Todo nuevo año que comienza, siempre viene acompañado de buenas intenciones, augurios y objetivos. Tenemos la sensación que el mes de enero trae en su esencia una dosis alta de adrenalina, que nos impulsa a planificar los próximos doce meses, para lograr aquellas metas que no pudimos alcanzar el año anterior.
Sin embargo, al pasar los días comenzamos a darnos cuenta de que a pesar de la voluntad en alcanzar objetivos determinados, lo racional comienza a invadir nuestra pasión y nos vemos obligados a estudiar las diferentes variables que debemos sortear para lograr esos sueños.
En pocas palabras, ponemos los pies sobre la tierra, analizamos nuestras fortalezas y debilidades para poder saber así, a ciencia cierta, qué podemos lograr, claro, sin perder nuestra dosis de euforia mezclada con sensatez.
Ahí entra nuestra realidad política, económica y social. Después de que han transcurrido dos años y nos emocionamos con el ímpetu de Juan Guaidó, pronunciando frases como “cese de la usurpación”, “gobierno de transición” y “elecciones libres”, comenzamos de nuevo a creer en la posibilidad de un probable cambio en Venezuela. No obstante el tiempo logró diluir el ánimo y la ilusión de los venezolanos, porque a pesar del esfuerzo, la realidad seguía incólume, más bien se radicaliza y las persecuciones contra aquellos que pensaban diferente se incrementó exponencialmente.
Esas tres frases, que expresan el reflejo fiel de nuestra realidad, se convirtieron a la larga en memes humorísticos, que eran usados por los venezolanos para darle un toque divertido a su desgracia.
Estas líneas no son para criticar a aquellos que osaron en soñar, yo critico a aquellos que osaron engañar a un pueblo hambriento de libertad, soltando esperanzas a diestra y siniestra, sin tomar en cuenta elementos esenciales, que eran necesarios sopesar para lograr el cambio en el país.
No hay duda de que Venezuela se ha convertido en una sociedad de cómplices. Hasta aquel que menos pensamos, tiene su idilio platónico con la revolución. Y no es por afinidad ideológica, porque me imagino que muchos revolucionarios, tanto viejos como los de nueva pelambre, no saben quién es Marx, porque lo confunden con una marca de chocolate (Mars es el distintivo de la chocolatina) o con Mars (Bruno, el cantante), menos conocen a Kant o Hegel, porque creen que son modelos de carros y sin hablar de Gramsci (Antonio, escritor), que piensan que es una marca de pasta italiana.
Esto quiere decir que el futuro de la nación está en manos de ignorantes, aprovechados, vividores y encantadores, que venden mentiras como verdades a un pueblo harapiento, que ha perdido toda esperanza, en el cual se encuentran a merced de un megalómano que cree que es la tapa del frasco o la última botella de agua en el desierto.
Esta nueva estirpe de salvadores de la patria, solo son fieles a Ulysses S. Grant, que aparece en el billete de 50 dólares y a Benjamín Franklin, que aparece en los de 100. Luchan y son capaces de dar la vida, con tal de llenar la hucha de billetes verdes, porque esa es la verdadera finalidad del proceso bolivariano, lograr el mayor beneficio con el mínimo esfuerzo. ¿Y el pueblo? ¿Y el poder popular? ¿Lo hubo alguna vez en sus diatribas políticas? Misterios de la ciencia.
Es público, notorio y comunicacional que el régimen de Nicolás Maduro, ha edificado sus bases para sostenerse en las bayonetas de los militares, que se han convertido en la guardia pretoriana de estos comunistas, secundados por un Poder Judicial que criminaliza a cualquiera que levante su voz contra la opresión y como último eslabón, escuadrones parapoliciales, que no son más que grupos de choque para golpear, acosar y a veces asesinar a disidentes.
