En estos días de mediados del mes noviembre del 2023 la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes está celebrando la semana aniversario, conmemorando 233 años desde que el obispo Fray Juan Ramos de Lora iniciara los estudios en derecho canónico, derecho real y teología que conforman la fundación y origen, no sólo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas y de la propia Universidad de los Andes en Mérida, Venezuela.
El inicio de estos estudios constituye la génesis de la segunda Facultad de Derecho del país en términos de antigüedad. El 8 de noviembre de 1790 es la efeméride de la partida de nacimiento de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas ULA. Más que hacer un recuento histórico sobre el origen de la Facultad y la Universidad, indiscutiblemente vinculados a nuestra Iglesia y a la figura emblemática del obispo fray Juan Ramos de Lora, nos corresponde plantearnos algunas preguntas e inquietudes: ¿Cuál es el papel de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas, Políticas?, ¿y el de sus egresados con el entorno y la sociedad venezolana en esta conmemoración del ducentésimo trigésimo tercer aniversario.
El mundo y nuestras sociedades vienen cambiando a pasos acelerados, hoy nos debatimos en transformaciones que afectan prácticamente todo, como diría el sociólogo alemán Zigmunt Bauman en esta “modernidad líquida” que replantea las concepciones de tiempo y espacio, trabajo, familia, privacidad, roles, habilidades, saberes, destrezas, expectativas de vida, competencias, y paren ustedes de contar. Si algunas disciplinas en estos momentos tienen enormes retos lo vengo señalando y reiterando en diversos espacios, son precisamente en el seno de la Ciencias Sociales, los roles del derecho, de la ciencia política y de la criminología respectivamente.
Incuestionablemente, el mundo no sólo cambió con el advenimiento de la globalización en el último tercio del siglo XX, sino que en pleno siglo XXI el mundo sigue cambiando y de manera acelerada. Insisto, se están modificando las formas de concebir la vida, los hábitos, el espacio, el amor, el tiempo, las obligaciones, la educación, los roles, las ideologías, el papel del Estado, el trabajo, la familia, las estructuras, la comunidad, las instituciones, la pareja, la inteligencia artificial, las ideologías políticas, el propio derecho y la teoría del derecho con el surgimiento del garantismo y las nuevas corrientes de pensamiento jurídico y constitucional, también estamos registrando mutaciones en los hábitos, costumbres, conductas y crímenes, la política y la democracia se encuentran sometidas a nuevos retos a los cuales no podemos darles la espalda y estamos obligados a estudiar, analizar, intervenir, proponer y aportar sobre todo en un país que registra una multiplicidad de problemáticas y crisis en muchos aspectos.
Basta leer los últimos ensayos o releer los anteriores escritos de cientistas sociales, filósofos, sociólogos, juristas, políticos, criminólogos, entre ellos, Zygmunt Bauman, Tzvetan Todorov, Daniel Innerarity, Tony Judt, Ulrich Beck, Arjun Appadurai, Giovanni Sartori, Fernando Vallespín, Vicente Garrido; Jorge Sobral, Santiago Redondo, Alfonso Serrano, Scott Lash, Luigi Ferrajoli, Claus Roxine, Gustavo Zagrebelsky, Carlos Bernal Pulido, Miguel Carbonell, José Antonio García Amado, Luis Pietro Sanchís, Eugenio Zaffaroni, Allan Brewer Carias, Manuel Cancio Melia, Michele Taruffo, Aharon Barak, Anthony Giddens, Manuel Castells, Yascha Mounk, entre otros, para significar e inferir que nuestras vidas se desenvuelven en medio de una vorágine inédita, que pareciera replantear o trastocar los cánones tradicionales del derecho, de la política y de la criminología respectivamente.
Asistimos a una época ciertamente compleja y excesivamente dinámica y mutante, emergen un sinnúmero de situaciones, fenómenos y demás en muchos ámbitos, y especialmente en nuestras concepciones y esquemas, replanteándose precisamente los parámetros a través de los cuales pensamos, tomamos decisiones y existimos, y donde los universitarios, especialmente los abogados, los politólogos y los criminólogos estamos obligados a opinar, expresar, proponer e intervenir en la procura de una mejor sociedad y país.
Vivimos un mundo que se debate entre certezas e incertidumbres, y una avalancha de retos y desafíos que no tienen antecedentes con épocas anteriores, la rapidez e intensidad de los cambios nos dejan a veces perplejos, se quiebran los referentes, y por ende, los ciudadanos requerimos nuevos códigos, herramientas, esquemas y enfoques para interpretar la sociedad actual a escala mundial, regional y nacional, y no sólo sobrevivir a las pandemias como el covid-19 u otros virus como la corrupción, la trata de seres humanos, nuevas y sofisticadas esclavitudes, terrorismos variados, activismo judicial y punitivo, poderes ocultos o salvajes como los califica Norberto Bobbio y Luigi Ferrajoli que amenazan y enfrentan al Estado, nuevas xenofobias, la degradación de la condición humana en algunos de nuestros países y sociedades, entre otros fenómenos registrados que conforman grandes retos para nuestras facultades, escuelas, profesores, estudiantes y egresados que sin dudas debemos estar en sintonía con esas demandas y exigencias.
