Un debate constante entre los economistas y conocedores del sector financiero estriba en la pertinencia de terminar de dolarizar la economía o, por el contrario, permitir que siga la circulación del bolívar como moneda de curso legal en el país. Un sector señala que una dolarización plena sería difícil de revertir a largo plazo y haría que el Estado venezolano pierda un considerable margen de maniobra en su política monetaria.
Lo cierto del caso es que, al menos durante el año 2022, los esfuerzos tendientes a tener al menos una dolarización financiera en el país se revirtieron de forma considerable en comparación a los últimos dos años. El gobierno venezolano se puso como meta “fortalecer el bolívar”, y al hacerlo, trajo las nefastas consecuencias que se han visto en el último trimestre de este año.
Veo con preocupación los indicadores macroeconómicos de cara al 2023. No es que antes fueran los más promisorios, pero había indicios que permitían pensar que si bien el país no tenía los acuerdos institucionales y políticos necesarios para realmente cambiar el modelo económico, al menos había un sector de la casta gobernante que había entendido -o al menos aplicado- más por necesidad que por convicción, que había ciertas políticas que iban a conducir al caos y a una mayor desintegración de la cooperación social.
Por el contrario, el año cierra con un pronóstico reservado en cuanto a la potencial depreciación del tipo de cambio, el fantasma de la hiperinflación nuevamente recorriendo las calles y los funcionarios de turno “fiscalizando” en nombre de los controles que otrora habían sido convenientemente desaplicados -no derogados- y que hoy vuelven a la palestra en el peor momento posible.
¿Qué cambió? ¿Y por qué? Seguramente en el seno del poder hay facciones que están enfrentadas en cuanto a cómo debe dirigirse la política económica del país. La batalla entre la ortodoxia socialista y el área más pragmática reformista. Pero más allá de los chismes de pasillo hay un hecho claro. A diferencia de los años 2020 y 2021, en los cuales se permitió y se dieron mayores incentivos para la circulación del dólar en las transacciones del sector privado, este año se le han puesto trabas a la moneda estadounidense, y con ello, lamentablemente, la economía venezolana ha vuelto a dar signos de retroceso y ralentización.
El tema no es menor. Y también es un tema de percepciones sociales más allá de la data dura. En 2020 y 2021 la devaluación/depreciación del tipo de cambio fue, en términos de magnitudes, superior a la que se está viendo en 2022 (al menos para el momento en que se escribe este artículo). Sin embargo, una parte importante de los agentes económicos percibieron con menor incidencia el impacto de la variación del tipo de cambio en sus operaciones y negocios. ¿Razones? En los dos años previos, no había incentivos para el uso del bolívar, y si bien este circulaba y era aceptado, en la práctica se había convertido en una especie de auxiliar de la economía, pero no en el protagonista de la misma.
Al nuevamente darle protagonismo al bolívar “porque sí”, con la soberbia que caracteriza al poder y al Estado, y de paso hacerlo sin tener la capacidad institucional para ejecutar esa política, el resultado no se hizo esperar: nuevamente los agentes económicos andan pendientes de la “tasa del día”, del “paralelo”, de los mecanismos de cobertura necesarios para protegerse frente al aluvión que implica la destrucción de valor por usar una moneda disfuncional.
Por el bien del país, sería más sensato volver al camino de la dolarización financiera. Reducir incentivos para el uso del bolívar y fortalecer el uso del dólar. No sería una dolarización plena, pero en la práctica, y con el marco de condiciones actuales, sí sería un paliativo que aliviaría el descalabro monetario que padece la población.
Los resultados están a la vista. El sector comercio no ha tenido las ventas esperadas en la temporada decembrina. Lógico. Si le destruyes a buena parte de la población cerca del 40% de sus ingresos (recordemos, debemos usar el bolívar “porque sí”) en menos de 2 semanas, lo que menos vas a tener como prioridad es estar comprando regalos o cualquier bien excedentario y no primordialmente necesario. Tendrás como prioridad la supervivencia.
Este escenario es paradójico, como quiera que el gobierno venezolano se jactaba de sus cifras de crecimiento económico y de las mejoras que había tenido la economía. Mejoras que, por cierto, habían venido en buena parte por desaplicar controles y permitir la dolarización fáctica del país. Retroceden estas medidas, retrocederá la economía. No me cabe la menor duda.
Días atrás publiqué un tweet en el que sugería algunas medidas que debieran implementarse para detener la situación actual. Tal vez nadie en el seno del poder las lea, o tal vez sí. Las comparto por acá con la esperanza de que en algo contribuyan a eliminar los problemas monetarios que estamos enfrentando.
- Eliminar/reducir IGTF.
- Permitir transferencias entre «cuentas custodia» del mismo banco y entre otros bancos.
- Permitir préstamos en divisas a la banca nacional.
Al final son los venezolanos los que están padeciendo estos males. Esperemos que alguien escuche y tome nota. Por el bien de todos.
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