OPINIÓN

Los sueños de un pueblo

por Salvatore Giardullo Russo Salvatore Giardullo Russo

Esta es una de las tantas premisas, que comienzan a tejer el nuevo pensamiento castrense en Venezuela, desde el principio hasta su final, este par de líneas consagran una carga ideológica y manipuladora de una realidad que se aleja de los conceptos de la tolerancia, la libertad y la democracia: “La unión cívico-militar… con la intención de que la nueva institución militar responda a los intereses del pueblo, en lucha contra las injusticias y los intentos de dominación promovidos por los grandes centros hegemónicos del poder mundial…el ideario político-filosófico del Libertador Simón Bolívar, y la visión integral de la seguridad y defensa consagrada en la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación (LOSNA)…” Ya lo demás, es el reflejo de su actuación en los últimos 20 años, en el cual se destaca una perjudicial cacareada alianza cívico militar, donde los castrenses están involucrados en muchas áreas que son de dominio civil, solo por ocupar puestos de control que les permite tener ingresos extras, por su ardua labor en corruptelas en pro del desarrollo de la nación.

Esto explica que la Fuerza Armada Nacional y sus diferentes componentes, desde mi punto de vista, no están politizadas, todo lo contrario, se han valido de la política y la forma laxa de la aplicación de las leyes con sus respectivas sanciones, que ha permitido corromperse, sumado a que dentro de la institución castrense se ha rota la disciplina, rondando casi la anarquía, ya que los liderazgos han desaparecido o están detenidos, porque el que manda es el General Don Dinero, que si viene con uniforme verde, mucho mejor.

Este deterioro del componente militar, se viene gestando desde la llegada al poder del difunto eterno Hugo Chávez, asesorados por Cuba, han convertido a la institución en una cofradía de complicidades, impulsados por la desesperación por enriquecerse de forma inmediata y por su exuberante cobardía para defender la democracia, las instituciones y la libertad de los ciudadanos. Esto es gracias a aquellos que mandan, que han perdido la vergüenza, por lo tanto los que obedecen pierden el respeto, valiéndose de la idiotización del siglo XXI.

Claro, esa vorágine que se ha desatado por llegar primero, jalando bolas a los jefes de la nomenclatura chavista, ha provocado que solo los mandos superiores tengan acceso a los beneficios de la corrupción, mientras los rangos inferiores, están comiéndose un cable y ven como única oportunidad, derrocar a Nicolás Maduro, con la esperanza que el próximo gobierno le de acceso a las dádivas que ahora no tienen. Es un círculo vicioso de oportunidades que soslaya la institucionalidad castrense. Yo estoy de acuerdo en eliminar las fuerzas armadas, como lo han hecho ya Costa Rica y luego Panamá, porque se han convertido en una secta de corrupción y vicios.

Pero, nunca falta un pero, puede que muy en el fondo del mundillo militar, haya efectivos que sienten de verdad el vibrar en sus entrañas cuando oyen el himno nacional y se emocionan cuando ven ondear el tricolor patrio. Sin embargo, es público, notorio y comunicacional, que todos los componentes militares están infiltrados con espías y sapos, en el cual todos están en un estado general de sospecha, donde la nación de Bolívar se ha convertido en un país ocupado por su propio ejército, por lo cual liberar a la FAN es liberar a Venezuela. ¿Y el costo político? ¿Se subordinarán al poder civil? ¿Regresarán los militares a los cuarteles? Es evidente que el componente castrense está falto de apresto, con una formación académica decadente e ideologizante, donde lo que impera es la humillación del subordinado, en el cual su última gran batalla fue en Carabobo hace casi dos siglos, sumado a que reciben sueldos miserables, es difícil, creer que volverán a desempeñar solo funciones militares, se ve poco probable en el corto plazo, ya que se han acostumbrado a recibir comisiones y a controlar todo tipo de importaciones, que les beneficia con una gran cantidad de dólares americanos. Menos mal que detestan el imperio, pero cómo les gusta su moneda.

De verdad, hay que pasarse la mano por la conciencia y reflexionar, como una institución tan importante, que conforma una de las bases para sostener el sistema democrático venezolano, sigue apoyando a un dictador que ha utilizado el aparato logístico y militar, para perseguir, torturar y asesinar a aquellos que lo adversan. Naturalmente, el informe de la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Verónica Michelle Bachelet Jeria, pone en evidencia los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el régimen de Nicolás Maduro, que van desde la tortura a las ejecuciones extrajudiciales. ¿Qué posición van a asumir los militares con respecto a eso? Les recuerdo que los crímenes de lesa humanidad no prescriben.

