“Ser o no ser, esa es la cuestión” (William Shakespeare, Hamlet)
Los días que transcurrirán hasta el fijado para la elección constituyen un breve tiempo en el que difícilmente el régimen pueda darle un vuelco por la vía electoral al arrollador triunfo de Edmundo y las fuerzas democráticas, liderados por María Corina. Solo por vía de excepción pudieran surgir pretensiones que no tendrían cabida alguna en el marco democrático y constitucional.
Una de ellas, asomada en la denuncia de César Pérez Vivas, conforme a la cual el régimen despacharía el asunto de un plumazo, eliminando la tarjeta de la MUD con una sentencia a todas luces contraria a derecho. Conjeturamos que en el supuesto de dejar válida la candidatura a través de una sola tarjeta, esto causaría un cambio que haría confuso el método de selección en la mayoría del electorado opositor; incidencia esta que traería consigo un natural escepticismo en esa mayoría que ha estado gravitando en el ambiente desde las primarias, pasando por el zigzagueo de la inscripción candidatural. A estas alturas ya no hay nada que desaliente la firme determinación que los venezolanos tenemos para salir de esta tragedia. Ni las sentencias amañadas, ni la persecución, ni la represión, ni el amedrentamiento, podrán cambiarla o afectarla.
La otra pretensión, menos refinada, sería perpetrar un fraude electoral atribuyéndose el triunfo. Es tan colosal la ventaja opositora que tendría que ser más colosal y por tanto más evidente el fraude oficialista. Su rechazo generalizado tendría peligrosas repercusiones para un desgastado y desprestigiado régimen, tanto dentro como fuera del país. Y finalmente, la pretensión de darle una patada a la mesa, para así evitar las elecciones o reconocer sus resultados adversos, apelando para este propósito a un supuesto apoyo que pudieran darle los altos mandos militares. Es la menos probable por inviable y, por tanto, un negado supuesto. Todas atropelladas, burdas, carentes de legitimidad y sustentabilidad.
Obvio que de perpetrarse alguna de ellas, le acarrearía a quienes la ejecuten consecuencias y responsabilidades en lo político y personal. Hemos referido con anterioridad que lo que más le conviene a quienes gobiernan es que todo fluya como lo prevén los principios democráticos y la Constitución, recogido en el Acuerdo de Barbados. Unos resultados adversos deben llevarlos a considerar el porqué de los mismos. De hacerlo, pudieran mantenerse en el espectro político, aun con el menguado caudal electoral que en estas elecciones puedan lograr. Mantendrán entretanto, diputados, gobernaciones, legislaturas regionales, alcaldías y concejales en funciones hasta finales del 2025. Nada despreciable si se le da una lectura apropiada a la voluntad de los venezolanos expresadas el próximo 28J y reformulan su forma de hacer política y asumen el cauce democrático. Hacer lo contrario y repetir lo de 2018 los llevaría a su extinción como referentes políticos.
Igual, en lo personal, los deslegitimaría y seguirían al margen de la Constitución, las leyes y tratados internacionales; expuestos -más de lo que ya están- como sujetos responsables y enjuiciables ante los órganos de justicia internacional.
De manera que aquellos oficialistas que no tienen nada que temer, que los debe haber dadas las diferencias internas que han aflorado, pueden aprovechar la coyuntura para limpiar la casa, reconocer el fracaso de la peor gestión de gobierno de la que se tenga conocimiento en Venezuela y renunciar a las ideas totalitarias y hegemónicas para procurar recomponerse. Difícil catarsis, pero no imposible.
X: @vabolivar
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