En medio de la inocultable crisis que destruye al país y a los venezolanos, expresión como se ha dicho siempre de una auténtica crisis humanitaria en donde prevalece el hambre y la miseria, tres cuestiones le preocupan hoy seriamente al régimen, lo que le obliga a reaccionar sin medir las consecuencias.
En primer lugar, el indetenible proceso ante la Corte Penal Internacional que aunque lentamente, avanza hasta que se determine lo que se pretende y se justifica por los horrores que se han cometido en el país desde 2014 por lo menos y que no es como dice irresponsablemente el brasileño Lula da Silva, una narrativa: la responsabilidad penal internacional de los principales dirigentes del país, es decir, de la cadena de mando que alcanzaría a algunos, cualquiera que sea su posición o cargo dentro del gobierno.
La reciente visita del fiscal Khan, lejos de favorecerlos como lo han pretendido mostrar, con la creación de una oficina para seguir de cerca la realidad, les coloca bajo el Estatuto de Roma, es decir, dentro de la posibilidad de que la Corte pueda ejercer su jurisdicción complementaria porque el Estado ni puede ni tiene la voluntad de investigar y mucho menos encausar a la clase dirigente presuntamente responsable de los crímenes de lesa humanidad que se han cometido en el país estos años.
Al régimen le siguen preocupando también las sanciones impuestas legal y legítimamente por algunos gobiernos extranjeros, en defensa de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, en resumen, en defensa de una población que como la venezolana es víctima de graves violaciones generalizadas y sistemáticas de los derechos humanos. Su levantamiento no será posible mientras las condiciones políticas prevalezcan y no cese la persecución y la comisión de crímenes de lesa humanidad en contra de todos aquellos que con derecho exigimos democracia y libertad.
A esas dos preocupaciones, llamémoslas “clásicas”, se suma ahora el temor ante el fenómeno María Corina Machado, que ha revivido la esperanza en el país y que muestra que hay un liderazgo que nos puede conducir con seguridad a la recuperación de la democracia perdida desde 1998.
Las manifestaciones de apoyo a lo largo y ancho del país, pese a la persecución y los obstáculos que pone el régimen, muestran la fortaleza de una líder político que durante veinte anos ha mantenido una posición firme y constante, clara y transparente, ante los atropellos del régimen, de Chávez antes y de Maduro ahora.
Si bien ante los temores que produce el proceso ante la CPI y la continuación de las sanciones el régimen se encuentra impotente, ante el avance de la candidatura de María Corina Machado que será sin duda la de la unidad, el régimen comienza a tomar medidas para detenerla, lo que le lleva a adoptar medidas nerviosas que lejos de producir los efectos que esperan, fortalecerá aún más el fenómeno político que representa hoy Machado.
Con la “renuncia” de los miembros chavistas del CNE, el régimen intenta complicar el proceso primario y más allá el proceso electoral general, aunque lo anuncien y pretendan que se celebrará el año que viene tal como lo prevé la Constitución Nacional. De la “participación” del CNE, que generaba con razón una enorme desconfianza y promovía la abstención, hemos pasado a un proceso autogestionado que lejos de dividir a la oposición la ha unido, lo que no habían previsto los arquitectos del mal.
Vendrán ahora otras acciones en contra de María Corina Machado, pero nada va a detener el avance de su candidatura. Tratar de inhabilitarla mediante una decisión del brazo judicial del régimen, el tribunal supremo de justicia, sería otro grave error que contrariamente a lo previsto, fortalecerá aún más el liderazgo de Machado.
Es el momento de unir los esfuerzos para enfrentar sin complejos políticos ni mezquindades absurdas las maniobras que pueda armar la dictadura. La dirigencia opositora, especialmente del G3/4, aunque representativa de una minoría nacional, debe adoptar una postura responsable y constructiva y concluir desde ahora un Pacto Nacional de apoyo a la candidatura de la unidad que surja de una primaria o de cualquier mecanismo que recoja la voluntad popular.
Un Pacto Nacional deberá también abarcar el apoyo al gobierno democrático que se inicie en 2024, un gobierno que tendrá el reto de reconstruir al país y de establecer el sistema democrático y de libertades que los venezolanos esperamos. Un difícil y complejo período de transición, sin duda, que debe favorecer una autentica reconciliación nacional y la paz y el progreso inclusivo, lo suficientemente estable y duradero que impida el retorno a la situación que lamentablemente hemos vivido estos últimos 25 años.