El general Charles De Gaulle dijo una vez que las elecciones de Estados Unidos eran tan importantes que debía votar todo el planeta. Sin duda tenía razón. Particularmente, las recientes elecciones en los Estados Unidos implican un cuestionamiento a muchas verdades globales que a partir de ahora entrarán en un abierto cuestionamiento.
Lo curioso es que podría afirmar que el propio Trump no es del todo consciente de la dimensión y fondo de muchos de los debates que podrían abrirse a partir de este momento. Su papel como líder ha sido más el de romper barreras y mitos, que el papel del ideólogo o del estadista.
En estas líneas me enfocaré en dos aspectos, uno que fue derrotado el martes 5 de noviembre, el poderío woke y el segundo, que está por verse, la lucha contra el neototalitarismo actual.
Con respecto a la cultura woke es verdaderamente increíble cómo se logró derrotar la fuerza cultural y mediática que lleva años inyectándose como una sobredosis de posmodernidad en las redes, las noticias, las películas y la educación.
Trump aumentó significativamente su apoyo entre los hombres jóvenes de 18 a 29 años, capturando el 55 % de sus votos, frente al 41 % en las elecciones de 2020. Esta era una población blanca del discurso Woke. Una de las claves de la victoria de Trump fue la utilización eficazmente de mensajes anti woke, contrastando sus políticas con las de su contraparte.
Lemas como «Kamala es para ellos/ellas. El presidente Trump es para usted» destacaron por su fuerza mediática. Este anuncio presentaba un clip de 2019 de Kamala Harris expresando su apoyo a las cirugías de afirmación de género financiadas por los contribuyentes para los reclusos transgénero. Fue tan exitoso que cambió la carrera hasta en 2,7 puntos porcentuales a favor de Trump, influyendo significativamente en los votantes indecisos en estados claves.
En tal sentido, algunos analistas ven la victoria de Trump como un catalizador para un compromiso renovado con los temas políticos y sociales, desafiando la dinámica cultural predominante.
Que Trump haya ganado en Texas, bastión del conservadurismo social que, sin embargo, alberga una gran población latina y de inmigrantes recientes, y que por lo mismo haya vencido en Florida, muestra otras referencias del tránsito del electorado demócrata al voto por el candidato republicano. Y en estos dos estados el rechazo a la cultura progresista jugó un papel fundamental. Kamala ganó en Nueva York, Washington y Maryland, estados donde la agenda woke se ha posicionado con una fuerza inédita.
Veamos ahora el segundo punto, la lucha contra el neo totalitarismo actual. Puedo afirmar como venezolano, que el triunfo de Trump fue tan celebrado por los venezolanos, como el triunfo de Edmundo González y María Corina Machado el pasado 28 de julio. Este sentimiento no es limitado a los venezolanos. El voto latino, particularmente en Florida, refleja dos cosas, la primera queremos que Trump derrote el neo totalitarismo en Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia y un incierto, etc.; y en segundo lugar, queremos libertad para progresar.
Este segundo desafío, el de vencer al neo totalitarismo, es sin duda un reto para Trump, quien es visto por la izquierda como la encarnación del autoritarismo. De hecho, algunos progresistas han dicho que Trump tiene debilidad por los gobernantes fuertes y autoritarios y que por ello podría negociar con Maduro, por ejemplo.
Sobre las opciones de Trump con respecto a Venezuela hay dos posibilidades: más presión para fracturar un régimen totalmente deteriorado o más presión para negociar una transición. Hay quienes plantean la posibilidad de un tercer tipo de negociación por parte del presidente Trump: convivir con Maduro a cambio de petróleo y estabilidad migratoria. Pero luce difícil de pensar que esto último ocurra, aunque sería el sueño de Maduro y su grupo.
No lo veo posible por la influencia que ejercerá el ala más conservadora del partido republicano, más ahora con Marco Rubio como secretario de Estado. Tampoco lo veo posible porque sería sacrificar su piso político en estados como la Florida y el voto latino en general. Y creo genuinamente que Trump tiene lazos personales con Venezuela y su cambio político.
El caso de Venezuela encarna las tres variables más amenazantes de toda la región: retroceso democrático radical, eclosión de la alianza crimen organizado con el Estado y migraciones masivas. Estas tres variables se encuentran en mayor y menor medida en todos los países y evolucionan a transformarse en una enfermedad crónica.
De manera que Trump tiene una oportunidad de oro de construir un legado político trascendental. Su verdadero reto es despojarse de la etiqueta que tiene sobre sí mismo. Es decir, que quienes hoy lo ven como una personalidad autoritaria o seducida por líderes fuertes, al final de su periodo lo perciban como un presidente que defendió valores fundamentales como la libertad, la democracia, el Estado de derecho y el crecimiento político.
Originalmente publicado en el diario El Debate de España
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