OPINIÓN

Los tontos

por César Tinoco César Tinoco

I

Cumplir con lo pactado, ¿sirve al propio interés?

II

Dos agricultores vecinos esperan cada uno una excelente cosecha de maíz. Cada uno necesitará la ayuda del otro para cosechar su maíz cuando madure, o de lo contrario una porción sustancial se pudrirá en el campo. Uno y otro saben que dado que su maíz madurará en diferentes momentos, ambos pueden asegurarse cosechas completas ayudándose mutuamente cuando sus cultivos maduren. En consecuencia, pactan un acuerdo de ayuda mutua.

Sin embargo, el agricultor cuyo maíz madura más tarde razona que si ayuda al agricultor cuya cosecha madura primero, cuando su maíz madure, dicho agricultor estaría en la posición del tonto de Hobbes, habiéndose ya beneficiado de su ayuda. Por su parte y dado que ambos tienen el mismo “modo” de pensar, el agricultor cuya cosecha madura primero ya ha descontado el modo de pensar del otro agricultor, siendo su decisión no cumplir con el pacto.

Thomas Hobbes (1588-1679) abordó el tema hace 373 años en el capítulo XV de su obra Leviatán, publicada en 1651, cuando contaba con 63 años.

III

En este artículo, “tonto” no va con giros peyorativos, es decir, no va con la intención de descalificar u ofender, sino en el sentido en que lo utilizó Hobbes: Una persona que carece de buen juicio y prudencia y se comporta, en consecuencia, de manera no-racional.

IV

Según Martin Cohen, Hobbes afirmaba que las personas somos máquinas movidas por lo que él llamaba apetitos y aversiones. Todo el mundo busca satisfacer sus apetitos, los cuales varían sólo según el grado y el gusto particular. Hobbes decía que la máquina humana está programada para dirigir sus energías de manera egoísta y dudaba que los humanos pudieran actuar de forma altruista e incluso sostenía que una acción que parece benevolente puede, más bien, responder a motivos egoístas. Según Hobbes, si hay algo que caracteriza a los seres humanos es “una inclinación general a un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa sólo con la muerte”.

También y según Cohen, Hobbes decía que sólo se puede evitar que las personas luchen hasta la muerte obligándolas a obedecer. Se trata de que los hombres transfieran a la autoridad soberana su derecho a usar la fuerza. De aquí nace el contrato social (pacto social): “La transferencia mutua de un derecho es lo que los hombres llaman contrato. La única manera de lograrlo es cediendo todo el poder y toda la fuerza individual a un solo hombre o a una asamblea de hombres que, mediante una pluralidad de votos, puedan reducir las voluntades de los gobernados a una sola voluntad… esto es algo más que un consentimiento o una concordia; es una verdadera unidad de todos en una y la misma persona, unidad a la que se llega mediante un acuerdo de cada hombre con cada hombre”. A lo anterior John Locke (1632-1704) respondería después: ¿Quién firmaría un contrato  para escapar de los hurones y de los zorros si el resultado es quedar a merced de los leones?

Martin Cohen es un filósofo, editor y crítico británico que escribe sobre filosofía, filosofía de la ciencia y filosofía política. Estudió filosofía y ciencias sociales en la Universidad de Sussex (Reino Unido). Obtuvo su título de profesor en la Universidad de Keele (Reino Unido) y su PhD en filosofía de la educación en la Universidad de Exeter (Reino Unido). Ha editado The Philosopher desde 1989 y actualmente es investigador visitante en Filosofía en la Universidad de Hertfordshire (Reino Unido).

V

En sus obras (De Cive, Leviatán, Elementos de derecho natural y político) Hobbes distingue entre dos tipos de contrato. En un primer tipo, cada parte entrega un bien a cambio de un bien que se recibe al mismo tiempo, por lo que ninguna de las partes del contrato tiene que hacer una promesa. El otro tipo de contrato requiere que se haga al menos una promesa pues si sólo una parte recibe un bien o ninguno, esa parte promete corresponder más adelante.

El punto no es trivial, recuerden ustedes aquella famosa frase que con sus variaciones se refiere a la promesa como medio para el logro de fines y dice –y sean, por favor, indulgentes los lectores con mi lenguaje- “Prometer hasta meter. Y una vez metido, olvidar lo prometido”.

Según la discusión de David Gilboa, de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos y PhD en Filosofía, el tonto ciertamente reconoce que se beneficiaría de un contrato en el que cumpla lo pactado, siempre que la otra parte también lo cumpla.

Ahora bien y he aquí el punto, el tonto cuestiona la racionalidad de mantener su pacto en aquellos casos en los que puede maximizar su beneficio rompiendo dicho pacto. Por lo tanto, el tonto vincula la racionalidad en la acción no con el mero beneficio, sino con el máximo beneficio, no simplemente con hacer lo que es de mutuo interés, sino con hacer lo que es de su mejor interés.

El tema ha sido abordado, modernamente, desde otras perspectivas. A modo de ejemplo, por allí está el trabajo de  Cuikerman, Edwards y Tabellini, quienes han sugerido un modelo en el que los políticos tienen diferentes preferencias y actúan estratégicamente cuando toman decisiones (Cukierman, A., Edwards, S. and G. Tabellini (1992): “Seigniorage and Political Instability”, American Economic Review, 82 (3): 537-555).

En su respuesta al tonto en la obra, Hobbes niega que una persona pueda maximizar su beneficio rompiendo el pacto. La controversia se suscita en el modo en que Hobbes hace la negación y llega a su conclusión y al respecto, hay cualquier cantidad de disertaciones filosóficas y la de David Gilboa es una de ellas.

VI

Entonces, cumplir con lo pactado, ¿sirve al propio interés?

En la opinión de aquellos que estando motivados por sus apetitos y aversiones, carecen de juicio y prudencia y además buscan maximizar su beneficio, romper con lo pactado maximiza tal beneficio.

Eso, a su vez y en mi opinión, es lo que ha sucedido con el Acuerdo de Barbados, del pasado 22 de octubre, entre el gobierno y la oposición. Desde hace 373 años, el resultado del acuerdo era totalmente previsible.

Lo que faltaría aquí explicitar, es quienes son los tontos de Hobbes, pero ese ejercicio, de pensamiento crítico, se los dejo a ustedes, estimados lectores.