Donald Trump envió un mensaje por su cuenta de Twitter oficial indicando que los rusos le habían dicho se iban de Venezuela. Rick Scott sintió era iniciativa suya y muchos opositores se alegraron, lo percibieron como un nuevo paso de avance en la debilitación del castrismo madurismo. Elías Jaua, del Frente Francisco de Miranda, declara molesto, fastidioso, que hay que refundar el chavismo, dando a entender que el madurismo no es el original. Juan Guaidó en sus recorridos presidenciales visita Barinas, donde muy pocos quieren saber algo de Maduro y el reinado de la familia Chávez que ha dejado historia de abusos, riqueza y excesos pero ninguna obra que valga la pena recordar; los barinenses no solo reprueban al heredero usurpador, sino que además se proclaman guaidonistas entusiastas. Los chinos guardan silencio mientras permanecen a la espera de quién les pagará el incontable dineral despilfarrado, sustraído, que les adeuda la revolución bolivariana y tratan de arreglar sus diferencias comerciales con Washington.

Los partidos opositores oficialistas complacientes electoreros se preparan para repartirse –en un dos para ti dos para mí y uno para ambos– el CNE con sus pares del PSUV, se frotan, abren las manos, la recolección de fondos estimula y los excita, empiezan a encampañarse, aceitan sus malogradas maquinarias para el fraude electoral que negocian y arreglan bolichicos cómplices cooperantes. Y noruegos, los del premio Nobel, oficialmente reino –pero no de la realeza de Sabaneta–, cuya forma de gobierno es la monarquía democrática parlamentaria, presentan su mejor máscara de arregladores de entuertos para avalar impunidades e injusticias, pero resulta que los rusos no se van.

O a lo mejor sí pero no se lo van a confesar ni a su adversario escogido, el artesanalmente peinado empresario y presidente estadounidense, ni a quienes en Caracas distinguen como cómplices en negocios apestosos y defensores ante el poder norteño –los castristas ni siquiera pudieron defender la pequeña Granada, lo de Playa Girón no fue un triunfo castrista sino una defecada de Kennedy, nadie es perfecto–.

Tal vez lo que esperan los rusos es que Guaidó y su gente marquen un compromiso firme, creíble, de que les pagarán los montones de chatarra militar que Venezuela les debe y que hoy son pretexto para mantener a militares, presuntos expertos e instructores, ocupando estas tierras con apoyo castrocubano.

Cuando tengan la promesa y obligación ¿se irán? Para un latino caribeño el alma rusa es tan inescrutable como el pensamiento profundo chino, y sin atreverse a asegurarlo, aún más difícil adivinar los planes de un espía, sobradamente capaz de montarse disfraces sin inmutarse. No podemos saber si finalmente se marcharán o no, siempre habrá un helicóptero que reconstruir, algún Sukhoi descompuesto que reactivar, tanques anticuados y podridos que movilizar o la absurda anunciada fábrica de armas por construir.

Habría que pensar, ¿cuánto le supone al acosado y atormentado tesoro ruso la estadía en Venezuela? La comparación debería ser, además, con la medición de la conveniencia que evalúe Putin de tener presencia a doce o catorce horas de vuelo en aviones de carga o semanas de navegación para los portaaviones destartalados, a cambio de la apariencia de ser superpotencia y regocijo de pellizcarle la barriga a los estadounidenses en su propio patio trasero.

La aproximación lógica de los rusos, para molestar más a los norteamericanos, debería ser a potencias reales como México y Brasil en Latinoamérica, China por el otro lado. El problema es que los mexicanos no son tan pendejos, el Foro de São Paulo es una burla en retroceso y decadencia, Lula está preso por corrupción y Jair Bolsonaro es liberal, los asiáticos son pragmáticos, comunistas en el sótano de sus corazones, hombres y mujeres de negocios fríos en sus chequeras, saben bien qué son y qué tienen los rusos. Para ellos nada, aparte del buen vodka y el excelente caviar beluga del pez esturión.

Por ahora, siguen necesitando esa cabeza de playa de imagen que es Venezuela. Entretanto, están vendiendo el petróleo que pueden en los mercados venezolanos que el madurismo irresponsable dejó perder. Porque, aunque sean rusos, también son comerciantes.

@ArmandoMartini

 


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