Cuando uno se encuentra con un discurso tan disparatado como el del ministro Ernest Urtasun sobre descolonizar los museos españoles lo primero que se pregunta es cómo pudo llegar al grado de sectarismo que exuda en todas sus intervenciones públicas. Y la clave de ese sectarismo la reveló él mismo en el acto de su toma de posesión como ministro de Cultura. Ahí desveló que su conciencia política se la habían despertado sus padres cuando, siendo un niño, le llevaron a visitar un campo de concentración. Confieso que a mí, mis padres me llevaron a visitar Disneylandia cuando yo tenía 12 años y me lo pasé en grande. Debe de ser que yo soy muy raro y mis padres –en opinión de Urtasun y sus progenitores– quizá fuesen unos maltratadores. Pero lo cierto es que el resultado de las dos visitas que marcaron nuestra infancia, la del señor ministro y la de un servidor de ustedes, ha sido el que ha sido. A la vista está.
El ministro de Cultura es un político que cree que los lustros tienen veinticinco años o que piensa que España tuvo colonias. Es decir, no sé qué temario histórico tuvo en su oposición a diplomático, pero quiero creer que no estaba incluida ni la Historia de España entre los siglos XV y XIX, ni mucho menos la Constitución de Cádiz de 1812, la de las dos Españas. Urtasun ha llegado a ser ministro sin saber que España nunca tuvo colonias. Y lo de los lustros, o lo de las corridas de toros, lo dejamos para otro día.
El discurso de Urtasun es completamente ideológico entroncado con el de otro marxista e indigenista americano de la hora presente: Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Estos indigenistas son los que culpan a España de todas sus desgracias y jamás reconocen la aportación que hizo la Madre Patria en un territorio donde había masacres y sacrificios humanos de unos pueblos y civilizaciones que practicaban la esclavitud y otros horrores que los que critican el legado español no tienen a bien denunciar. En lugar de acusar esas prácticas, Urtasun nos suelta un discurso salpicado de términos como «eje transversal» o «endocéntrico» y lo salpimienta con mucha «endogamia» y al final no tiene uno ni remota idea de qué están hablando.
Donde sí podría aplicar Urtasun su afán descolonizador es en el retorno definitivo al obispado de Huesca de las obras de arte religioso que falta por devolver después de que, tras una sentencia del Supremo, en diciembre de 2021 se devolvieran 111 piezas de las 158 que tenía Cataluña y que los aragoneses legítimamente quieren recuperar. Demuestre el señor ministro que él trabaja para todos los españoles y no sólo para los catalanes de extrema izquierda.
En fin, termino por donde empecé. La toma de posesión de Urtasun. Allí concluyó su primer discurso ministerial, al que habían acudido amigos y correligionarios, como es habitual, haciendo un alegato de la lucha que pensaba desarrollar desde el ministerio para ser un valladar contra el fascismo y en favor de la democracia. Y concluyó voceando un sonoro «¡Viva la libertad!» que fue respondido con un sepulcral silencio de los asistentes. Ni sus más íntimos replicaron con un «¡Viva!». No debía haber muchos que vieran la libertad tan amenazada…
Artículo publicado en el diario El Debate de España
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