OPINIÓN

Los retos de la oposición (I)

por Fernando Ochoa Antich Fernando Ochoa Antich

Los venezolanos y creo que también los latinoamericanos ven, con preocupación y esperanza, los complejos retos que debe enfrentar y resolver la oposición democrática nacional para transformarse en una fuerza política capaz de enfrentar con éxito a la dictadura de Nicolás Maduro. Incluyo a los latinoamericanos, ante la nociva influencia de nuestra crisis sobre el destino continental. El próximo año será decisivo en esta desigual lucha. De allí que sea de gran importancia que el liderazgo opositor evalúe, como corresponde, las decisiones que debe tomar. Pienso que dos circunstancias comprometieron las reales posibilidades que tuvo la oposición democrática para alcanzar el poder y derrocar al ilegítimo régimen totalitario durante el año que finaliza: su falta de unidad  y la carencia de acciones tácticas para fortalecer una acertada estrategia. Nicolás Maduro ha percibido esta realidad y está maniobrando para conducir a la oposición a cometer los mismos errores anteriores. Sus acciones, entre otras, están a la vista: compra de conciencias mediante la violación de principios éticos y morales, utilización de instituciones para perseguir y amedrentar a la sociedad y un control férreo de los medios de comunicación…

El liderazgo opositor debería utilizar estos tiempos de Pascua para reflexionar sobre los aciertos que nos condujeron a la aplastante victoria en las elecciones parlamentarias del año 2015 y los errores cometidos posteriormente, que generaron en nuestro pueblo una total desesperanza, la cual fue superada en enero de este año, al surgir, de manera sorpresiva, el liderazgo de Juan Guaidó. Estoy seguro de que, después de una reflexión profunda y honesta, no se podrá sino concluir que el factor fundamental de ese rutilante éxito tuvo su origen en la unidad opositora surgida a partir del dudoso triunfo de Hugo Chávez en la elección presidencial del año 2006. No se debe olvidar que él fue derrotado en el referéndum aprobatorio de su proyecto constitucional. Tampoco se debe olvidar que logró otro dudoso triunfo ante Henrique Capriles en las elecciones del año 2013, a consecuencia del exagerado gasto público, en medidas populistas, lo cual, entre otras, fue una de las causas fundamentales de la actual crisis económica. En las siguientes elecciones inconstitucionales, Nicolás Maduro, supuestamente, triunfó sobre Henrique Capriles, por una muy pequeña diferencia de apenas 200.000 votos, en medio de un apabullante ventajismo y abuso de poder.

Después del arrollador triunfo en las elecciones parlamentarias se tomó el camino de convocar a un referéndum revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro, el cual fue saboteado al utilizar unas írritas decisiones judiciales que cuestionaron las firmas de los convocantes en varios estados hasta que el Consejo Nacional Electoral lo suspendió definitivamente. ¿Movilizó la oposición democrática su inmenso apoyo popular para acorralar al gobierno? Lamentablemente no. De manera sorprendente, no se utilizaron las muy variadas acciones que pudieron haberse tomado al iniciarse unas negociaciones, cuyo garante fue la Santa Sede, sin el respaldo de Voluntad Popular y de 14 pequeños partidos. El madurismo aprovechó esa inacción para utilizar todo tipo de triquiñuelas hasta impedir una solución política de la crisis. Esta realidad comprometió totalmente las posibilidades de dicho diálogo. A partir de ese momento se inició una campaña mediante la cual se convocó a la abstención. Tal decisión, a mi juicio equivocado, le permitió al régimen controlar la mayoría de las gobernaciones y alcaldías. Discutir sobre este asunto es perder el tiempo. Veamos el futuro.

El año 2020, como expresé al inicio de este artículo, será decisivo para el destino de Venezuela y de América Latina. Los prolegómenos del nuevo enfrentamiento, entre el totalitarismo y la democracia, ya comenzaron: intentar impedir la reelección de Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional. Estoy convencido de que van a perder el tiempo. La votación de 93 diputados, las 2/3 partes del quórum de ese momento, lo impedirá, al haber logrado modificar el contenido  de los artículos 12, 43 y 56 del Reglamento Interior y de Debates para permitir que los diputados exiliados, por razones políticas, pudiesen votar virtualmente. Algunos diputados del oficialismo y 4 cuestionados suplentes de esos diputados exiliados se han dirigido a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a fin de rechazar la decisión soberana de la Asamblea Nacional. No dudo que la sentencia de la írrita Sala Constitucional buscará detener esta reforma para evitar que Juan Guaidó sea ratificado como presidente del Parlamento. Sin embargo, la total ilegitimidad del TSJ no lo permitirá. Además, el abrumador respaldo popular y el amplísimo reconocimiento internacional de la figura de Juan Guaidó debilitarán, aún más, las posibles acciones del régimen madurista.

Estoy convencido de que este fracaso del madurismo será el primer gran triunfo de la oposición en el próximo año, pero eso no será suficiente. Se requerirá de un gran esfuerzo de todos los factores de la oposición, grandes y pequeños, para restablecer una verdadera unidad que permita primero triunfar en las elecciones parlamentarias de diciembre del año 2020 y después obligar al régimen madurista a aceptar un referéndum revocatorio del mandato presidencial. Más de uno dirá que esa historia ya la conocemos. Eso es verdad, pero una oposición realmente unida, con el suficiente respaldo internacional, tendrá tal capacidad de lucha que difícilmente Nicolás Maduro y su camarilla corrupta, con un nivel de aceptación tan precario como el que ostentan, tendrán la suficiente capacidad para imponer su voluntad. Además, es conveniente  recordar que en las grandes crisis venezolanas siempre ha ocurrido la ruptura de la unidad interna de la Fuerza Armada Nacional que, de manera sorpresiva, ha intervenido para contribuir decisivamente en la reorientación del país. Dos buenos ejemplos: el fin de la dictadura de Juan Vicente Gómez y el surgimiento de la prestigiosa figura militar del general Eleazar López Contreras; otro, el fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.

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