, cuya característica común es una situación de un Estado que ha dejado de ser reconocido como legítimo, y por lo tanto el conflicto está a la orden del día. Muchos de los procesos independentistas en América comenzaron con figuras similares, por ejemplo, en Estados Unidos la convención de delegados de las trece colonias rebeldes declaró su independencia en 1776, de la misma manera como en Venezuela en 1811 representantes de la mayoría de las provincias de la Capitanía General de Venezuela se declararon independientes de España. La Revolución francesa presenta un caso similar, y así muchos otros casos.
Hoy en América Latina hay al menos dos casos en los que es evidente que las instituciones estatales presentan claros signos de fragilidad, lo que limita la capacidad del Estado de actuar como regulador de la sociedad. Estos casos son Haití y Venezuela. En el caso del segundo el gobierno (y por lo tanto quien controla las instituciones del Estado, independientemente de que estas estén debilitadas) es uno de los actores claves en el conflicto, y la llamada oposición su contraparte. Actualmente se ha establecido, de nuevo, un espacio para el diálogo entre estas dos partes; sin embargo, la realidad es que una de ellas no representa a todos los actores que se supone representa, la oposición está subrepresentada.
En Venezuela no hay una oposición sino varias, cada una con sus agendas y dirigentes. El resultado es la evidente fragmentación entre todos aquellos que se oponen el gobierno, la carencia de una estrategia común, y por lo tanto decenas de esfuerzos no alineados. Frente a oposiciones fragmentadas el Gobierno se impone sin mayor problema, y eso seguirá así hasta tanto no hay un esfuerzo real y sostenido orientado a alinear las estrategias de todos aquellos que quieren un cambio. En todos los procesos independentistas de América, en la Revolución francesa, y en general durante cualquier etapa de convulsión política hay facciones, la gran diferencia está entre aquellos lugares en los que estas lograron alinearse.
En términos académicos lo anterior lleva a la idea de la necesaria “coordinación opositora”. Pero esta coordinación debe ir más allá de lo táctico, debe estar basada en una estrategia de largo plazo y, quizás más importante, en mecanismos que cuenten con legitimidad suficiente para que todos respeten los acuerdos. Por otro lado, debe estar basada en dos elementos claves, el poder real de quienes participan y su representación territorial. Lo primero no implica que todos quienes participan tengan el mismo poder, ni mucho menos que esta sea del mismo tipo; en cuanto a lo segundo, la legitimidad parte del reconocimiento de las personas, y para ello el participar de “abajo hacia arriba” es clave.
Una paradoja de la oposición venezolana actualmente es que su estructura de poder y representación se deriva de resultados electorales de un gobierno que no reconoce, como es el caso de la Asamblea Nacional de 2015. Además, intenta repetir la misma lógica a través de las elecciones regionales y municipales en noviembre de 2021. Esta manera de definir las cuotas de poder ha llevado a estructuras cerradas y poco transparentes, como es el caso del llamado G4. Las elecciones de noviembre no resolverán esta situación, una buena alternativa es dedicar el 2022 a establecer un mecanismo amplio de toma de decisiones, legítimo y por ello capaz de alinear a todas las facciones opositoras.
@lombardidiego
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