El más cercano “ayer venezolano” está dividido en dos capítulos, el primero desde las elecciones de 1958, en las cuales resultó electo presidente Rómulo Betancourt, finalizando con la elección y por segunda vez de Rafael Caldera. Califiquémoslo como “adecuado a la democracia de entonces”. En lo correspondiente al segundo habríamos de hacer referencia a dos subcapítulos: 1. Aquel que comienza en 1999 con la investidura como primer magistrado de Hugo Chávez y hasta su fallecimiento en marzo de 2013; y 2. El sui generis 3 días después, por Nicolás Maduro, mandato cuestionado por la oposición bajo el argumento de haberse desconocido los preceptos constitucionales, conforme a los cuales la vacante del “comandante” la supliría el jefe del parlamento. No obstante, la presunta transgresión normativa fue obviada del control constitucional, por lo que consecuencialmente Nicolás “sin ser, para los opositores, formalmente, de derecho, fue de hecho jefe del Estado”, permitiéndosele su desempeño. El dirigente sindical, por tanto, ejerció el poder y con ganas y garras.
El “hoy” dibuja a una “Venezuela derivacional”, de un lado por proseguir gobernada por el último, provisto de la formalidad de un proceso electoral, para algunos írrito, pero que no ha obstaculizado su desempeño; pero, además, con el apoyo de un pueblo a quien Hugo Chávez bautizara “el chavismo” preñándolo de esperanzas. “Hoy” la presencia del comandante sin igual vigencia de la de entonces. Y tampoco con igual fuerza popular. Es “consecuencial”, asimismo, dada la inclinación a proseguir con las ideas, estrategias y fines del “comandante”, alzado en armas, con la anuencia, para algunos cuantos, de la cooperación y hasta la adhesión de un número significativo, algunos más visibles que otros, de sus compañeros de uniforme. Axioma que pareciera ilustrar con respecto a que “el militarismo” no ha dejado de ser una tendencia, para algunos vetusta, pero para otros, en determinados supuestos, como la anarquía social, necesaria. El apoyo castrense al gobierno presidido por Nicolás ha sido útil, por lo menos en lo relativo a su continuidad. ¿Por el bien de los pueblos o por ambiciones personales?, mitad y mitad se diría con jocosidad. En Caracas todavía nos preguntamos, no tanto, en lo relativo al por qué del golpe de Estado. Más bien, lo sorpresivo de la jefatura. Nos miramos unos a otros y sin respuestas, cuando menos racionales.
A partir de 2022 y un poco más allá la tenacidad de una mujer pasa a liderar el descontento de los venezolanos, ante un gobierno maltratado por el largo tiempo en el poder y abrumado por promesas esperanzadoras que no podían materializarse. El escenario alimentado, asimismo, por una acentuada disgregación de los partidos políticos y el desgaste de sus dirigentes, terminó siendo determinante para el arraigo de María Corina Machado en la enredada temática de conducir a la oposición al régimen. ¿El resultado? En un proceso de elecciones primarias, serio, respetuoso y bien organizado fue escogida a través de una votación masiva y entusiasta como candidata a la presidencia a competir con Nicolás Maduro en 2024. Leemos que a Giulio Andreotti, quien demostró ser un genio en “la abrumadora politizada política italiana”, se le preguntó el significado de su frase más cínica: “El poder desgasta a quien no lo tiene”. Para el casi eterno primer ministro “lo determinante de la expresión” pasa por la imperativa necesidad de “la capacidad de hablar y ser entendido, a la relación activa y pasiva con el pueblo”. Pareciera que la joven lideresa de Venezuela tuviera como libros de cabecera El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa y algunas páginas de Maquiavelo. Sin lugar a dudas, buena compañía, tomando en cuenta la dura lucha que ha librado y lo que le falta. Por cierto, bastante. ¿Será esta una ventaja para las venideras presidenciales? Respuesta, “a la espera de los hechos”.