No obstante, no se cansan de mentir, alegando que vivimos en el mejor sistema democrático del mundo, pero torciendo los principios básicos de la libertad, la tolerancia y el acatamiento de las leyes. Porque todos saben, que en la nación de Bolívar, unos son más venezolanos que otros, unos tienen más derechos que otros, unos tienen más oportunidades que otros.
A pesar de la estafa, la burla y la trampa, ellos ya perciben que el engaño se está disipando, por lo tanto buscan darle un barniz de legalidad a todos sus desmanes, sabiendo que hay más de 50 países en el mundo que no reconocen ni a Maduro y muchos menos a su combo como fieles representantes del pueblo venezolano, ya que han profanado la legitimidad de origen, convirtiendo todo el proceso eleccionario en un circo, que solo sirve para que sus payasos repitan una y otra y otra y otra vez, el mismo mensaje, a ver si logran convencer a alguien.
Pero lo más triste de todo es ver cada día cómo se va diluyendo todo el sistema democrático venezolano. Es cierto que desde 1958 hasta 1998 teníamos problemas, que el país estaba sumido en una crisis política, en el cual los partidos tradicionales estaban siendo señalados de corruptos y los líderes del momento no supieron leer la realidad, enfrascándose en mantener privilegios, teniendo como alfombra un país con más de 75% de la población en pobreza.
Lo único salvable de esos años era la democracia que a pesar de ser perfectible, logró mantener cohesionado a la nación. Pero faltaba algo más y ese algo más se lo dio Hugo Chávez, que no fue otra cosa que un cambio acompañado de muchas esperanzas, ilusiones y optimismos, en el cual los excluidos se identificaban con su discurso, pero que terminó en la mayor estafa en la historia de la nación. Solo hay que ver al líder supremo, comandante eterno en el año 1998 dando entrevistas, con trajes de Dorsay, terminando sus apariciones antes de su fallecimiento, con modelos de Ermenegildo Zegna, así cualquier es socialista, así ser rico es malo, muy malo.
Mientras tanto, al mismo tiempo, en Venezuela comenzaron a aderezar todo su accionar con su su falsa moral, convirtiendo todo lo que tocaban en miseria, aupando la ignorancia, militarizando el pensamiento político y vendiendo una supuesta igualdad que nos trajo inexorablemente al despotismo, en el cual su única arma para convencer fue y es la violencia.
Pero como dije anteriormente, debemos ser realistas, por lo tanto sabemos que estamos en una situación muy difícil y complicada. Tenemos que sacar de nuestro imaginario, que los Marines van a desembarcar en las costas venezolanas y nos van a liberar del yugo comunista. Eso no va a pasar, por muchos factores, pero el más importante, el costo económico que derivaría una invasión; el otro punto a tomar en cuenta es el miedo que han sabido sembrar en el venezolano, en el cual la libertad se ha convertido en un fantasma que asusta y prefieren al socialismo con todos sus defectos, porque al menos, el pueblo cree, que bonos y bolsas de comida son suficientes para sobrevivir. Eso quiere decir, que los chavistas han sido exitosos en modificar nuestro comportamiento, provocando terror, incertidumbre y división en la sociedad.
¿Qué podemos hacer? No hay una fórmula mágica, ojalá pudiéramos como Thanos como hizo en Los Vengadores, chasqueando los dedos para producir el cambio que necesitamos. No es así de fácil. Debemos ante todo, rescatar nuestra esencia como ciudadanos, entender que tenemos derechos y deberes para con la patria. Ser constantes para generar el cambio en la concepción de nuestra realidad. Alejar a toda costa la violencia, porque no lleva a ninguna parte, a pesar de que en nuestras entrañas tenemos mucho dolor, mucha rabia, pero debemos recordar que todos somos venezolanos. Debemos seguir adelante, no ser ilusos, sino sensatos de una realidad que necesitará más de una generación para que se produzcan los cambios que tanto anhelamos. Esa es la verdad, no pasemos de folklóricos a pendejos, pongamos los pies sobre la tierra.