Las religiones, más o menos antiguas, presentes en las sociedades del mundo, fueron invenciones de fabuladores con propósitos de manipulación de la psiquis de los individuos e infundirles tan inmenso odio como absurdo pánico. Separaron razas, beatificaron regímenes de gobierno e inocularon el virus de la sumisión contrita entre no culpables. Han sido aliadas de proyectos barbáricos, en algunos de sus mandamientos subyace la ovación del jerarca mayor militar con mando sobre regimientos, y civiles convertidos en celebridades cuyas deleznables conductas legan. No deben enseñarse a infantes, porque están en proceso de indagación de la realidad que experimentan y son vulnerables: susceptibles ser manipulados por perversos. Irrefutable que, cuando es consciente de sus actos y las consecuencias de sus adhesiones doctrinales, el sujeto informado respecto a interdicciones [hábil, identificado]tiene derecho a creer lo que le plazca sin perjudicar a terceras personas, ello aun cuando sea en ridículos fetiches estampillados. Que en la intimidad cualquier bochornosa práctica te haga feliz no trascenderá ni provocará perjuicios, salvo que tu malicia elija hacerlo.
Los prontuarios delictivos de los santa sanctorum, blindan y publicitan como adorables las reputaciones de malnacidos: míralos, busca conocerlos en persona, ofréceles tus servicios, besa sus manos a esos bienaventurados del Reino de Atrocidades para que la inversión de valores implícitos en símbolos y hechos prosiga manteniéndose erguido: oculta tus enfados, asombros e impulsos violentos. Si no quieres resignar tu indignación, asoma el rostro con expresiones del cobarde que te ha mantenido sumiso, sácalo del túnel que has cavado y donde crees que no estás visto.
El temor a morir es instintivo, pero con uso exacerbado por parte de fomentadores de divinidades que afirman consolar desahuciados y miserables. El pánico a experimentar hambruna y desamparo también son sentimientos inherentes a toda criatura que respire, sin excluir las irracionales. Persuadido estoy que los primeros profetas se aliaron a los azotes de tribus para diseminar esperanzas, de existencia eterna o resurrección, mientras torturaban pecadores de írrita sustanciación.
Temprano, los santa sanctorum lo supieron: sin el apoyo de fuerzas armadas no protagonizarían en ningún lugar del mundo: que sus vidas transcurrirían como las de cualquiera de tumulto harapiento. Estas son las cualidades de los menos inhumanos que resaltan y se requieren, históricamente, para lograr distinciones ante la muchedumbre de imbéciles: ser mentiroso, estafador, ladrón, bruto y desalmado.
Aborrezco las expresiones populacheras «si Dios quiere», «el Señor proveerá», «desde el Cielo nuestro Padre Todopoderoso mira a quienes abajo hacen daño» […] Lamento la inculcación de tanta acientífica monserga a los infantes, víctimas de opresores y ancianos en lista de espera para escindir de esta realidad sin poder llevarse alforjas llenas de ensoñaciones paradisíacas. La mala e inmerecida existencia sobrelleva el peso de la carga hedionda y difunta repleta de los santa sanctorum.
@jurescritor