El pasado jueves 17, el rendimiento de los bonos a 30 años del gobierno de Estados Unidos subió a 4,42%, el más alto desde 2011. Esto afecta no solo los costos financieros del gobierno de ese país sino también los del mundo entero. Pero no hay que exagerar las cosas. Las tasas están subiendo desde niveles que habían sido los más bajos de la historia. El nivel alcanzado no es tan terrible como el que tuvieron los intereses en julio de 1981 (13,96%) en medio de la inflación de esos años. Es más bajo que el promedio del nivel que tuvieron de 1990 a 2010, que estuvo entre 5% y 6%. Está muy cerca de lo que ha sido el promedio en Estados Unidos.
Sin embargo este aumento seguramente desencadenará otra vuelta de pronósticos negros para el dólar, siguiendo el espectáculo que montaron hace unos meses los presidentes de Argentina, Brasil, Rusia, China, Venezuela y otros países anunciando su intención de destronar al dólar de lo que llamaron “su posición privilegiada” como emisor de la principal moneda internacional. Argentina y Brasil anunciaron que iban a crear una moneda del Mercosur con lo que no iban a necesitar más dólares.
El mundo real (el que trabaja todos los días en los mercados de monedas) no se inmutó con esos anuncios. La gente siguió manteniendo sus depósitos internacionales en las mismas monedas que antes, y haciendo sus transferencias en ellas. El mundo noticioso, sin embargo, se llenó de pronósticos de que el dólar iba a desaparecer ante la potencia monetaria de todos los países que se quejaban del dólar y anunciaban su traslado hacia sus monedas propias. Muy pocos de los que escribían estas noticias se preguntaban si las monedas de los que hacían más ruido —Argentina, Rusia, Venezuela— tenían las condiciones de estabilidad monetaria y de apoyo financiero con redes globales capaces de responder a las demandas de una moneda internacional. El público se estremeció. Apuntó en su mente que el dólar desaparecería y pasó, cinco segundos más tarde, a otros temas.
Una de las consecuencias de procesar las noticias de esta manera es que con frecuencia se pierde la capacidad de ligar unas noticias con otras, como es el caso ahora que, en una coincidencia muy inoportuna, las monedas de dos de los países que anuncian que van a destronar al dólar se han derrumbado en los últimos días —el rublo ruso y el peso argentino— como para quitarle las ganas al mundo entero de poner sus ahorros en esas monedas, o en monedas nuevas creadas por ellos, que puede suponerse que manejarían igual que manejan las propias.
La caída de los últimos días no es cosa nueva para ninguno de estos países. En este año, el rublo ha caído 50% de valor y el peso argentino 150%, de tal manera que si usted, movido por el entusiasmo de las nuevas monedas hubiera depositado sus ahorros en rublos en diciembre de 2022, a este momento hubiera perdido la mitad de ellos antes de la devaluación de esta semana. Si los hubiera depositado en pesos argentinos, hubiera perdido mucho más. Sólo la devaluación de esta semana quitó el 22% del valor en dólares a los ahorros mantenidos en pesos argentinos.
La idea de que todo lo que se necesita para acceder al “exorbitante privilegio” de emitir una moneda internacional es decir “voy a emitir una moneda internacional” es de una increíble ingenuidad. Lula puede decirlo mil veces, pero ningún gobierno al otro lado del mundo—como, digamos, Sri Lanka o Indonesia, decidiría inmediatamente emitir bonos denominados en reales brasileños esperando venderlos—algo que sí lo hacen todos los días con bonos denominados en dólares porque la gente confía en ellos. Tampoco funciona decir “si usted quiere comprarme algo me tendrá que pagar en mi moneda” porque lo único que logrará es perder la oportunidad de conseguir dólares. Rusia, en este momento, está considerando forzar a todas las empresas rusas a entregar todos sus dólares al banco central para subir sus reservas de dólares, que es lo contrario de pedir que les paguen en rublos. La capacidad de emitir una moneda internacional depende, naturalmente, de la demanda que el público tenga por esa moneda globalmente.
Como muestra clara de que el mercado no ha tomado en serio las amenazas de hundir al dólar, la demanda por las distintas monedas por parte de los bancos centrales que las mantienen como reservas no ha cambiado casi nada desde que se hicieron esos anuncios, y lo que ha cambiado va en contra de los que quieren matar al dólar. De marzo de 2022 a marzo de 2023, las reservas totales (en todas las monedas) bajaron 3,7%, y las reservas en dólares bajaron 4,2%. Pero las reservas de las únicas monedas que pudieran competir con el dólar cayeron más: las en euros, 5,3%, y las en renminbi, 12,7%. Estas cifras hay que ponerlas en el contexto del tamaño de las reservas en estas monedas como porcentaje de las reservas totales. En marzo de 2023, el dólar representaba 54,9% del total de las reservas mundiales, los euros 18,6% y el renminbi 2,6%. Las reservas en dólares son 23 veces las reservas en renminbi, y este múltiplo, en vez de disminuir como todos esperaban, se ha aumentado (de 21 veces en marzo de 2022). En realidad, el euro es la única moneda que compite con el dólar, y está todavía a una larga distancia.
Así, la campaña de Lula, Putin y sus acompañantes no ha tenido ningún resultado. El dólar sigue reinando y va a seguir haciéndolo por muchos años.
Artículo publicado en elsalvador.com
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