Los “peros” son un arma u objeto volador no identificado, de uso muy frecuente en Venezuela y en todo el mundo hispánico, probablemente inspirado en el castizo cotilleo de la península. Coloquialmente se utiliza, en el mejor de los casos, como una manera inofensiva de temperar los desbordamientos y efusiones elogiosas a las que parece estamos obligados con el prójimo, particularmente y en proporción a la relevancia y poder del antes aludido prójimo.

Por ello y no obstante mi personal resistencia al expediente de los “peros”, voy a iniciar esta breve serie sobre María Corina Machado, quien luce destinada a erigirse –y a mi juicio ya lo ha hecho- como el referente y la líder de la sociedad civil venezolana, ya que se ha mantenido ajena a los vaivenes morales, éticos y estéticos de este proceloso mar, que excede los 24 años del “proceso”.

La crisis del liderazgo político es planetaria, en muy pocos momentos en la Historia se ha visto un más deplorable panorama de nulidades, y no solo en el plano intelectual, sino en virtudes, hábitos y costumbres que deberían ser normales sin necesidad de encomio, en cualquier ciudadano de “a pie” en cualquier lugar del globo, como gustan decir ahora.

Basta echar una ojeada, aun incluyendo a China y la India de tan ajena consistencia a la occidental, para reforzar esa sensación de vacío y orfandad.

No podemos negar la alta cuota de responsabilidad que tenemos todos, en la caótica dirección política de la oposición venezolana, frente a un régimen sencillamente impensable, que rebanó (y espero que se imaginen la escena) los logros materiales e institucionales alcanzados en 40 años de esfuerzos, muchas veces denodados, por darle al país una ilusión de progreso y permanencia.

En este alucinante panorama, que pareciera retrotraernos al “Bosco” y su jardín de horrores, ¿Cuáles son los “peros” de María Corina?

Resulta que de una evaluación crítica, objetiva, aséptica –hasta donde es posible- los pecados, falencias, deficiencias, defectos de la aspirante, en cualquier caso los que se le achacan terminan siendo risibles, los expedientes, negociados, coimas y abusos, que algún osado se atreve a inventar o insinuar, se han estrellado TODOS ante la escueta realidad de una vida austera, normal, ordenada. Es decir, ante la la escueta realidad de que no existen.

Es verdad que “la revolución bonita” de Chávez Frías prohijó un retortijón estético y un colapso ético, cuyos productos nos obligan a recordar a aquellos personajes surgidos a guisa de caricatura del antiguo régimen, que llamaron ”incroillables” que aterraran al buen gusto parisino, en plena Revolución francesa. Un charro exhibicionismo de lupanar de puerto. La estética de la «revolución bonita» –si es que tiene alguna- es la consagración del mamarracho. No obstante todo esto es banal, frívolo, prescindible, excedentario. He buscado en el arsenal de los críticos de María Corina, elementos de más peso, ocultos crímenes cobijados en algún funambulesco desván medieval. No veo nada consistente, ¡gracias a Dios!, que enturbie un perfil excepcional de cualidades, dedicación y buen gusto, aún haciéndoles caso, tendremos que luchar por una candidata valiente, inteligente, tenaz y para colmo de buen gusto. ¡Qué tragedia!

Es una fortuna para este devastado país que aún nos quede una adalid de tales cualidades y consistencia. A trabajar: María Corina ya…

 


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