Legítimo es lo que se acepta, en política es lo que genera adhesión sin necesidad de ejercer violencia política, pero además la legitimidad está directamente vinculada con la acción de persuadir sobre lo correcto o necesario.
Desde la oposición venezolana el denominado G4, agrupación de los cuatro principales partidos que encabezaron la victoria de las elecciones parlamentarias de 2015: AD, UNT, PJ y VP, ha asumido la conducción política de la oposición con aciertos y fracasos, aunque con evidente balance negativo por las dificultades que representa el confrontan a una dictadura del siglo XXI.
El principal error que ha cometido el G4 en los últimos años es haber negado la participación electoral, señalando a quienes lo han hecho como una acción de traición contra la lucha por la democracia. Algunos de los que no votamos en 2018 y eventos sucesivos lo hicimos sin asumir la abstención como un dogma, respetando a aquellos que decidieron hacerlo, pero haber generado la matriz de que solo al abstenerse se lograba “desestabilizar al régimen para deslegitimarlo”, aunque logró darle bases un gobierno interino que debía en corto plazo lograr el regreso a la democracia, hoy se ha convertido en un elemento tóxico para el avance de la organización política para el regreso a la vía electoral.
Guaidó, entrampado en su laberinto, obligado a no llamar a elecciones porque eso es lo que le ha dado legitimidad internacional para justificar el gobierno interino, se encuentra hoy encabezando el G4 que le da la única legitimidad interna que le queda al haber desbancado toda el apoyo popular que le dio el encabezar el Poder Legislativo y haber asumido con valentía el reto de salir de la dictadura, situación que se diluyó con falsas y frustradas acciones que nos condujeron al principio de todo: la negociación (aunque no quiera llamarlo así).
A su vez, este G4 que es la base de la legitimidad interna que le va quedando a Guaidó, vive una rebelión de sus cuadros políticos que no soportan seguir siendo parte de partidos que desconocen su naturaleza electoral, y paulatinamente se han desplazado hacia la aceptación de participar en las próximas elecciones regionales pero sin asumirlo públicamente, lo que ha convertido todo esto en un escenario de falsedades, imposiciones y nariceos, que desconocen a aquellos factores que siendo de la oposición incuestionable (no alacranes) han avanzado responsablemente en asumir su participación electoral y han pedido disculpas al electoral por el error de haber abandonado ese camino.
Por otra parte, el G4 (Plus), forma parte de la Plataforma Unitaria, que termina siendo un apéndice de la hegemonía de unos partidos que ya no tienen la misma legitimidad que en 2015. Dentro de esta misma Plataforma Unitaria hay una facción de partidos emergentes con otra filosofía que podrían representar una naciente alternativa, pero ese sería tema para otro escrito.
En medio de este aparatoso desajuste organizativo y de conducción política, que atenta contra la unidad estratégica, el G4 va llegando a su desaparición ya que lo poco que le queda de legitimidad la va perdiendo al frente de nuevas adhesiones en torno a visiones independientes que se empezarán a reflejarse este 21N.
Es importante resaltar que la desaparición del G4 no es la desaparición de los partidos que los constituye, referentes importantes y claves en la lucha por la democracia, sino la readecuación de fuerzas, métodos y estilos de hacer política.
Igual pasa con la legitimidad del PSUV, donde las facciones o tendencias de poder y de lucha intestina, bajo el manto de los personalismos, hacen estragos que se evidenciaron en las seudoprimarias de la estafa madurista.
El PSUV hace aguas, no solo por sus contradicciones internas, sino por su incapacidad de reconstruirse, bajo la hegemonía de autócratas que saben que la única manera de sobrevivir y sostener el poder es estando forzosamente juntos, cosa que se hace cada vez más difícil.
La ausencia de democracia interna, y el terrorismo en el seno del partido ha logrado en los últimos 8 años el desplazamiento de más de 6 millones de adeptos, militantes y potenciales votantes (chavistas), que han salido despavoridos a otras formas de organización y unos muy pocos a la oposición clásica.
No dudo que el PSUV pueda sobrevivir, pero solo lo logrará si se incorpora a la vida democrática y sale de esos carcamanes que espantan votos, si no tiende a extinguirse.
En el marco de esta crisis de las cúpulas políticas polarizadas, que no entiende que el país no lo está, ya que la gran mayoría quiere un profundo cambio en todos los niveles, un sector independiente ha crecido vertiginosamente, y va dejando de ser un sector algo silvestre, para dar paso a rostros y alternativas que proviniendo de los dos polos, hoy le dicen algo distinto al país. Queremos reencontrarnos, reconciliarnos, sin impunidad, y para ello el referéndum revocatorio será clave, como movimiento ciudadano y fenómeno social.
Los tiempos del G4 y el PSUV están contados.
@nicmerevans