Es difícil presagiar si la encomienda que los venezolanos han depositado en la candidata será más compleja que la cumplida para que se le seleccionara, tarea en la cual hubo de confrontar, por un lado, al gobierno y por el otro a una dirigencia política de la cual un electorado entusiasmado por promesas, prebendas y esperanzas terminó perdiéndole confianza. Prosiguiendo con el “hoy”, las preguntas se escuchan: 1. ¿Permitirá el régimen la candidatura de María Corina Machado para el proceso electivo presidencial?, 2. ¿La inhabilitación, de que fue objeto por la Contraloría General de la República, le sería ratificada por las instancias jurisdiccionales de revisión y muy particularmente por el actual Tribunal Supremo de Justicia? y 3. ¿Cuáles posibilidades favorables pudieran proveerse en instancias internacionales y si serían acatadas? Nuestro destacado amigo Carlos Blanco, convencido desde hace ya algún tiempo de la idoneidad de la caraqueña, ha expresado que en la etapa que se inicia después de su escogencia le corresponderá “desbrozar el camino” para un proceso electoral serio, sincero y democrático en 2024. Si entendemos bien, se trataría de una ruta de naturaleza procedimental. Lo sustancial se debatiría en las elecciones correspondientes. Esto es, la definición por los venezolanos de quién ha de gobernarle. Y allí comenzará otra etapa “la de gobernar en “democracia”, descrita como “una forma de gobierno justa y conveniente para vivir en armonía”. Así de manera sencilla, pero más complicada, también, cuando leemos que estamos haciendo referencia a “la participación de la ciudadanía como factor para materializar los cambios”, por lo que se impone “un diálogo serio entre gobierno y ciudadanos en aras de objetivos comunes”. La voluntad democrática, que ha de ser férrea, ha de inspirarse, por consiguiente, en las previsiones constitucionales, conforme a las cuales “un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. A estas descripciones, una más común que la otra, para llevarla a la práctica ha costado tanto, que no estaría demás indagar con respecto a cuál de estas dos frases de Winston Churchill, gran estratega del siglo XX vendría mejor: 1. “El éxito consiste en poder ir de fracaso en fracaso” o 2. “Un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad, un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”. Imaginando hipótesis en los cerebros intranquilos, no sabemos si sería oportuno preguntarse si María Corina Machado plantearía un texto constitucional nuevo, para algunos necesarios dada la suerte que ha tenido la carta bolivariana.
Quien escribe estima que sin darnos cuenta nos adentramos en “el mañana” que se menciona en el título del ensayo, pero que para concluirlo conviene hacer referencia a “la democracia liberal” con la cual se ha identificado la candidata de la oposición. Se trataría, cabe preguntarse, de “una sociedad capitalista de mercado libre”, esto es, como se escucha, “la existencia de la propiedad privada y una economía de mercado competitiva”, pero acompañada de la igualdad de libertad para todas las personas a fin de hacer realidad sus capacidades y nunca para que los ricos aplasten a los débiles. Téngase presente que no deja de ser una lección “la experiencia criolla” de la segunda administración de Carlos Andrés Pérez, durante la cual se saboteo un programa macroeconómico a juicio del ministro de Planificación, Miguel Rodríguez, de carácter esencialmente keynesiano (el Estado ha de intervenir en la economía para mantener el equilibrio, revirtiendo las crisis), exitoso, en principio, ante la denominada “Gran Depresión” y en Chile bajo el gobierno de Augusto Pinochet. A María Corina Machado, dado su temple, se le ha querido llamar “la dama de hierro”, en alusión, tal vez, a Margaret Thatcher, a quien se reconoce la idónea jefatura para la puesta en práctica de una economía liberal en Inglaterra. Una pregunta pareciera pertinente ¿Será suficiente el coraje de la caraqueña para lograrlo? Y antes de terminar una segunda cuestión: ¿Podrá deshacerse la nacida en la Sultana del Ávila de la inhabilitación que con respecto a ella pesa para aspirar a la presidencia de la República?
Se lee que con ocasión del apretón de manos en la Cumbre de las Américas entre Barack Obama y Raúl Castro, no sabemos si el primero o el segundo expresó: “Si lo que hemos aplicado durante tantos años no dio un gran resultado, por qué no correr el riesgo de aplicar otra cosa, aunque podamos equivocarnos”.
Pensamos que se han delineado algunas particularidades en lo relativo al ayer, hoy y en menor grado del mañana venezolanos. El de “un rato después” lo prometemos para luego si las fuerzas aguantan.
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@LuisBGuerra