OPINIÓN

Los tumbos de la dolarización venezolana

por Andrés Guevara Andrés Guevara

 

Dentro del contexto venezolano se ha repetido hasta el cansancio que el proceso de dolarización venezolana no es un proceso de dolarización formal. Al menos no lo es desde el punto de vista legal por lo que todo ello implica y todos los escollos que habría que remontar para que finalmente ello sucediera. Sin embargo, a pesar de no haber una dolarización formal, de que el bolívar, al menos nominalmente, continúe siendo la moneda de curso legal, sí se ha comenzado a hablar en círculos financieros de una posible dolarización financiera. Esto, en términos simples, implica que la provisión y funcionamiento de los principales servicios financieros (especialmente la banca, seguros y el diminuto mercado de valores venezolano) operarían esencialmente a través del dólar estadounidense.

En los últimos meses, había buenas razones para pensar que ese es el camino que el gobierno había decidido tomar. Declaraciones en prensa, entrevistas, redes sociales de diversos medios de comunicación también parecían convalidar la decisión del poder de permitir que este fuera finalmente el camino a tomar. Y sí, dentro del contexto actual de Venezuela, ello constituiría una suerte de aliviadero para tantos problemas monetarios. Sin duda, y esto es indiscutible, ello por sí solo no corregiría las importantes deficiencias macroeconómicas que aquejan a la nación, tampoco necesariamente la harían crecer, pero claro que un ápice mayor de estabilidad daría al ciudadano frente al bolívar comatoso, que sólo se mantiene a flote gracias a la voluntad del Estado.

Y este, precisamente, el gran dilema que hoy enfrenta el proceso de dolarización fáctico y transaccional que tiene Venezuela. Luego de haber manifestado abiertamente que se apoya la dolarización bancaria, las autoridades han comenzado a emitir una serie de regulaciones que contradicen esta premisa. En resumen, el nuevo mensaje que están enviando las autoridades es que sí, que se apoya la dolarización bancaria en el sentido de que puedes abrirte una cuenta bancaria en dólares en Venezuela, que puedes pagar en dólares en el país y incluso tener una tarjeta de pago respaldada en dicha moneda, pero los pagos que se reciban –y esto afecta especialmente al comercio– se recibirán a contravalor en bolívares, con los respectivos riesgos que ello implica.

Porque quien recibe bolívares tiene que asumir el riesgo de la devaluación de los mismos, de la hiperinflación imperante y del hecho de que al ser una moneda enferma nadie la acepta el plano del comercio internacional, por lo que obliga a quien importa (desde productos terminados hasta materia prima) a realizar una nueva operación de cambio para poder acceder a los mercados internacionales (ello además deriva en más costos transaccionales y es especialmente relevante en una economía con un importante porcentaje de importación de bienes y servicios).

Pareciera, de este modo, que desde el poder se ha decidido incentivar el uso del bolívar a la par del dólar. Pero un bolívar que sigue estando enfermo y que lejos está de gozar de algún tipo de confianza o credibilidad. Desconocemos las razones de esta medida. Sospechamos, sin embargo, que en gran medida obedece a los desacuerdos que existen en el seno del poder sobre cuál debe ser el rumbo monetario venezolano. Habrá, sin duda, corporaciones que por su escala se verán forzadas a enrolarse en este sistema de conversión bolívar-dólar para seguir operando en Venezuela, pero el comerciante común y el ciudadano de a pie difícilmente verá con buenos ojos eso de “cobrar en dólares para recibir bolívares”, porque la experiencia de los últimos años simplemente lo ha despojado de todo atisbo de confianza.

El resultado no será otro que una mayor informalización de la economía venezolana, especialmente en el ámbito micro, con su respectiva consecuencia en el ámbito fiscal (recaudación), transparencia (mayor incentivo para la legitimación de capitales) y ausencia de incentivos para cumplir con el marco regulatorio imperante, con lo cual, al final del día, de facto un amplio sector de la población viviría al margen de la ley, con consecuencias jurídicas e institucionales cuando menos preocupantes. Siempre existe la posibilidad de que se enmienden estos errores, pero si juzgamos por la historia reciente, la dolarización seguirá dando tumbos, al igual que muchas otras cosas que suceden en Venezuela.