En diciembre del año 1989 el entonces comandante general del Ejército Carlos Peñaloza ordenó la detención de Hugo Chávez y de 18 militares más. El alto oficial había investigado durante años a ese grupo de conspiradores, a los que señaló de estar implicados en los sucesos conocidos como «La noche de los tanques» y «El Caracazo»; entre otras operaciones frustradas que finalmente prepararon el terreno para el golpe de Estado de 1992. Pese a los esfuerzos del general por frenar aquellos movimientos de insurrección, desde el principio el presidente Carlos Andrés Pérez desestimó todas las advertencias.
CAP amonestó en 1989 a Peñaloza por haber detenido a los oficiales. El dignatario, desconociendo las recomendaciones que también le dio servicio de inteligencia y seguridad del Estado, dio la orden de poner en libertad a los sospechosos y de no revelar sus nombres a la prensa. Años después el general declaró a medios internacionales que esa decisión fue influenciada por algunos funcionarios y por Orlando García —jefe de Seguridad del presidente— a quien calificó como un infiltrado de Fidel Castro, un sujeto que de acuerdo con su versión dirigió la entrada a Venezuela de la comitiva cubana que vino a la “coronación”, detalló además que entraron por la rampa 4 de Maiquetía y arribaron al país en 3 aviones Ilyushin II-76 con cajas de madera en las que habrían introducido armas con el fin de realizar ataques desestabilizadores que permitieran la toma del poder político de alguien afín al régimen cubano, a quien pudieran manejar totalmente para beneficiarse del petróleo venezolano y financiar su “revolución”.
El presidente Carlos Andrés fue manipulado hábilmente, cayó en la trampa y terminó pagando un alto precio por su error. Su falta de perspicacia no solo lo arrastró a él, sino a toda una nación. Desde aquellos sombríos días comenzamos a perder la democracia. Fue precisamente CAP quien le abrió la puerta a Fidel Castro a Venezuela, luego de 30 años de no pisar el país, el tirano cubano fue invitado por el presidente, con quien tenía una relación de “amistad”. Arribó a Caracas en 1989 para asistir a la toma de posesión del “Gocho”, sin que este advirtiese que estaba metiendo al enemigo en casa.
Hugo Rafael Chávez Frías siempre estuvo en la mira de las autoridades del Ejército, era un secreto a voces que estaba preparando una conspiración; sin embargo, fue protegido y escaló sin inconvenientes, hasta obtener puestos claves. Sin duda alguna, tuvo protectores secretos, cuya participación aún hoy permanece envuelta en la sombra.
Chávez trabajó en el palacio presidencial en 1988 como ayudante del general Arnoldo Rodríguez Ochoa durante el gobierno de Lusinchi, este puesto le permitió acceder a información clasificada.
En 1990 Hugo Chávez ascendió a teniente coronel, en 1991 culminó el curso de Estado Mayor de Comando y aunque reprobó una materia le dieron la oportunidad de reparar; situación que no es normal en el mundo militar, el exministro de la Defensa y general de división Iván Darío Jiménez Sánchez hizo mención sobre este hecho a la prensa y concluyó que “alguien o algunos” protegieron los pasos de los insurgentes, hasta el punto de “sacar del camino a aquellos que se interpusieron o tenían la certeza de la asonada que se estaba preparando”. Hace mención especial a la destitución del general Herminio Fuenmayor, director de la DIM, quien habría estado a punto de obtener las pruebas necesarias para desarticular los planes golpistas.
Las extrañas “coincidencias”
Corría el año de 1991 cuando Hugo Chávez fue asignado como jefe del servicio de proveeduría en Cumaná. No obstante, el ministro Ochoa Antich habló —de acuerdo con la versión que dio Chávez— con el comandante general Rangel Rojas para que lo reasignara en Maracay o Valencia. Fue enviado a Maracay porque “casualmente” surgió una vacante de puesto tras la repentina solicitud de retiro del teniente coronel Julio Alberto Suárez Romero, quien era el comandante del batallón de paracaidistas Antonio Nicolás Briceño, en su lugar finalmente designaron a Hugo el insurgente. En la brigada estaban también los tenientes coroneles Jesús Urdaneta Hernández y Joel Acosta Chirinos, con quienes conformó el trío de la conjura.
Hugo Chávez fue un infiltrado en el Ejército venezolano, en su paso por esta institución estuvo siempre respaldado por quienes tenían interés en que llegara al poder, el entramado de implicados es extenso, no solamente Fidel Castro y algunos de los personajes mencionados salen a relucir en este capítulo de la historia venezolana, muchos empresarios importantes inyectaron dinero y crearon matrices de opinión en los medios de comunicación, con la idea de sacar beneficios a futuro, facilitaron el advenimiento de una bestia que finalmente acabó con ellos: el chavismo.
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