El que más, el que menos habla de los exiliados y presos políticos, pasan del debate de relleno y motivo de anuncios fraudulentos de un sector opositor simulado y negociador de conveniencias, dividido en corruptelas y falta de escrúpulos. Entre embustes y ahínco en mancillar al ciudadano crítico, burlándose de la importancia en los principios éticos y valores morales que deben regir la política, a un discurso de youtubers, proclamas politiqueras, recursos de articulistas cuando no tienen de qué escribir o, si son organizados, se cumple el lapso periódico de reponer el asunto.
Pero desterrados y reclusos no son solo dirigentes e integrantes de partidos por eso mencionados, los más llevados, traídos a sesiones judiciales que en ningún tiempo se completan, a sentencias que nunca se emiten y cuando alguno finalmente sale a la luz pública es una liberación parcial, chucuta solo para mejorarles condiciones para que se alimente, duerma y haga sus necesidades en casa -sacándolos de la opinión pública y lupas vigilantes de los derechos humanos, como si ya no se les estuvieran violando sus haberes a la libertad de movimiento y expresión aislados en sus domicilios. Por eso algunos prefieren escapar hacia un encierro diferente del asilo en una embajada, o jugárselas escapando, huyendo del país. En la sede diplomática tampoco pueden hablar mucho, pero al menos son problema de algún Estado que sí se va a preocupar.
Pero los confinados y expatriados políticos no pueden ser solo un ambiente general de cifras y tema para ONG de méritos indiscutibles. Las discusiones deben conquistar la dignidad democrática y libertad.
Son mucho más, ejemplos vivientes, sufrientes y evidentes de que hay una Venezuela cruel, despiadada, sin Dios ni ley, que abusa de la otra. No es la diferencia, entre delincuentes, malandros, ladrones del tesoro público y ciudadanos honestos, de trabajo, que es tema policial y del sistema judicial por muy maltratado que estén ambos sectores; sino el abismo entre una nación que por bien o por mal sufre, es maltratada, torturada con bestialidad medieval o es pura y simplemente sepultada en mazmorras de olvidos e indiferencia; y un país que delinque, viola leyes, normas naturales no porque robe bienes, sino porque asalta y asesina dignidades humanas.
Por eso los confinados y expulsados venezolanos jamás pueden ser olvidados. Los políticos, por serlo, no deberían estar cautivos por representar posiciones diferentes al régimen. Los capturados en protestas y manifestaciones porque tienen derecho de estar allí, de no ser reprimidos, y si se les ha ido la mano deben ser castigados y devueltos a la calle lo más pronto posible, no inadvertidos, abandonados con vida en catacumbas. La movilización pacífica y democrática ha permitido avanzar a las sociedades.
Los militares no pueden ser juzgados tan a la ligera por delitos etéreos como traición a la patria, vainero en el cuartel, o burlarse del vigilante. ¿Cuánto tiempo estuvo Chávez y, tantos otros incluso los que ya ni siquiera se acercan, cuando conspiraban en silencio más o menos compartido?
Lo que sí deberían preguntarse los que solo reclaman por muertos, o ponen presos a cualquier militar por causas nimias, ¿qué es lo que está pasando?, no solo en el sector castrense, para que tantos uniformados hayan sido detenidos, algunos de ellos muertos, torturados en porcentaje que llama la atención. Si se compara el número de arrestados con el total de la población respectiva, civil o militar, los penados, atormentados, fallecidos y proscritos -sin mencionar los que se van por su cuenta y no retornan-; los militares parecen más que los civiles, ¿qué esta sucediendo?, ¿por qué tantos presos, exiliados, cantidades enormes que se van y no regresan?
La única sentencia que corresponde en justicia es la absolución de los encausados por tribunales y el final de los procesos judiciales y policiales contra aquellas personas que son perseguidas por su compromiso con la plena libertad y democracia.
Y todo esto sin dejar de recordar también a los otros presos, inocentes algunos, culpables la mayoría, de los eternos olvidados, llamados “comunes”, cometedores de delitos pequeños, infracciones menores, bravucones de bar, valentones de cervecería, rateros fastidiosos que angustian, pero inofensivos, celosos de mancebía, peleones de festividades, esa enorme variedad de delincuentes, malhechores, apretujados en cárceles abandonadas, apaleados, empujados, enfermos, moribundos, abusados muchos, olvidados.
Los recuperables y redimibles, tampoco pueden ser desdeñados.
@ArmandoMartini