Todo lo anteriormente descrito, nos pinta una realidad adonde Venezuela está viviendo en su momentos más oscuro, sin que se visualice esa luz tan anhelada al final del túnel. No es fácil mantener el optimismo, porque son muchas las cosas que suceden y al mismo tiempo. La pandemia del covid19, la falta de gasolina, la escasez, la dolarización forzada, los sueldos y pensiones miserables, un gobierno indolente y unas instituciones del estado al servicio de un partido político. Pero hay que seguir luchando para rescatar a la nación y reconstruirla, ya que hay mucho por hacer, una vez se produzcan los cambios que necesita la patria.

Es cierto que contamos con una inflación anualizada que casi llega a 4.000%, pero para superar esa realidad hay que redefinir el concepto que tenemos del socialismo, ya que su doctrina es la distribución equitativa de la miseria, sin olvidar que su aplicación ha destruido la economía de nuestro país, debido en su afán en colocar obstáculos para que el mercado no funcione libremente, porque su premisa se basa en el controlar el sistema de precios, inutilizando el método de la oferta y la demanda de bienes de consumo. Además, el gobierno socialista, bajo la premisa de proteger al pueblo, se toma la potestad de imprimir dinero que no tiene ningún respaldo, ya que el aparato productivo ha sido destruido por el sistema de controles, generando una hiperinflación, que es un fenómeno monetario, que sobre pasa cualquier proyección optimista. No hay que olvidar que los controles van en contra de las libertades individuales, es decir, no hay seguridad jurídica, impidiendo que los empresarios quieran venir a invertir, ya que no tienen garantizados la recuperación de su capital.

Tanto el poder civil como la casta militar en Venezuela, han trabajado mancomunadamente para destruir a uno de los países más ricos del mundo, si de petróleo y recursos minerales hablamos. Lo lamentable, que hay países en el hemisferio como en otros continentes, que quieren imitar el modelo venezolano, demostrando que ser de izquierda es ser un reverendo pendejo o en el mejor de los casos, un rolo e vivo, para engañar y enriquecerse a las espaldas de los sueños de un pueblo.

Este proceso bolivariana, se limitó en la construcción de un hombre nuevo, según los deseos de Chávez, que tenía que ser capaz de hacerse culpable de los apagones por el simple hecho de consumir luz; la falta de agua por bañarse y usarla; robos, secuestros y asesinatos por simplemente portar el dinero fruto de su trabajo; la inflación por comprar los artículos de la cesta alimentaria; de morir en manos del hampa simplemente por estar vivo; recibir adoctrinamiento comunistas y entrenamiento para la guerra para obtener beneficios y alimentos.

Pero con los años, se ha podido demostrar que esta fue una revolución impuesta a punta de amenazas, persecuciones, cárcel, difamación, expropiaciones y leyes criminalmente aprobadas para satisfacer un proyecto personalista de un vivo que creyó que las guerras se ganan arrasando en llamas un país como lo hizo Ezequiel Zamora o torciéndoles la voluntad a sus ciudadanos, como lo hizo Fidel Castro.

Lo más triste es que el venezolano de a pie, que creyó en el discurso de Hugo Chávez, ciudadanos sin esperanza de un mejor futuro, fue envenenado poco a poco por una prédica de odio, que los llevaba a sentirse realizados con las pérdidas que sufrían a aquellos que tenían algo más, nacieron así los escuálidos, los burgueses, la oligarquía, según el imaginario bolivariano. Clasificando a los venezolanos dependiendo de su ideología, solo con la finalidad de ridiculizar a aquellos que osaran ir en contra de los preceptos revolucionarios. Allí nació la gloria del comunismo venezolano: convertir a todos a los ciudadanos, menos la clase gobernante, en pobres, miserables e ignorantes.

Ese es nuestro país actual, esa es la clase que nos gobierna. Ahora nos toca a nosotros, como ciudadanos luchar por el país, enarbolando la bandera de la libertad, la paz y la democracia, sin violencia, sin odios. Evitando participar en procesos electorales amañados, reconocer y apoyar nuestros líderes auténticos y fijar una posición firme, unidos para un solo propósitos, rescatar nuestra Venezuela. Sí podemos lograrlo.