OPINIÓN

Los niños «disfrazados» de Superbigote 

por Pensar Educativo Pensar Educativo

 

Por equipo editorial

Finalizado el período de Carnaval fuimos testigos de ver el cómo desde el canal del «Estado», o sea, Venezolana de Televisión, tal medio difundía imágenes mostrando a unos niños vestidos con el disfraz de algo que promovido por ellos como una serie «infantil» recibe el nombre de Superbigote.

En tal sentido, tales actividades que entendemos fueron promovidas por la Alcaldía de Caracas junto con autoridades del Ministerio de Educación, revelan que se ha perdido toda sindéresis y más aún, una estructura curricular que en vez de generar auténticos valores culturales desde una programación carnestolenda que exalte la recreación y las creatividades del pueblo, lo que busca es imbuir condiciones que centren antivalores en personajes mal llamados «superhéroes» que lejos de encontrar en el trabajo en equipo y la consecución de objetivos comunitarios, se hace apología al individualismo, y en una clara alusión antipedagógica cuando tal «figura infantil» lo que busca es destruir «enemigos», algo que para nada representa la esencia de la amistad, y de los sentimientos de amor por el prójimo.

Además, disfrazar a unos niños en número importante de ellos con el mismo traje, también desprecia la sinergia que pudiese generarse entre tantos personajes populares o históricos que han sido baluartes en nuestros pueblos y comunidades, y por ende, resulta obvio que si algo ha estado descontextualizado en el plano de semejante acción de «Estado» ha sido lo educativo.

No es disfrazar con el mismo traje, llámese de Superbigote u otro personaje, a un grupo de niños lo que termina por hacer diferenciar una actividad en positivo, máxime cuando es posible divisar en las imágenes públicas de este hecho que hubo niños que ni siquiera tenían zapatos mientras eran vestidos con semejantes combinaciones.

Del mismo modo, ¿cómo explicar que hay recursos económicos para disfrazar a niños de Superbigote, cuando vemos a diario madres e incluso a los propios niños de hospitales como el J. M de los Ríos reclamando la falta de medicamentos y tratamientos especiales para sus enfermedades? ¿Cómo justificar que las instituciones del Estado tienen presupuestos para realizar tales propósitos de culto a la personalidad y tenemos cifras importantes de niños con desnutrición?

¿Podemos entender que se inviertan recursos en tales disfraces cuando prácticamente desaparecieron las becas escolares, y las escuelas presentan estados de descomposición y destrucción de sus infraestructuras?

Triste y lamentable el empleo de niños desde una condición que no puede ser catalogada más que de política, y que contraviene la Convención Internacional de los Derechos del Niño,  la Ley Orgánica de Educacion, y lo que aún se denomina como Ley Orgánica para la Protección de Niños y Adolescentes, y cuya actitud refrendaria elaborada por quienes dicen que los niños «escogieron» tal disfraz, termina por condensar una peligrosa visión unipensativa sobre la población infantil.