Los Reyes Magos son una tradición muy arraigada en España. En mi caso particular, en la madrugada de cada 6 de enero poníamos los zapatos en la ventana, para esperar la visita de aquellos Reyes que nos traían una cantidad de regalos. Mi querida madre, Luisa, con ese arraigo andaluz, al igual que mi padre, Alberto, se sumaban para inculcarnos esa emoción, que la mayoría de mis amigos en Caracas no entendían, menos aún los del colegio de la comunidad judía.
Además, el Día de Reyes mi lonchera se llenaba de pedazos de “roscón”, un pan dulce, en forma de corona, cubierto de fruta deshidratada, todo un manjar; mi mamá lo sigue haciendo, mejor que nadie.
Se dice que esta historia aparece por primera vez en un manuscrito del siglo VI y que los Reyes se llamaban: Melchor, Gaspar y Baltasar.
Casualmente, los Reyes Magos representan a los 3 continentes: Melchor a Europa; Gaspar, Asia y Baltasar, África. Para evitar problemas ―me imagino, y ya en una especie de profecía―, Baltasar es descrito con el rostro negro; quizás para evitar problemas le dan más importancia a él como «minoría» por eso aseguran que es descendiente de Cam, hijo de Noé.
La historia es realmente fascinante para los niños, pero en la época en la que vivimos y con tanto ruido del «otres», las modificaciones del idioma y demás, vale la pena mirar esa historia como futurista, algo así como una gran premonición.
No sería nada raro que en algún país de esos donde reinan gobiernos izquierdo-comunistas se publicara «la verdadera historia de los tres Reyes Magos”, narrada de forma inclusiva. Entonces el “negro“ Baltasar estaría acompañado de un Gaspar que representa a los grupos LGBT y Melchor quizás se describa como heterosexual, o sin género, dependiendo de quién narre el texto.
Esto, que en principio parece jocoso, es parte de una triste realidad a la que nos estamos enfrentando, pero muchos ―quiero pensar que la mayoría― estamos decididos a luchar en contra del sinsentido; me refiero a un universo que siempre hemos tenido la consciencia de que debemos movernos en un mundo de igualdad de oportunidades, no en la búsqueda de privilegios y simplemente aceptarnos los unos a los otros tal y como somos, porque no podemos ser todos iguales.
Por lo pronto dejemos que los pequeños de casa lean el cuento original, y sin distorsiones, con esa inocencia que debemos proteger y los adultos aprovechemos los días de rebajas de Reyes, sin dejar de brindar por tiempos mejores, quizás motivando el regreso de los de antaño.
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