Uno de los aspectos actuales que producen grandes incertidumbres en los ciudadanos a escala planetaria, y más todavía, en nuestros países latinoamericanos (ni hablar de Venezuela) es la debilidad del Estado, la precariedad de las instituciones, la carencia de Estado de derecho, la ausencia de sólidos partidos políticos y liderazgos, de una clase política proba, sería, vanguardista y responsable ante sus ciudadanos, y por supuesto, una orfandad total e incertidumbre cuando tenemos un Estado y gobierno que se desentiende de sus ciudadanos al no darles seguridad, educación, garantizarles transporte, salud, empleo, salarios dignos, poder adquisitivo, energía eléctrica, agua potable o gasolina por señalar lo menos. Por tanto, las certezas se reducen y las incertidumbres aumentan y se convierten en auténticas pesadillas cotidianas de los ciudadanos.
Frente a la deshumanización se requieren replantear los roles de las instituciones encargadas de socialización, entre ellas el papel de la familia, la educación en todos los niveles, la religión y otros, como ámbitos formativos de referentes y certezas en el vertiginoso siglo XXI en el que nos corresponde vivir. La universidad no puede disociarse de su entorno nunca y nos corresponde no perder nunca de vista la sensibilidad por el prójimo, por el vecino por el necesitado, por supuesto nunca eludir nuestro rol de formadores no solo de profesionales sino ciudadanos con pensamiento crítico y no autómatas o súbditos.
Estamos en deuda con la sociedad venezolana en la necesidad no sólo de materializar la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999, sino de avanzar en las innovaciones y reformas que a escala planetaria se vienen planteando y debatiendo y que tienen que tener como objeto y centro de debate en clara perspectiva humanista acertadamente al “ser humano”.
Sin institucionalidad y sin legalidad nuestras sociedades están condenadas a la presencia de gobiernos personalistas, despóticos, lo que es peor, situaciones de precariedad jurídica que se traducen en el menoscabo de los derechos fundamentales establecidos en nuestra carta magna, paradójicamente observamos violaciones en diversos ámbitos en pleno siglo XXI, algo insólito e incongruente con el avance que hemos logrado en términos de derechos, garantías e institucionalidad a escala planetaria.
Hay reformas procesales pendientes que deben tener asidero, sustento y la firme voluntad de avanzar y materializar buena parte del espíritu y derechos contenidos en nuestras constituciones y ordenamientos. Nuestras escuelas, posgrados y profesores estamos obligados, reitero, a impulsar esos debates, más allá de ciertos climas peregrinos o inclusos intolerantes o poco permeables a la necesaria crítica de nuestras realidades, cabe la acertada consideración del profesor argentino Emilio García Méndez “cuando todo es una emergencia pareciera que detenerse a pensar es casi un delito”. Como nunca antes debemos pensar, meditar y servir como profesionales y ciudadanos a una sociedad que reclama atención.
La radiografía que hoy podemos hacer de la democracia y fundamentalmente de la política no es nada halagadora, y allí precisamente está el germen de la esperanza, la crítica y su replanteamiento hoy. Los tiempos de crisis son tiempos de oportunidades. Uno de los temas recurrentes para muchos analistas y pensadores contemporáneos, lo constituye inequívocamente la metamorfosis y los cambios que asume la política en las últimas décadas. Dichos problemas traen aparejado una serie de retos e incertidumbres de diversa índole para el ciudadano, para la democracia y para las propias sociedades sumergidas en proceso de modernización y algunas de cambios profundos en materia cultural, tecnológica y económica.
La revalorización de la política sólo será posible de la mano de la revalorización de la democracia y por ende de la política democrática y el ciudadano. El siglo XXI sin dudas es complejo y mutante. Nos corresponde pausar y más allá de ciertas tesis o posturas fatalistas, estamos llamados a desgranar los elementos y fenómenos que si bien son intrincados y difíciles (sobre todo por sus efectos) como la globalización, la mutación, el genoma humano, la transexualidad, el terrorismo, la emergencia constante de pandemias, virus y enfermedades, la clonación, el resurgimiento de populismos y autoritarismos de diverso cuño, el estancamiento y deterioro de la democracia, la proliferación de fanatismos y radicalismos religiosos y políticos entre otros fenómenos que exigen meditación, análisis, tratamiento y respuestas de parte de las ciencias sociales y especialmente del derecho, la ciencia política y la criminología.
Los retos que tenemos como alma mater y Facultad que egresa profesionales del derecho, ciencia política y criminología son monumentales en un país y sociedad que reclama atención y soluciones. Esta Facultad calificada de legendaria y bicentenaria tiene un compromiso no sólo con el país nacional, sino además, con la propia academia, retos importantes en la necesidad de repensarse junto a sus autoridades, profesores, investigadores, empleados, obreros y demás, en esfuerzo mancomunado cuyos destinatarios finales sean nuestros estudiantes y la propia sociedad venezolana.
No seremos nunca buenos profesionales si no somos buenos ciudadanos. Somos el origen y referente del mayor esfuerzo académico, intelectual y humanístico pensando en el país y particularmente en los Andes venezolanos al decir de Mariano Picón-Salas como fue el nacimiento y fundación de la Universidad de los Andes unido a esta antigua facultad de derecho hoy Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas que conmemora 233 años de vida y trayectoria, y que en medio de grandes limitaciones de presupuesto, renuncias, salarios de hambre de sus profesores, empleados y obreros y más, se mantiene abierta ofertando posibilidades de estudio no sólo en sus tres carreras de derecho, ciencias políticas y criminología, sino sus especializaciones, maestrías y doctorados, y más aún, formando profesionales con altos niveles de excelencia además de ciudadanos con valores. Felicitaciones y larga vida institucional a la gran familia de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad de los Andes.
(*) Profesor de la Universidad de los Andes
E-mail: [email protected]
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