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Los Reinos de Taifas

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Todas las dictaduras, de derechas y de izquierdas, practican la censura y usan el chantaje, la intimidación o el soborno para controlar el flujo de información”. (Mario Vargas Llosa).

Esta cita de Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, entre otros muchos reconocimientos, es sin duda alguna muy acertada. No obstante, en mi infinita osadía, me he permitido recortar una segunda estrofa en la que el señor Vargas Llosa alude a la libertad de prensa.

En estos tiempos oscuros que nos está tocando vivir, la censura alcanza cotas que no se circunscriben a la información, si bien este caso puede ser el más grave, dado que la información es algo más que periodismo; es un derecho fundamental en todas las democracias. La tergiversación de la información, ya sea falseada o simplemente recortada por motivos ideológicos o doctrinales de cualquier tipo, es la mayor forma de mentira. Una verdad a medias no es una verdad. Una verdad orientada tampoco es una verdad. La verdad no admite matices. No es subjetiva, es objetiva, y los informadores tenemos la potestad y la obligación de informar, con rigor, con objetividad y con veracidad.

Es este un problema grave, sin duda, en un país que hasta hace bien poco, podía autocalificarse de democrático; pero aún es más grave cuando las ramificaciones de esta censura se expanden por el tejido social, como las raíces de una mala hierba invasora, como está ocurriendo en España desde el momento aciago en que la ultraizquierda entró a formar parte de nuestras instituciones y de nuestro gobierno.

Es sin duda alguna cualidad de la izquierda hacerse con las voluntades de los más débiles, entre los cuales se encuentra la masa de su electorado; por lo tanto, siempre han tenido muy claro que el adoctrinamiento es la base de la continuidad de sus gobiernos. Esto atañe, principalmente, a la información y a la educación, pero también a todos aquellos personajes públicos, creadores de opinión, que son contrarios o reacios a la doctrina oficial.

Esto, desgraciadamente, engloba a los comunicadores, pero también a los literatos, a los compositores y a los artistas de toda índole, cuya base es la libertad. El arte, por definición, la literatura, la composición, la interpretación, ha de ser libre, ya que mana de lo más profundo del alma humana, donde no hay otro límite que el que impone la cordura y, a veces, ni eso siquiera.

A esto se une otra circunstancia, no por secundaria menos preocupante. Esta gente, nacida de las cloacas de la política, tienen y tendrán siempre espíritu de oposición, no de gobierno; particularmente, de la peor oposición, de la que agita las calles a base de eslóganes para zafios que son fácilmente manipulables; de la que realmente no cree en la democracia salvo cuando les favorece y, si no es así, llama a la revuelta pública como ya hemos visto en estos últimos años en multitud de ocasiones.

Y es este espíritu de oposición el que les está llevando, como no podía ser de otra manera, a dinamitar el pacto que encumbró al gobierno al presidente si no menos legítimo, si menos legitimado de la democracia española. Porque este partido de discípulos de Lenin tiene tan arraigado el espíritu del perdedor que, aún estando en el gobierno, está haciendo oposición.

Será, entre otras cosas, porque no están preparados para ser gobierno; no ya mentalmente, que también; sus esparteñas resbalan sobre las moquetas del poder y esto les está llevando a caídas reiteradas y públicas. El verdadero problema es que se está demostrando que tampoco están formativa e intelectualmente preparados para ello. No basta con llegar a un puesto, escalando de maneras que no voy a entrar a valorar; hay que tener la capacidad de sostenerlo y hacerlo con eficacia, cuando el bienestar, la economía, el trabajo e incluso la vida de muchas personas, depende de tu buen hacer.

Todos estos mediocres, cuyo curriculum cabe en un sello de correos, se han visto aupados a los parlamentos, a las consejerías y a los ministerios desde las cajas de los supermercados, los puestos de chucherías o, directamente, el sofá de la casa de sus padres. No es que yo sea un defensor a ultranza de los gobiernos tecnócratas, pero si entiendo que alguien que gobierna un país ha de tener unas mínimas cualidades, una mínima formación, o puede motivar situaciones tan graves como que determinadas actividades económicas que sostienen muchas vidas y pagan muchas hipotecas se vayan al rinchi por su desconocimiento.

Grave es lo de comprar trenes que no caben en los túneles, pero aún más grave es defender la integridad de las mujeres maltratadas poniendo en la calle a los delincuentes sexuales o impidiéndoles acceder a las ayudas económicas a tal fin, por dos leyes fallidas de Irene Montero y de Ione Belarra. Es cierto que, con ello, pueden conseguir que descienda la nómina de mujeres maltratadas, pero a costa de que ascienda la de mujeres asesinadas. Grave, pero cierto.

Si, a pequeña escala, nuestro ministro de consumo quiere incentivar tal actividad diciendo públicamente que en las granjas españolas se maltrata al ganado y, por tanto, la carne es de mala calidad, pues no puede extrañarnos una ley del Solo Sí es Sí que sirva para poner en la calle a los violadores.

Y quiero pensar que esto viene ocurriendo por falta de eficacia, preparación y conocimiento de aquellos que tienen la labor legislativa y ejecutiva en estos reinos de Taifas en los que se está convirtiendo España, que ha pasado de ser una grande y libre a muchas, pequeñas y en la puñetera mierda; porque si todo esto, por muy inaudito que pueda parecer, sirve a un fin premeditado, deberán responder ante Dios y ante la justicia humana por su cuestionable gestión.

Hora es ya de quitarnos de encima a estos agitadores de taberna. El problema es que el narcisismo de Pedro Sánchez le impide mover una ficha que le está quemando en los dedos y amenaza ya con quemar todo el tablero.

Quisiera recordarles que vivimos en democracia; una democracia que dura lo que tardamos en depositar el voto en una urna de metacrilato, para luego, los próximos cuatro años, volver a ser un totalitarismo, en el que los ciudadanos no tenemos voz ni voto. Así pues, como en el príncipe y el mendigo, aprovechemos ese día en el que el poder está en nuestra mano, en forma de papeleta blanca y sepia y mostrémosles a estos inadaptados, a estos ineficaces y a estos hijos de sus respectivos padres, conocidos o no, el camino de vuelta a las cloacas de las que nunca debieron salir.

El secreto de la libertad radica en educar a las personas, mientras que el secreto de la tiranía está en mantenerlos ignorantes”. (Maximilien Robespierre).

Añadiendo informar a esta afirmación, Amén.

@elvillano1970

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