Venezuela es considerada por entes internacionales de salud como un país de alto riesgo y vulnerabilidad frente al covid-19; la realidad social de la población, el estado caótico de los hospitales y las condiciones generales de la nación nos posiciona en un lugar desalentador.
A esto se le deben sumar las dudas lógicas ante la capacidad del régimen para atender la contingencia ocasionada por la pandemia y las obvias incertidumbres en torno a las cifras que diariamente los voceros de la usurpación comunican a la nación.
Muchísimos venezolanos, incluso médicos de renombre, ponen en tela de juicio los datos que son comunicados desde Miraflores y estiman que el número de contagiados es mayor a lo reconocido por quienes secuestraron el poder en Venezuela.
Estas mentiras del régimen pueden traer consigo consecuencias en la salud pública de orden catastrófico, que se exteriorizarán en la suma de más fallecidos y la extensión del covid-19 por toda la nación.
Todo esto lo que reafirma es la vulnerabilidad de los venezolanos ante el coronavirus que azota a la humanidad, y que amenaza a la población nacional.
Sin embargo, el covid-19 no es el único mal que tenemos que padecer en Venezuela; como se puede comprobar, la usurpación constituye un peligro igual o aún peor que el covid-19, ya que sus políticas erradas y equivocadas tienen contra las cuerdas a los venezolanos.
Por ejemplo: desde Miraflores deciden prolongar la cuarentena por un mes más. Desde el punto de vista sanitario pareciera lo correcto; no obstante, desde la realidad venezolana es una acción que estrangula la estabilidad de millones de ciudadanos.
Somos un país que no le garantiza a sus habitantes alimentos suficientes ni servicios de mediana calidad. En este momento hay zonas del territorio nacional sin energía eléctrica, sin agua potable, sin gasolina y sin gas doméstico.
Maduro quiere que los venezolanos continúen en confinamiento pasando hambre y como en los tiempos de las cavernas. Quiere que nos quedemos en casa, no para cuidar de nuestra salud sino para instaurar un régimen carcelario en todo el territorio de Venezuela.
El virus del socialismo que imposibilitó la producción de alimentos en el país, hoy nos ubica en una realidad débil frente a la enfermedad; el virus del socialismo que aniquiló la capacidad de ahorro de los venezolanos, ahora desespera a aquellos conciudadanos que se están quedado sin dinero y sin comida en el confinamiento de sus hogares.
Ese mismo virus socialista que pulverizó a Pdvsa y que ahora deja al país sin combustible, ocasionando que muchos venezolanos aún teniendo recursos no puedan salir de sus hogares a comprar los alimentos que necesita para sobrellevar la cuarentena.
Los venezolanos somos presas de dos males preocupantes, el primero es el virus chino que golpea con fuerza al mundo, y el otro mal, aun más feroz que el primero, es el virus del socialismo. Aquí si no te mata el coronavirus, lo hace el virus socialista.
Es una tragedia, por ende, ahora más que nunca Venezuela necesita ayuda del exterior y un cambio radical de sistema.
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