Recientemente un periodista colombiano me preguntaba sobre los tres personajes latinoamericanos más relevantes del año. Después de pensar un poco, respondí: son dos presidentes y una pareja que podría serlo, pero lamentablemente no lo será. Me explico. Por un lado, el presidente argentino Javier Milei y la mexicana Claudia Sheinbaum. Por el otro, los venezolanos Edmundo González Urrutia y María Corina Machado. Es, obviamente, una selección muy personal y cualquiera, con justos motivos, podría realizar otra muy diferente. De hecho, se podrían realizar múltiples y variadas combinaciones.
Mis razones para situarlos en el podio de la relevancia regional responden tanto a sus logros en el año que concluye como a lo que pueda venir en un 2025 sumamente incierto, comenzando por el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. En orden decreciente situaría a Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, que lograron derrotar electoralmente a Nicolás Maduro, el chavista que con uñas y dientes se aferra al poder. No solo le ganaron, sino también lo dejaron sin ningún argumento para justificar el fraude cometido, un abierto robo a mano armada. Fue tal la potencia de los argumentos y la solidez de las pruebas presentadas por la oposición, que, a fecha de hoy, a solo 15 días del inicio de su nuevo mandato (el 10 de enero), el gobierno sigue sin mostrar las actas ni respaldar su postura en prueba alguna, salvo su propio relato.
El segundo es Javier Milei, que en poco más de un año de gobierno (asumió el 10 de diciembre de 2023) ha cambiado totalmente la política argentina, incluyendo algunos e importantes éxitos económicos. Indudablemente, el más relevante es el sostenido descenso de la inflación, muy significativo para la sociedad argentina. A esto se suma la pacificación de las calles, con la retirada de los piquetes que alteraban a diario la vida de las grandes ciudades. Para nuestro personaje, sin experiencia política ni de gestión en el Estado y sin apoyo partidario, parlamentario y territorial el mérito es mayor. Sin embargo, y por más que se arrope en las banderas del liberalismo, o del ultraliberalismo para ser más exactos, tanto su discurso como su gestión distan mucho de lo que se podría pensar de un seguidor de Adam Smith, aunque ancle sus raíces en la llamada Escuela Austríaca.
Finalmente tenemos a Claudia Scheinbaum, la primera presidenta de México, un país con un sistema político claramente machista. Y si bien su nominación fue producto del largo dedo de su mentor y predecesor Andrés Manuel López Obrador y su victoria se debió a una “elección de Estado”, que permitió dedicar cuantiosos bienes públicos a su campaña, no es menos cierto que llegó adonde llegó por una cantidad de méritos importantes sin los cuales no hubiera sobrevivido en aguas tan procelosas. En sus primeros meses en el poder, asumió el pasado 1º de octubre, ha oscilado entre el seguidismo al líder partido y el alejamiento a ciertas prácticas del pasado, como la relación con la oposición y la prensa, o el ejercicio de la política internacional.
Todos tienen por delante, en un intenso 2025, pruebas difíciles que sortear, incluyendo elecciones, que sin ser generales pueden tener consecuencias importantes para la gobernabilidad de sus países. En Venezuela, en algún momento del año próximo, dependiendo de la decisión ventajista de Maduro, se deberá elegir a la nueva Asamblea Nacional junto con elecciones locales y regionales en todo el país. El desenlace de estos comicios marcará el futuro de la oposición venezolana y, más concretamente, el de González Urrutia, que apuntó su inminente regreso a Venezuela para hacerse cargo del gobierno (¿lo logrará) y de Machado, que aún permanece en la clandestinidad.
En Argentina, en octubre habrá elecciones parlamentarias de mitad de mandato, para renovar la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado, cruciales para evaluar el éxito del programa libertario de La Libertad Avanza, el partido de Milei. Finalmente, en México, el 1º de junio, se elegirán 900 jueces, un proceso que dará idea de la capacidad de la presidenta de llevar adelante la reforma judicial, una iniciativa política de gran calado, aunque heredada de su mentor, y que también medirá su cintura política.
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